Mitos del diluvio universal: América

En las anteriores entradas repasamos los mitos del diluvio de varias regiones de Europa, África y Asia, incluyendo a Polinesia (I, II y III). Tan solo se mencionó a América con los incas, pero aquí repasaremos los mitos del resto del continente. Soy consciente que podrían añadirse aún más mitos sin salir del continente, pero el objetivo de la entrada es mostrar la variedad en sus relatos y su ubicuidad, no recopilar todas las historias posibles. Eso se volvería tedioso tanto para ustedes como para mi.


Aztecas

La cosmovisión azteca consideraba que el mundo había pasado por cinco etapas, cada una con su propio Sol. Los dioses se disputaron durante siglos ser el astro rey, causando una catástrofe cada vez que eran suplantados. Cuando Chalchihuitlicue, la diosa que ocupó el puesto del Sol en la cuarta era, fue derribada por Tezcatlicopa, esta provocó un gran diluvio.

Quiché

Huracán, dios de la tormenta, el viento y el fuego, inundó el mundo porque su segunda creación de los hombres de madera no apreciaba adecuadamente a los dioses.

Mayas

Como los aztecas, los mayas consideraban que la humanidad fue destruida varias veces. En este caso, los dioses destruyeron a la humanidad tres veces antes de crear una raza que honrara a sus creadores. La tercera raza fue destruida por una gran inundación en la que solo sobrevivieron Itzamna e Ix Chel. Sus hijos serían los bacabob, quienes sostendrían los cielos desde las cuatro esquinas del mundo.

Guyana

Los arahuacos creían que su dios creador, Aiomun Kondi, intentó advertir a los humanos de que los destruiría si no cambiaban sus depravadas costumbres. La primera vez los destruyó con fuego y la segunda con una gran inundación. En esta segunda destrucción, solo Marerewana se tomó en serio la advertencia, salvando a su familia en un gran barco, según el consejo de Aiomun Kondi, y atándolo a un árbol ceiba.

Para los akawayos, Makonaima era el dios creador nocturno que salvó el mundo cuando su hijo taló un árbol mágico, provocando que surgiera agua del tocón. Makonaima cubrió el tocón con una cesta. Un mono travieso la robó y provocó otra inundación. Makonaima fue capaz de salvar a los animales colocándolos en las copas de los árboles y las cumbres hasta que la Tierra se secó. El desencadenante del diluvio es similar al mito de los mbuti de la República Democrática del Congo.

Cañaris (Ecuador)

Solo dos hermanos sobrevivieron al diluvio subiéndose a un alto cerro. Cuando descendieron y volvieron a su choza, estaba arreglada y con la comida preparada. Esto se repitió varios días hasta que Urcocari (Cerro macho) se quedó en la choza y descubrió que quien la preparaba era una mujer con cara de guacamayo. Entonces la tomó como esposa y repoblaron el mundo.

Mapuches (Chile)

Dos serpientes llamadas Ten-ten y Cai-cai o Trentren Vilu y Caicai Vilu, una buena y otra malvada, siempre luchaban entre sí. Durante una batalla, Cai-cai elevó las aguas e inundó la tierra, mientras las serpiente buena Ten-ten elevó las montañas y convirtió a la gente en aves, salvándolas de la inundación.

Tupí-Guaraní (Brasil)


Tienen dos historias distintas de la inundación. En una, Ariconte y Tamondonar son hijos gemelos del dios creador que siempre están peleándose. Tamondonar provocó una gran inundación cuando dio un pisotón. Esto produjo un gran manantial que inundó la tierra. En otra versión, el dios creador Monan está molesto con el mal comportamiento de los humanos, incendiando la tierra. El mago Irin Mage responde apagando el fuego inundando la Tierra.

Tuparí (Brasil)

El mago malvado Valedjád podía hacer llover con su ira. Valedjád y su hermano Vab fueron los primeros humanos, creados de una roca femenina. Pero se creó un grupo rival de magos de las aguas, y comenzó a poblar la Tierra. Valedjád los odiaba tanto que provocó una inundación, eliminando a sus oponentes y casi destruyendo la Tierra en el proceso.

