El perfeccionismo social y por qué el suicidio impacta injustamente a los hombres

La siguiente entrada proviene de la web Science 2.0. Lo traduzco y comparto ya que es una lectura interesante que ciertamente da que pensar. No es una entrada breve y directa, por lo que se recomienda leerla sin prisas. El texto comienza en el siguiente párrafo.

Finalmente, Drummond tenía todo lo que había soñado. Había sido un largo camino desde que era un niño, molesto por su fracaso al no ingresar en el colegio de gramática. Fue una gran decepción para su madre y para su padre, quien era ingeniero en una compañía farmaceutica. Su padre nunca mostró mucho interés por él cuando era un niño. No jugaba con él y cuando se portaba mal, lo ponía contra el respaldo de una silla y le golpeaba. Así eran los hombres de la época. Tu padre era temido y respetado. Así eran los padres.

Era difícil ver cada mañana a chicos de gramática pasar por la casa con sus gorras. Drummond siempre soñó con ser director de un pequeño colegio en un pueblo perfecto cuando creciera, pero solo era capaz de conseguir una plaza en el colegio técnico aprendiendo carpintería y albañilería. Su tutor casi se ríe cuando le contó sus sueños de enseñar. Pero Drummond era ambicioso.

Se ganó su plaza en la universidad, se convirtió en presidente de la unión estudiantil. Encontró un trabajo en la enseñanza, se casó con su amor de la infancia y lentamente ascendió a la dirección en un pueblo de Norfolk. Tenía tres hijos y dos coches. Su madre, al menos, estaba orgullosa.
Y él estaba sentado solo en una pequeña habitación, pensando sobre suicidarse.

Sobre el suicidio

Impulsividad, rumiación melancólica, baja serotonina, pocas habilidades sociales para la resolución de problemas - hay muchas vulnerabilidades que aumentan el riesgo de suicidio. El profesor Rory O'Connor, Presidente de la International Academy of Suicide Research, ha estado estudiando los procesos psicológicos detrás de la muerte auto-inflingida durante 20 años.

"¿Ha visto las noticias?" pregunta cuando me encuentro con él. Los diarios de la mañana muestran las últimas cifras: 6233 suicidios fueron registrados en Reino Unido en 2013. Aunque el número de suidicios femeninos ha permanecido más o menos constante desde 2007, para los hombres es su cifra más alta desde 2001. Casi ocho de cada diez suicidios son de hombres - un porcentaje que ha ido aumentando durante tres décadas. En 2013, si eras un hombre de entre 20 y 49 años que ha muerto, la causa más probable no fue un asalto, accidente de tráfico, abuso de drogas ni infarto, sino la decisión de que no querías vivir más.

En todos los países del mundo los suicidios masculinos superan a los femeninos. El misterio es por qué. ¿Qué tiene ser hombre que lleva a esto? ¿Por qué, al menos en Reino Unido, pone en riesgo a los hombres de edad media? ¿Y por qué empeora?

Aquellos que estudian el suicidio, o trabajan para organizaciones benéficas de salud mental, insisten a los curiosos que rara vez, en caso de haberlo, hay un solo factor que lleva a una muerte auto-inflingida y que la enfermedad mental, siendo la depresión la más común, precede tal hecho.

"Pero la cuestión realmente importante es que la mayoría de las personas con depresión no se suicidan", me cuenta O'Connor. "Menos del 5 por ciento lo hace. Por lo que la enfermedad mental no es una explicación. Para mí, la decisión de suicidarte es un fenómeno psicológico. Lo que intentamos hacer en el laboratorio es entender la psicología de la mente suicida".

Estamos sentados en la oficina de O'Connor en los terrenos del Hospital Real Gartnavel. A través de la ventana, asciende de el chapitel de la Universidad de Glasglow en el interminable cielo. En el panel de corcho cuelgan dibujos de sus dos hijos - un monstruo naranja, un teléfono rojo. Escondido en el armario, una siniestra colección de libros: Comprendiendo el suicidio; Por sus propias manos jóvenesUna mente inquieta, el clásico recuerdo de la locura de Kay Redfield Jamison.

El laboratorio de investigación del comportamiento suicida trabaja con supervivientes en hospitales, asesorándolos en las 24 horas de un intento y haciendo un seguimiento de cómo continúan después. También realiza estudios experimentales, probando hipótesis en temas como la tolerancia al dolor en personas suicidas y cambios cognitivos tras un breve periodo de estrés inducido.

