Las nanas de Mesopotamia

Federico García Lorca decía que las nanas europeas eran suaves y monótonas, las españolas tristes, sencillas y poéticas y las rusas tristes pero lejanas. Se podría decir que cada nación tiene su propia canción. De esta manera, aunque compartieran la intención soporífera, su enfoque era distinto.

El tiempo, al igual que la geografía, separa distintos estilos de canciones de cuna. Una nana que nos llegue del pasado lejano podría ser tan diferente que costaría identificarla como tal, aunque el lenguaje sencillo, el recitado o canto fluido, las rimas simples, la aliteración y ritmos uniformes pueden establecerse como elementos identificativos. Las nanas de antaño no solo debían sobrevivir al deterioro de los siglos, sino ser seleccionadas para ser conservadas, ya que era un género que generalmente se excluía en la escritura. Las razones para conservarlas debían estar ligadas a su función, como servir como encantamiento. Por esta razón solo tenemos acceso a un repertorio limitado.

Una nana del periodo babilónico antiguo (ca. 1950-1530 a.C.) encontrada en las primeras líneas del reverso de una tablilla albergada actualmente en el Museo Británico dice así:
Pequeño, que habita en la casa de la oscuridad -
bueno, ahora estás fuera, has visto la luz del Sol.
¿Por qué estás llorando, por qué estás gritando?
¿Por qué no llorabas allí?
Has despertado al dios de la casa, el kusarikkum se ha despertado:
"¿Quién me ha despertado? ¿Quién me ha sobresaltado?".
¡El pequeño te ha despertado, el pequeño te ha sobresaltado!
"Como a los bebedores de vino, como los borrachos,
que el sueño caiga sobre él".
La casa la oscuridad era el vientre materno, mientras el kusarikkum era un demonio (no en el sentido actual) con cuerpo humano y cuartos traseros, orejas y cuernos de toro, que protegía de los intrusos. Este no es el único poema babilónico identificable como una nana:
Tú, pequeño ser humano recién nacido,
has salido sin duda, has visto la luz del Sol.
¿Por qué allí no trataste a tu madre así?
En vez de ser bueno con tu padre, dejar a tu madre llevar una vida normal,
has despertado a la niñera, has molestado a la nodriza.
Por tus llantos el dios de la casa no puede dormir, la diosa de la casa sigue desvelada.
¿A quien debo enviar a Enkidu, que fijó las guardias nocturnas como tres en número [, diciéndole]:
"Deja también superarlo al que superó a la gacela,
deja también atarlo al que ató al hijo de la gacela".
¡Qué alguien que conozca le de su sueño en el campo,
que un jinete de bueyes le de su sueño!
Hasta que su madre le despierte, que no se despierte.
Se han encontrado más nanas de la zona en tablillas más recientes, pero siguen la misma estructura que ya se observa en estas dos. Las nanas babilonias y asirias del primer milenio antes de nuestra era pertenecían ya al canon de literatura tradicional. Entonces se creaban usando esta plantilla:
  1. Se refería al niño como antiguo habitante o descendiente de la oscuridad o como ciego y sordo.
  2. Le sigue el contraste con el mundo exterior, preguntándole por qué llora ante la luz y un mundo mejor.
  3. Continúa con las consecuencias del llanto, comenzando con el desvelo de los padres y terminando con los más importantes, los dioses. Estos decretan una solución.
  4. Finalmente se le impera al niño a dormir.
El ruido como fuente de perturbación divina también estaba presente en otros mitos, como el de Atrahasis, donde Enlil mandaba catástrofes para acabar con la sobrepoblación que le molestaba. En los textos, a los dioses, mayores y menores, no solo les molesta el ruido sino que les inquieta. Los dioses del hogar solían ser los ancestros familiares aunque, a pesar de las ofrendas, no recibían un culto como los demás dioses. Eran espíritus que podían causar problemas si no se les favorecía, a diferencia de los dioses, cuya devoción significaba un beneficio.
Amuleto con imagen de Lamaštu

Cuando el llanto era incesante, en Mesopotamia ya se reconocía que había un responsable, que hoy se consideraría una enfermedad. La cabeza de turco para estos llantos incontrolables era Lamaštu, una demonio ladrona de niños que comenzaba con estos para acabar destruyendo el hogar. Lamaštu, a diferencia de otros demonios, era independiente y no actuaba bajo mandato divino, es decir, no era un castigo por un pecado cometido, como en los adultos. Los amuletos de Pazuzu (sí, el de El exorcista) servían para alejarla.

Fuentes
  • Farber, W. (1990). Magic at the cradle. Babylonian and Assyrian lullabies. Anthropos, 139-148.
  • Heffron, Y. (2014). Revisiting ‘Noise’(rigmu) in Atra-ḫasīs in Light of Baby Incantations. Journal of Near Eastern Studies, 73(1), 83-93.
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