¿Cómo llegó una cacatúa a la Sicilia del siglo XIII?

Emperador Federico II de Hohenstaufen
De Arte Venandi cum Avibus (El arte de cazar con aves) de Federico II de Hohenstaufen (1194-1250) se publicó entre 1241 y 1248 y se alberga en las Biblioteca Apostólica Vaticana. Sus márgenes están llenos de 900 imágenes de halcones, cetreros y animales que el rey mantenía en sus palacios. Cuatro de los dibujos muestran a un loro crestado parlante, tal y como describe el texto, regalo del "sultán de Babilonia".


Las cacatúas no son nativas de Europa ni de Asia continental, sino del continente insular de Oceanía y las asiáticas islas Célebes y Filipinas. En concreto, se ha identificado al ave como una cacatúa de moño amarillo de la subespecie triton (Cacatua galerita triton), originaria de Nueva Guinea, o una de las tres subespecies de la cacatúa sulfúrea (Cacatua sulphurea), de las islas indonesas de Tanah Jampea, Lombok, Alor y Tukangbesi. El color rojo de los ojos en los cuatro dibujos indica además que probablemente era hembra.

En esta época era costumbre el intercambio de animales entre monarcas, valorándose más los más feroces, grandes y/o raros. El mismo Federico II envió en 1235 a Enrique III de Inglaterra tres leopardos para marcar su boda con Leonor de Provenza, mientras que Haakon IV de Noruega le envió un león y un oso polar.
Federico II negociando con Al-Kamil
Los gustos de Federico II eran más refinados, prefiriendo animales que pudiese estudiar o libros poco comunes. El "sultán de Babilonia" era el cuarto sultán ayubí Al-Kamil Muhammad al-Malik, quien conocía el gusto del emperador por la cetrería y las aves, regalándole un "loro blanco" de la India más lejana. Al ser gregarias y longevas, las cacatúas podrían haber soportado el largo viaje que pudo durar un año. En el caso de las cacatúas de moño amarillo, se conocen individuos que han vivido hasta los 120 años.
 
Contrario a lo que se suele pensar, y como ilustra el mapa superior, el mundo medieval estaba más conectado de lo que se piensa popularmente. Las aguas del norte de Australia tenían concurridas rutas de comerciantes que compraban y vendían telas, pieles y animales vivos. No es un detalle que suela reconocerse, ya que se tiende a tener en cuenta la influencia de India, China y el mundo árabe en el sudeste asiático, pero no los logros marítimos de estos últimos.

Aún así, el comercio creciente de China en el siglo XIII con la región llevó a la aparición de nuevos puertos en Champa, Java y Sumatra con un comercio recíproco con China, la región del océano Índico y Oriente Medio. En esta época, el ascenso del Islam en Oriente Medio dio acceso a los comerciantes del Mediterráneo oriental y Persia a un mercado seguro y común con numerosas rutas de la seda.
Madonna de la Victoria (1496) de Andrea Mantegna
Aunque el comercio disminuyó a mediados del siglo XIII por circunstancias en la India y China, los registros indican que los puertos malayos exportaban bienes a China y tierras más lejanas, por lo que la cacatúa de Federico II muestra lo interconectado que estaba entonces el mundo. Prueba de que no fue un caso aislado es la cacatúa de la Madonna de la Victoria.

Fuente: Pursuit
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