Tras años de estudios, O'Connor encontró algo sobre las mentes suicidas que lo sorprendió. Se llama perfeccionismo social. Y puede ayudarnos a comprender por qué los hombres se suicidan a tal escala.

A los 22, Drummond se casó con su novia de ojos marrones Livvy. Dieciocho meses después se convirtió en padre. Antes de que se diera cuentan eran dos niños y una niña. Por supuesto, el dinero escaseaba, pero era fiel a sus responsabilidades. Enseñaba durante el día y trabajaba tras la barra de un bar por la noche. Los viernes hacía el turno de noche en una bolera, de  6 de la tarde a 6 de la mañana.

Dormía un día y volvía de nuevo el sábado. Luego un turno de mediodía en un bar el domingo, un poco de descanso, y de vuelta al colegio el lunes por la mañana. No veía mucho a sus hijos, pero lo que más le importaba era mantener acomodada a su familia.

Mientras trabajaba, Drummond estudiaba, determinado a ganar los requisitos adicionales para convertirse en director. Más ambición, más progreso. Tuvo nuevos trabajos en colegios más grandes. Llevó a su familia a lugares mejores. Se sentía como un líder exitoso. El marido perfecto.

Pero no lo era.

Perfeccionismo social

Si eres un perfeccionista social, tiendes a identificarte con las funciones y responsabilidades que crees tener en la vida. "No es sobre lo que esperas de ti mismo", explica O'Connor. "Es lo que crees que otra gente espera. Has decepcionado a otros porque has fracasado en ser un buen padre o un buen hermano - o lo que sea".

Porque es un juicio sobre los juicios imaginarios que otra gente tenga contigo, pudiendo ser especialmente tóxico. "No tiene nada que ver con lo que esa gente piense realmente de ti", dice. "Es lo que crees que esperan. La razón por la que es tan problemático es que está fuera de tu control".

O'Connor se topó por primera vez con el perfeccionismo social en estudios de estudiantes universitarios americanos. "Pensé que no sería aplicable en el contexto de Reino Unido y que realmente no sería aplicable a gente de entornos muy complicados. Bien, lo es. Es un efecto considerablemente robusto. Lo hemos observado en el contexto de las zonas más desfavorecidas de Glasgow".

Comenzó en 2003 con un estudio inicial que observó a 22 personas que habían intentado suicidarse recientemente, así como un grupo control, y fueron evaluados usando un cuestionario de 15 preguntas que mide la conformidad con las afirmaciones como "El éxito significa que debo trabajar más duro para satisfacer a otros" y "La gente no espera otra cosa más que la perfección de mi".

"Hemos encontrado esta relación entre el perfeccionismo social y las tendencias suicidas en todas las poblaciones donde hemos hecho el trabajo", dice O'Connor, "incluyendo entre los desfavorecidos y los acomodados".

Lo que aún no sabemos es por qué. "Nuestra hipótesis es que la gente que son perfeccionistas sociales son mucho más sensibles a las señales de fracaso del ambiente", dice.

Pregunto si se trata sobre el fracaso percibido en desempeñar una función, y qué roles sienten los hombres que deben cumplir. ¿Padre? ¿Quien trae el pan a casa?

"Ahora está este cambio en la sociedad", responde O'Connor, "también tienes que ser el Sr. Metrosexual. Hay todas estas grandes expectativas - más oportunidades para los hombres para sentirse como fracasos".

Competitividad en Corea del sur

El poder de las expectativas percibidas por otros, y el sentimiento de cataclismo cuando crees que les has fallado emerge de forma acelerada en Asia, donde los niveles de suicidio son devastadoramente altos. La región peor afectada es Corea del Sur, que según algunos recuentos, es el segundo nivel de suicidios más alto del mundo. En torno a 40 surcoreanos se suicidan cada día, según informes del 2011. Una encuesta realizada en el 2014 por la Fundación de Promoción de la Salud Coreada descubrió que más de la mitad de todos los adolescentes habían tenido pensamientos suicidas durante el año anterior.