Muiscas (Colombia)

En la antiguedad, antes de que existiese la Luna, los muiscas vivían como salvajes. Llegó un anciano barbudo llamado Bochica, Nemquetheba y Zuhe y les enseñó la agricultura, la artesanía, la religión y el gobienro. Su esposa, con los nombres Huythaca, Chia y Yubecayguya, era bella pero malvada. Para destruir las buenas obras de su esposo, provocó mágicamente que el río Funza (río Bogotá) inundara la meseta Cundinamarca. Solo escaparon unas pocas personas en las cumbres montañosas. Botschika la expulsó de la Tierra y la convirtió en la Luna. Entonces abrió un lugar donde se vertería el agua, la cascada de Tequendama junto al lago Guatavita. El país se secó y fue cultivado por los supervivientes.
Cascada de Tequendama, por Frederic Edwin Church (1854)

En otro mito, ofendido por la maldad de la gente, el dios tutelar Chibchachun hizo caer por las colinas los torrentes de Sopo y Tibito, inundando la llanura. Imposibilitó el cultivo y amenazó con sumergir a la gente, que había huido a las montañas. La gente apeló al héroe cultural Bochica. Apareciendo como un arco iris, golpeó la montaña con su vara y proporcionó una salida para las aguas, creando la cascada de Tequendama. Chibchachun fue enterrado bajo el suelo y se le hizo sostenerlo, sustituyendo a los árboles lignum-vitae que lo sostenían antes. Su inquietud provocaba los terremotos. El arco iris, Chuchaviva, fue desde entonces honrado como un dios, pero Chibchachun, en venganza, proclamó que muchos morirían cuando apareciese.

Yámanas (Argentina)

Dicen que la Luna, cuando su esposo Arco Iris y su amigo Joven Sol convencieron a los hombres para matar a todas las mujeres, escapó saltando al mar, enviando una gran ola que destruyó todo en la tierra, incluídos los hombres.

Huicholes (México)

Un joven huichol era un excelente granjero, cosechando una gran cantidad de maíz, calabaza y frijoles en la dura tierra. Cada día cantaba alabanzas a la Diosa Tierra por sus bondades. Agradecido por la devoción del joven, la Diosa Tierra envió a su perra con un brillante pelaje negro y delicados detalles para hacerle compañía en los campos. El joven cantó más alabanzas en agradecimiento a la Diosa Tierra. Salió con su nueva perra para sembrar otro campo de maíz, pero ocurrieron cosas extrañas. Cada día labraba la dura tierra en una pequeña parcela de tierra hasta que estaba blanda y maleable, plantaba las semillas y regaba cuidadosamente el terreno. Y cada mañana, el campo que había plantado el día anterior volvía a ser una tierra dura con un puñado de semillas esperando ser plantadas. Tras unos cuantos días, se desanimó mucho. Rogó a la Diosa Tierra que le contara por qué le castigaba. La diosa apareció como una anciana y le dijo que los dioses enviarían pronto una gran inundación para destruir el mundo. Ella había decidido salvar al joven, a su perro y a siete semillas de maíz, calabaza y frijoles. Cuando todo estaba listo, el joven se selló con su perro y las semillas en una caja hermética. La Diosa Tierra puso al hombre y a su perro en un profundo sueño durante siete años, mientras la lluvia inundaba la Tierra.