El profesor Uichoi Kim, psicólogo social en la Universidad Inha de Corea del Sur, cree que gran parte de esto se puede explicar por las grandes miserias desencadenadas por el rápido movimiento de la pobreza rural a la rica vida urbana. Hace sesenta años, era uno de los países más pobres del mundo, dice, comparando su situación de posguerra con la Haití del terremoto de 2010. De una mayoría que vivía en comunidades agrarias en el pasado, en la actualidad el 90% de la gente vive en áreas urbanas.

El cambio ha arruinado las bases de la cultura que, durante 2500 años, ha sido profundamente influenciada por el Confucianismo, un sistema de valores que tenía sentido para la vida de subsistencia de las pequeñas comunidades agrarias que solían estar aisladas. "La atención se centraba en la cooperación y trabajar juntos", explica Kim. "Generalmente, era una cultura de cuidar, compartir y dar. Pero en la ciudad urbana, está muy centrada en la competición y el éxito".

Para una gran mayoría, lo que significa es que ha cambiado lo que supone ser exitoso.

"Estás definido por tu status, poder y riqueza, que no era parte de la cultura tradicional". ¿Por qué cambió de esta manera? "Un académico confucionista viviendo en una granja en un pueblo rural puede ser muy sabio, pero es pobre", dice Kim. "Queremos ser ricos". El resultado, discute, ha sido una especie de amputación de significado para la gente. "Es una cultura sin raíces".

También es una cultura cuyas rutas para el éxito son muy exigentes - Corea del Sur tiene el mayor número de horas de trabajo del grupo de naciones ricas de la OCDE - y estrictamente codificada. Si fracasas como adolescente, puedes sentir fácilmente que has fallado de por vida. "La compañía más respetada de Corea del Sur es Samsung", dice Kim. Me contó que el 80-90% de sus ingresos viene de solo tres universidades. "A menos que entres en una de las tres, no puedes tener un trabajo en una de las empresas principales".

Pero es más que solo perspectivas de trabajo para los que trabajan los jóvenes de la nación. "Si eres un buen estudiante, eres respetados por tus profesores, padres y tus amigos. Eres muy popular. Todo el mundo quiere salir contigo". La presión para alcanzar este nivel de perfección, social y de otro tipo, puede ser inmensa. "La auto-estima, estima social, posición social, se combinan", dice. "¿Pero qué pasa si fracasas?".

El fracaso de Drummond

A la vez que todos los trabajos parciales que hacía por dinero, y estudiar para su carrera, Drummond tomó posiciones como voluntariado, que le robaba aún más tiempo para sus hijos y su esposa. Livvy se quejaría de que trabajaba demasiado. Decía que se sentía ignorada. "Estás más interesado en tu carrera que en mi", decía. La constante agitación de desplazarse de un lugar a otro con cada nuevo colegio no ayudaba.

Era voluntario en un hospital en King's Lynn cuando descubrió sobre la primera relación. Una mujer le entregó un puñado de papeles. "Estas son las cartas que tu esposa le ha estado escribiendo a mi marido", dijo. Eran muy sexuales. Pero lo que era peor era hasta qué punto Livvy estaba embobada con el hombre.

Drummond se fue a casa a enfrentarse a su esposa. Livvy no podía negarlo. Estaba todo allí con su propia letra. Encontró que hubo todo tipo de escenas en las calles de su amante. Había estado conduciendo de arriba para abajo, fuera de su casa, intentando verlo. Pero Drummond no podía dejarla. Sus hijos eran jóvenes y ella prometió que no volvería a pasar. Él decidió perdonarla.

Drummond solía ir a cursos de entrenamientos durante los fines de semana. Un día, volvió para encontrar que el coche de Livvy había sufrido un pinchazo y que el policía del pueblo le había cambiado la rueda. Eso, pensó, era demasiado generoso por su parte. Tiempo después, su hija de 11 años acudió a él llorando. Encontró a su madre en la cama con el policía.

El siguiente amante de Livvy fue un vendedor de una firma médica. Esa vez se fue para volver dos semanas más tarde. Drummond trató con ello de la única manera que sabía: aguantándose. Nunca fue de los que rompieran a llorar y se tiraran al suelo. No tenía ningún amigo cercano con quien hablar, e incluso si lo tuviera, probablemente no le hubiera dicho nada. No es el tipo de cosas que te gustaría admitir, que tu esposa te engaña. Entonces Livvy anunció que quería la separación.

Cuando finalmente se divorciaron, Livvy se quedó la casa, los niños, la parcela. Tras pagar la manutención, a Drummond no le quedaba nada. Nadie sabía nada en el colegio. Para ellos, seguía siendo el hombre impresionante por el que se esforzó en durante años en convertirse: el exitoso director, casado con tres hijos en su plenitud. Pero entonces, por supuesto, se descubrió. Un supervisor de mediodía le dijo: "¿He oído que tu esposa se ha trasladado?"

Para entonces vivía en una gélida habitación alquilada en una granja a 16 kilómetros de King's Lynn. Como hombre, se sentía menoscabado. Estaba arruinado. Se sentía como un fracaso, un cornudo, no la persona que todos esperaban que fuera. El médico le recetó unas pastillas. Recuerda sentarse en ese lugar en los pantanos, y darse cuenta que la solución más sencilla sería acabar con todo.

Diferencias de género

Si eres un perfeccionista social, tendrás grandes expectativas. Tu autoestima será peligrosamente dependiente de mantener unos niveles de éxito a veces imposibles. Cuando eres derrotado, sucumbes.

Pero los perfeccionistas sociales no son los únicos en identificarse íntimamente con sus metas, roles y aspiraciones. El profesor de psicología Brian Little, de la Universidad de Cambridge, es bien conocido por su investigación en "proyectos personales". Cree que podemos identificarnos tan íntimamente con ellos que se convierten en parte de nosotros. "Vosotros sois vuestros proyectos personales", solía decir en su clase de Harvard.

Según Little, hay distintos tipos de proyectos, que tienen distintos tipos de valores. Pasear al perro es un proyecto personal, pero también lo es convertirse en director en un pueblo encantador así como ser un padre y marido exitoso. Sorprendentemente, se cree que la importancia de nuestros proyectos solo contribuyen ligeramente a nuestro bienestar.

Lo que hace una diferencia crucial es lo felices que nos hacen, sean o no realizables.

¿Pero qué pasa si tu proyecto personal fracasa? ¿Cómo nos enfrentamos a ello? ¿Y hay alguna diferencia de género que puede indicarnos por qué se suicidan tantos hombres?

La hay. Se asume generalmente que los hombres, en su perjuicio, suelen encontrar difícil hablar sobre sus dificultades sentimentales. Esto también se ha descubierto que es cierto cuando se trata de discutir sus proyectos vacilantes. "Las mujeres se benefician de hacer visibles sus proyectos y sus desafíos para conseguirlos", escribe Little en su libro Yo, yo mismo y nosotros, "mientras que los hombres se benefician de guardárselo para sí mismos".

En un estudio de gente en cargos ejecutivos superiores, Little descubrió otra diferencia relevante entre géneros. "Un diferenciador claro es que, para los hombres, lo más importante es no enfrentarse a la resistencia", me cuenta. "Están motivados principalmente con seguir adelante. Es un tipo de mentalidad lista para la acción. Las mujeres están más preocupadas sobre el clima de organización en el que están conectados con otros. Puedes extrapolar eso, creo, a áreas de la vida más allá de la oficina. No quiero perpetrar estereotipos pero los datos parecen bastante claros".

Un artículo adicional muy influyente del 2000, de un equipo liderado por el profesor Shelley Taylor de la UCLA y que ofreció respuestas bio-conductuales para el estrés, ofrece un apoyo adicional. Descubrieron que mientras los hombres tienen a demostrar la ya conocida respuesta de "atacar o huir", las mujeres suelen usar "cuidar y entablar amistades".

"Aunque las mujeres podrían pensar muy seriamente en el suicidio", dice Little, "debido a sus conexiones sociales, también podrían pensar: "Oh dios, ¿qué harán mis hijos? ¿Qué pensará mi madre?" Por lo que no hay auto-control para completar el acto." Para los hombres, la muerte puede verse como la forma definitiva de huída.

Pero esta forma mortal de huída necesita determinación. El Dr. Thomas Joiner, de la Universidad Estatal de Florida, ha estudiado las diferencias entre las personas que piensan sobre el suicidio y aquellos actúan sobre su deseo de morir. "No puedes actuar al menos que también desarrolles una valentía frente a la muerte", dice. "Y creo que esa es la parte importante en la diferencia entre géneros". Joiner describe su gran colección de material de seguridad y vídeos policiales mostrando gente que "quieren desesperadamente suicidarse y entonces, en el último minuto, se estremecen porque es aterrador. El estremecimiento les acaba salvando sus vidas". Por lo que la idea es que los hombres son menos proclives a acobardarse.