La caja se balanceaba con las olas hasta que cedieron las aguas y llegó a una cumbre. La Diosa Tierra despertó al joven y al perro y los condujo por la montaña. Dondequiera que apuntase su vara, aparecían repentinamente árboles, plantas, aves y pequeños animales. Le enseñó al joven donde plantar sus semillas y se desvaneció. El joven trabajó diligentemente, despejando el terreno de árboles, moviendo rocas y plantando tres campos con maíz, calabazas y frijoles. La perra fue su compañera constante, pero el joven aún añoraba la compañía de otro humano. Un día, unas pocas horas antes del ocaso, la perra desapareció. El joven llamó sin cesar, pero la perra no volvía. Cuando volvió a su cueva, encontró a la perra sentada frente a una cena de frijoles y calabazas recién cocinadas. El joven supuso que la Diosa Tierra le había preparado la comida y dio gracias. Lo mismo ocurría noche tras noche. En la séptima noche,, el joven siguió a la perra a la cueva, deseando ver a la Diosa Tierra y agradecérselo en persona. Se ocultó detrás de un árbol y observó sorprendido como la perra se quitaba la piel y se convertía en una bella joven con una larga melena negra. Hizo un fuego, enterró algo de maíz y desapareció dentro de la cueva. Pensando rápidamente, el joven tomó la piel y la tiró al fuego para que la mujer no volviera a cambiar de forma. Cuando salió la mujer, vio al joven y corrió a abrazarle, diciéndole que la Diosa Tierra pretendía que fuera su esposa. La pareja vivió feliz y tuvieron muchos hijos, que se convirtieron en la tribu huichol.

Wiyot (California, EE. UU.)

El Anciano de Arriba (Gudatri-Gakwitl) no estaba satisfecho con las primeras personas que creó porque tenían pelaje y no podían hablar claramente, por lo que decidió destruirlos con una inundación. Sin embargo, Cóndor se percató de su plan y, con su hermana, se escondieron en una cesta y se salvaron. Emergieron tras ceder las aguas, encontrándose un mundo vacío salvo por las aves. Cóndor y su hermana se convirtieron así en ancestros de la raza humana.

Lakota (Dakota del sur, EE. UU.)

La zona del Parque Nacional Badlands se consideró el campo de batalla entre la raza de monstruos de Unktehi y Wakinyan, el ave trueno. Los primeros vivían en las aguas primordiales de donde emergió la Tierra, provocando inundaciones y amenazando a la raza humana. En otra versión, era Uncegila, una serpiente de agua, la causante. Enfurecida por la pérdida de adoradores, el ave trueno envió rayos que secaron las aguas y mataron a los unktehi. Sus huesos aún se encuentran por las tierras baldías en forma de fósiles.

Skidi (Oklahoma, EE. UU.)

Tirawa lo creó todo, incluyendo humanos y animales. Los primeros humanos eran gigantes con habilidades maravillosas. Enorgulleciéndose de ser tan buenos como cualquier dios, le perdieron el respeto al Sol, insultándole cada amanecer e incluso ventoseándose hacia él. Tirawa, no satisfecho con la situación, pidió consejo a los dioses menores, pero estos le respondieron que eran obra suya, por lo que Tirawa decidió destruirlos. Ordenó a Paruxti enviar una nube del oeste con fuertes lluvias, pero a los gigantes no les importó. Ordenó enviar una segunda nube, con el mismo resultado. Entonces envió una tercera que no dejaría de llover hasta que todos los seres de la Tierra se hubieran ahogado. El nivel del agua subió y la gente comenzó a subir las montañas, pero el agua también las cubrió. Entonces murieron tanto la gente como los monstruos.

Entonces Tirawa envió una pequeña ave para ver si la tierra estaba seca. Luego envió un cuervo y le dijo que encontraría arroyos, gente y animales, pero que no debía tocarlos mientras estaba allí abajo. Sin embargo, cuando el cuervo vio los cadáveres de la gente, comió de ellos. Tirawa se disgustó por ello y no le dejó volver al cielo. Le dijo: "Deberás permanecer en la tierra y vivir de los cadáveres".

Tirawa le dijo al otro ave que envió que se convertiría en jefe de las aves si obedecía. También le dijo que las nuevas personas que crearía lo honrarían como ave y le incluirían en sus paquetes de pipas sagrados. Entonces Tirawa, sabiendo que los lagos y arroyos habían sido restaurados, indicó al Rayo que recogiera a la gente en un saco y librara a la tierra de sus cadáveres. Cuando el Rayo volvió a Tirawa, los otros dioses fueron ordenados crear la humanidad. Paruxti, la estrella del alba, creó a los primeros hombres, y los demás dioses le siguieron, siendo así como la Tierra se reabasteció de humanos.