Pero también es verdad, en la mayoría de países occidentales, que las mujeres intentan suicidarse más que los hombres. Una razón por la que hay más hombres que llegan a morir es el método elegido. Mientras que los hombres tienden al ahorcamiento o pistolas, las mujeres suelen acudir a las pastillas. Martin Seager, un psicólogo clínico y consultor de los Samaritanos, cree que este hecho demuestra que los hombres tienen una mayor intención suicida. "El método refleja la psicología", dice.

Daniel Freeman, del departamento de psiquiatría de la Universidad de Oxford, ha señalado un estudio de 4 415 pacientes que habían sido hospitalizados tras un episodio de auto-lesiones; se encontró que la intención suicida era significativamente mayor en hombres que en mujeres. Pero la hipótesis sigue mayormente sin investigar. "No creo que se haya demostrado de forma definitiva", dice. "Pero entonces sería increíblemente difícil de demostrar".

Para O'Connor, la cuestión de la intención sigue abierta. "No estoy al tanto de ningún estudio decente que lo haya observado porque es realmente difícil de hacer", dice. Pero Seager está convencido. "Para los hombres, pienso en el suicidio como una ejecución", dice. "Un hombre eliminándose del mundo. Es un sentido de enorme fracaso y vergüenza. El género masculino siente que es responsable de dar y proteger a otros y de ser exitosos. Cuando una mujer se vuelve desempleada, es doloroso, pero no siente como que ha perdido su identidad o feminidad. Cuando un hombre pierde su trabajo siente que no es un hombre".

Es una idea compartida por el famoso psicólogo, el profesor Roy Baumeister, cuya teoría del suicidio como "una huída de sí mismo" ha sido una gran influencia para O'Connor. "Un hombre que no puede proveer a su familia de alguna manera dejar de ser un hombre", dice Baumeister. "Una mujer es una mujer sin importar lo que pase, pero la hombría puede perderse".

Diferencias en Asia oriental y occidente

En China, no es raro que los oficiales corruptos se suiciden - parcialmente para que su familia puedan quedarse el dinero adquirido de forma deshonesta, pero también para evitar la prisión y la desgracia. En Corea del Sur el antiguo presidente Roh Moo-hyun lo hizo en 2009 tras ser acusado de aceptar sobornos. Uichol Kim dice que, como lo vio Roh, "Cometió suicidio para salvar a su esposa e hijo. [Pensó que] la única manera que tenía para parar la investigación era suicidarse".

Kim insiste que la vergüenza no es realmente un factor importante en los suicidios de Corea del Sur. Sin embargo, esto puede variar en otros países. Chikako Ozawa-de Silva, un antropólogo de la Universidad Emory de Atlanta, me cuenta que en Japón, "La idea es que si un individuo termina con su vida, su honor es restaurado o el miembro de la familia estará libre de la vergüenza".

"Las evaluaciones de otra gente añaden una carga adicional", dice Kim. La vergüenza de una persona puede contaminar a aquellos a su alrededor. Bajo la ley de Confucio, se debían ejecutar tres generaciones de la familia de un criminal.

En Japonés y Coreano, la palabra para "ser humano" se traduce como "humano intermedio". El sentido de identidad es más laxo en Asia que en occidente, y más absorbente. Se expande para incluir los distintos grupos a los que pertenece el individuo. Esto provoca un profundo sentimiento de responsabilidad por los otros que estimula profundamente a aquellos que se sienten suicidas.

En Japón, el concepto de sí mismo está tan intensamente unido a los roles que, según Ozawa-de Silva "En vez de decir, "Hola, Soy David", en Japón dices: "Hola, Soy David de Sony", dice. "Incluso cuando conoces a gente en fiestas muy informales" En épocas de fracaso, el impulso japonés de tomar sus funciones profesionales tan personalmente puede ser particularmente mortal. "El suicidio se ha valorado moralmente durante años o quizás siglos. Probablemente se remonte a los samurái".

Dado que la gente tiende a ver a la compañía como a su familia, "un CEO podría decir: "Tomaré la responsabilidad por la compañía" y quitarse la vida. Eso se transmitiría en los medios como un acto muy honorable", dice Ozawa-de Silva. En Japón - se estima que tiene el 9º nivel de suicidios del mundo - en 2007, dos tercios de todas los suicidios eran hombres. "En una sociedad patriarcal por supuesto es el hombre quien toma la responsabilidad".

De tener uno de los índices de suicidios más alto del mundo en 1990, China ahora está entre los más bajos. El último año, un equipo liderado por Paul Yip, en el Centro de Investigación y Prevención de Suicidio de la Universidad de Hong Kong, descubrió que el índice de suicidio cayó de un 23,2 por 100.000 personas a finales de los 90 a 9,8 por cada 100.000 personas entre 2009-11. Esta sorprendente caída del 58 por ciento viene en una época de grandes movimientos del campo a la ciudad, del mismo tipo que Corea del Sur en el pasado. Y aún así, aparentemente, con el efecto opuesto. ¿Cómo puede ser?

Kim cree que China está experimentando una "tregua" causada por una marea de esperanza conforme miles cambian a una nueva vida. "Definitivamente los suicidios aumentarán", dicen, señalando que Corea del Sur vio caídas similares en los 70 y 80, cuando su economía se expandía rápidamente. "La gente cree que cuando sean más ricos serán más felices. Cuando te centras en la meta no cometes suicidio. ¿Pero qué pasa cuando llegas y no es lo que esperabas?".

De hecho, la esperanza en lugares desesperados puede ser peligroso, como descubrió Rory O'Connor en Glasgow. "Hacemos la pregunta: ¿Para tí siempre son buenos los pensamientos positivos de futuro? Nuestra corazonada era que sí". Pero cuando nuestro equipo observó los "pensamientos de futuro intrapersonales", que son aquellos que solo se centran en sí mismos - como "Quiero ser feliz" o "Quiero estar bien" - se encontró otra sorpresa.

O'Connor valoró en un hospital a 388 personas que se habían intentado suicidar, después hicieron un seguimiento durante los siguientes 15 meses para ver si lo volvían a intentar. "En estudios previos, las personas que informaban de altos niveles de pensamientos de futuro intrapersonales declaraban ideaciones suicidas menores", dice. "Encontramos que los mejores predictores para los intentos repetidos era el comportamiento pasado - no hace falta ser un lumbrera - pero otro era el pensamiento futuro intrapersonal. Y no en la dirección que pensábamos". Resultaba que la gente que tenía pensamientos esperanzadores centrados en sí mismos era mucho más proclive a intentar suicidarse de nuevo. "Estos pensamientos pensamientos pueden serte buenos en una crisis", dice. "Pero qué pasa cuando con el tiempo te das cuenta de que "Nunca voy a conseguir esas metas"?".

Lo que Asia y Occidente tienen en común es la relación entre roles de género y suicidio. Pero en occidente, las creencias sobre la masculinidad son mucho más avanzadas, ¿no?

Identidad masculina

En 2014, el psicólogo clínico Martin Seager y su equipo decidieron evaluar la comprensión cultural de lo que significa ser un hombre o mujer, preguntando un conjunto de preguntas cuidadosamente diseñadas de mujeres y hombres reclutados a través de webs de Reino Unido y los Estados Unidos. Lo que descubrieron sugería que, para todo el progreso que hemos hecho, las expectativas de ambos géneros de lo que significa ser un hombre están atascados en los 50. "La primera regla es que debes ser un luchador y un ganador", explica Seager. "La segunda es que debes proveer y proteger; la tercera es que debes mantener el dominio y control en todo momento. Si rompes una de esas reglas no eres un hombre". No hace falta decir, que al igual que todo esto, los "hombres de verdad" no deben mostrar vulnerabilidades. "Un hombre que necesita ayuda es visto como un chiste", dice.

Las conclusiones de este estudio coinciden, de forma notable, con lo que O'Connor y sus compañeros escribieron en un informe de 2012 de los Samaritanos sobre suicidio masculino: "Los hombres se comparan frente a un "patrón de oro" que valora el poder, el control y la invencibilidad. Cuando un hombre cree que no cumple estos criterios, sienten un sentimiento de vergüenza y derrota".