Inuit

Durante la primavera, una tormenta asoló la tierra, destruyendo los hogares de las personas que vivían en la costa ártica. La gente corrió a sus embarcaciones de piel y, como medida de seguridad, las ataron entre sí. El mar comenzó a subir y no tardó en cubrir todo lo que alcanzaba la vista. Aterrorizada, la gente vagó en sus embarcaciones incapaces de salvarse. Por la noche, mucha gente murió del intenso frío y sus cuerpos cayeron al mar. Por la mañana, el viento y el mar se calmaron y la luz del Sol incidió sobre las embarcaciones, comenzando a evaporar el agua. El Sol era tan intenso que algunas personas murieron. Finalmente, un hechicero golpeó el agua con su arco y gritó: "¡Basta! ¡Basta! ¡Hemos tenido suficiente!". Entonces el hombre arrojó sus zarcillos al mar y gritó de nuevo: "¡Basta!". Poco después el mar comenzó a ceder y finalmente formó los ríos y torrentes. El mar retrocedió hasta el punto donde se encuentra en la actualidad.

Lillooet (Columbia británica, Canadá)

Donde vivían los lillooet llovió tanto que los lagos y ríos se desbordaron. La gente estaba asustada. Un hombre llamado Ntci'nemkim puso a su familia en una gran canoa. Otros comenzaron a escalar una gran montaña. Cuando vieron a la familia en la canoa, rogaron a Ntci'nemkim que dejara subir a sus hijos en la canoa. Sin embargo, el hombre dijo que su canoa era muy pequeña para todos los niños, por lo que tomó a un hijo de cada familia - un niño de una familia y una niña de la siguiente. Siguió lloviendo y toda la tierra, salvo Split Mountain, estaba cubierta de agua. La gente vagó en la canoa hasta que  retrocedió el agua. Cuando la tierra se secó finalmente, el hombre y su familia construyeron su hogar cerca de donde dejaron la canoa. Hicieron a los otros niños casarse entre sí y envió a las jóvenes parejas en distintas direcciones para hacer sus hogares.

Haida (Columbia británica, Canadá) 

Un grupo de niños y niñas jugaba cerca de la playa cuando se percataron de una extraña mujer con una inusual capa de pelo. Un pequeño niño curioso se acercó para saber más de ella, y otros le siguieron. Un niño tiró hacia atrás de una de sus ropas que parecía una planta que crecía cerca de la costa creciéndole en la espalda. Todos los niños se rieron y se mofaron de ella, pero los ancianos advirtieron que no debían hacerlo.

La mujer se sentó en la orilla. Dado que la marea estaba baja, el mar estaba lejos del pueblo. Sin embargo, conforme aumentó la marea, la mujer se levantó y se acercó al pueblo. Finalmente, estaba sentada en el límite del pueblo. La gente estaba sorprendida y aterrorizada. No tenían canoas, por lo que ataron troncos entre sí para formar balsas Entonces colocaron a los niños y las cestas de comida en las balsas. La anciana siguió retrocediendo cada vez que el agua le tocaba los pies y continuó subiendo la ladera. Finalmente, toda la isla estaba cubierta de agua y la gente flotaba en las balsas. Una de las balsas llegó a un pico de una montaña, mientras otras balsas lo hicieron en otros, siendo así como se extendió la gente por la Tierra.

Fuentes

  • Bingham, A., & Roberts, J. (2010). South and Meso-American mythology A to Z. Infobase Publishing.
  • Lynch, P. A., & Roberts, J. (2004). Native American mythology A to Z. Facts On File. 
  • Bastian, D. E., Williams, D. B., Mitchell, J. K., & Mitchell, J. (2004). Handbook of native American mythology. Abc-clio 
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