En Reino Unido y otras sociedades occidentales, a veces parece como si decidiéramos colectivamente, en algún punto a mediados de los 80, que los hombres son horribles. Un resultado de la batalla por la igualdad de derechos y seguridad sexual para las mujeres ha sido ver durante décadas a los hombres como abusadores violentos y privilegiados. Las iteraciones masculinas de los hombres, mostradas en respuestas a estas críticas, son criaturas para mofarse: el metrosexual; el marido inútil que no sabe usar el lavavajillas. Entendemos, como género, que que ya no estamos permitidos a esperar estar en control, de liderar, de luchar, de afrontar este silencio dignificado, de perseguir nuestras metas con la mentalidad única de que no tenemos tiempo para amigos o familiares.

Estas se han convertido en las aspiraciones por las que estar avergonzado, y por una buena razón. ¿Pero qué hacemos ahora? A pesar de los avances en la sociedad, cómo se siente ser exitoso no ha cambiado mucho. Ni tampoco como se siente ser un fracaso. ¿Cómo vamos a deshacer los impulsos de nuestra propia biología; de normas culturales, reforzados en ambos géneros, que se remontan al Pleistoceno?

Conforme hablamos, le confieso a O'Connor sobre la época, quizás hace una década, en la que le pedí antidepresivos a mi médico porque me preocupaba sobre mí mismo, solo para que me ordenara "Ir al bar y disfrutar un poco más".

"¡Jesús!" dice, frotándose los ojos sin creérselo. "¿Y solo fue hace diez años?".

"A veces pienso que debería estar medicado", digo. "Pero, y esto es horrible de admitir, me preocupo por lo que piense mi esposa".

"¿Lo ha discutido con ella?" pregunta.

Por un momento, estoy tan avergonzado que no puedo responder.

"No", le digo. "Y pienso sobre mí como alguien que está muy cómodo hablando sobre estas cosas. Es solo que mientras hablábamos que me he dado cuenta. Soy el típico hombre de mierda".

"Pero verás que no es un hombre de mierda", dice. "¡Ese es todo el problema! La narrativa se ha convertido en "hombres son mierda", ¿verdad? Pero eso es una mierda. No hay ninguna manera por la que podamos cambiar a los hombres. Podemos modificar a los hombres, no me malinterprete, pero la sociedad tendrá que decir: "¿Cómo pondríamos servicios a los que fueran los hombres? ¿Qué sería útil para los hombres cuando se sintieran angustiados?" .

Me habla sobre el momento, en 2008, en el que una amiga cercano se suicidó. "Eso tuvo un impacto realmente enorme en mí", dice. "Seguí pensando: "¿Por qué no me di cuenta?" Dios, he estado haciendo esto durante años". Me sentía como un fracaso, le fallé y a la gente en torno a ella."

Todo esto me suena como el perfeccionismo social clásico. "Oh, definitivamente soy un perfeccionista social", dice. "Soy hipersensible a la crítica social, incluso aunque lo oculto bien. Quiero desproporcionadamente satisfaccer a otras personas. Soy realmente sensible a la idea de que he decepcionado a otras personas".

Otro rasgo de riesgo que sufre es su rumiación melancólica, los pensamientos contínuos sobre sus pensamientos. "Soy un rumiador melancólico y un perfeccionista social,  sí, sin ninguna duda", dice. "Cuando te vayas pasaré el resto de la noche, y cuando me vaya a dormir, pensando, "Oh Caray no creo haber dicho eso". Me mataré" - se detiene. "Me pegaré una paliza".

Le pregunto si se ve con riesgo de suicidarse. "Nunca diré nunca", dice. "Creo que todos tenemos pensamientos fugaces en algún momento. Bueno, no todos. Hay pruebas de que mucha gente lo hace. Pero nunca he estado deprimido o activamente suicida, gracias a Dios".

Final de Drummond

De vuelta a la fría habitación de la casa de campo de los pantanos de Norfolk, Drummond se sienta con sus pastillas y su impulso de tomárselas todas. Lo que lo salvó fue el afortunado accidente por el que uno de sus proyectos personales era ser voluntario de los Samaritanos. Fue, un día, y en vez de oír a sus clientes, habló durante dos horas. "Sé por experiencia personal que mucha gente está viva hoy por lo que ellos hacen", dice.

Desde entonces, Drummond se volvió a casar y sus hijos ya son mayores. Han pasado 30 años desde que terminó su primer matrimonio. Incluso ahora, sigue encontrando doloroso hablar de ello. Y por eso no lo hace. "Se supone que debes enterrarlo, ¿no?" dice. "Como un hombre se espera que lo enfrentes. No le cuentas a nadie de estas cosas. No lo haces".
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