Tauret, protectora de madres y niños en el antiguo Egipto
Su figura es inconfundible: un hipopótamo bípedo con pechos caídos, patas de león y cola de cocodrilo o incluso el animal completo sobre la cabeza. Conocida como una diosa de la maternidad, no siempre fue una diosa, femenina o ni solamente una.
El hipopótamo
Es bien conocido que los antiguos egipcios usaron a la fauna local para representar a sus deidades, pero también a toda clase de espíritus de menor poder. Como era costumbre en muchas culturas prehistóricas, se solían representar a humanos, animales y quimeras. Estas últimas han aparecido representadas en el arte egipcio desde tiempos predinásticos. Desde las primeras dinastías, se han usado varas de colmillo de hipopótamo con espíritus tallados para que protegieran el embarazo. Entre estos, era común la presencia de hipopótamos bípedos con rasgos leoninos.
La elección de animales no era aleatoria, sino que respondía a cualidades atribuidas a estas criaturas. Así, los hipopótamos se veían como rollizos seres acuáticos que defienden agresivamente su territorio. Esto se trasladaba a un contexto mágico-religioso y otorgaba sus cualidades a las figuras hipopótamo-león. En este ámbito, la principal cualidad de los hipopótamos es su ferocidad. Por ello, es uno de los animales de Set y parte importante de Ammit, quien devoraba los corazones de quienes no superaban el pesado del corazón.
Sin embargo, para los egipcios, lo destructivo no es necesariamente malo, sino que eso depende del uso que se le de. Los hipopótamos, especialmente las hembras, también se consideraban animales que protegían de los peligros. Esta era la base de las figuras hipopótamo-león que, a partir del Imperio Medio (c. 2050-1750 a.C.), serían conocidas como Isis, Nut, Weret, Tauret e Ipet, con estas dos últimas como máximos exponentes.
Hipopótamos bípedos
Estos hipopótamos siempre han tenido una naturaleza ambivalente, siendo conocidos en los textos de las pirámides como proveedores de enfermedades y en el papiro Harris, junto con Sejmet, como los peligros que enfrenta el dios agrícola Urun. Esto se debía a que los hipopótamos eran problemáticos para los agricultores que cultivaban en el limo del Nilo. A pesar de ello, como dice una estatua en el Museo Antropológico de Aberdeen, la "vida y la muerte están en sus garras". Desde el Imperio Medio, solían mostrarse emparejados con Bes, un espíritu que sufrió múltiples cambios hasta adquirir el aspecto de un enano barbudo y plumas en la cabeza. Ambos protegían a mujeres y niños en distintos objetos, como varas apotropaicas, patas de camas o ladrillos de parto, sobre los que las mujeres daban a luz en cuclillas. En el Imperio Nuevo (c. 1550-1070 a.C.), cuando aún seguía considerándose un espíritu malvado, tendríamos las primeras imágenes nombradas, donde se les llamaría Isis, Isis-Djamet o "El gran hipopótamo", como el techo astronómico de la tumba de Ramsés VI (KV9), donde sostiene una pata de toro, que representaba el asterismo de El carro, asociado a Set. Según el mito, Horus tomó la forma de un perro rojo para descuartizar a Set y encargó a Isis, en forma de hipopótamo, vigilar que su pata permaneciera allí, correspondiéndose posiblemente este gran animal con la constelación de Draco.
Normalmente, diosas como Isis, Hathor o Mut tomaban el aspecto de hipopótamo para ofrecer protección, pero este hipopótamo celeste se independizó y tomó nombre propio. En primera instancia habría surgido Ipet o Ipy ("Harem, lugar favorito"), de quien Tauret ("La grande") pudo ser meramente un epíteto. Ambas se representaban como un hipopótamo fecundo, con un gran vientre y pechos caídos, rasgos comunes con Hapi, dios de la crecida del Nilo. Aunque tenían rasgos comunes, como su asociación con el agua y el cielo, también poseía notables diferencias.
Tauret llevaba sobre la cabeza el modio, un tocado cilíndrico, y, a veces, cuernos vacunos sosteniendo el disco solar. Por el contrario, el tocado de Ipet era una Luna creciente sosteniendo una Luna llena. Esto mostraba claramente que eran, literalmente, como la noche y el día. En sus manos, Tauret solía llevar el símbolo Sa, una estera de caña plegada también usada por Bes y que era un símbolo protector para barqueros. Por su parte, Ipet levantaba una antorcha, pues estaba asociada con la vigilia nocturna de Osiris. A través de esta se conecta con el ojo de Horus y El mito de la diosa distante, donde aparece un hipopótamo y el ojo de Ra. Además, marca la diferencia funcional entre Tauret e Ipet. Tauret es la "Señora del cielo, la que elimina el agua", a quien se le dedicaban estanques de purificación, estando vinculada al parto y, por supuesto, a la rotura de aguas. En Medinet Habu, aunque la llamen simplemente "Gran Dios", se la muestra flanqueando el nacimiento del Sol. En la estela Metternich, se dice que Horus fue criado en un pantano por una cerda (Reret) y un enano (Bes), pues los egipcios consideraban a los hipopótamos como cerdos de agua. En una estela votiva en Deir el-Medina se muestra junto a una acacia, pues sus vainas estaban vinculadas al parto y se usaban para quejas uterinas. Por otra parte, Ipet tenía connotaciones funerarias, alejando el mal con su antorcha. Era quien contenía las aguas del cielo, permitía el renacimiento de Osiris, decapitaba enemigos con sus cuchillos y vivía en el horizonte, en el oeste, en las peligrosas tierras de Set donde se accedía al más allá.
A pesar de todo, a veces estas características se intercambiaban o combinaban, como en el papiro funerario de Ani, donde lleva tanto la antorcha como el disco solar. Su asociación con los cerdos la conectaba con Nut, el cielo, que tomaba forma de cerda. Estos animales lo devoraban todo, como Nut, que devoraba el Sol para engendrarlo cada mañana. De esta manera, también era un animal ligado a la regeneración. El poste de amarre que aparece junto a las figuras de hipopótamo implica, por una parte, el control sobre las aguas, pero también los castigos a los enemigos atados en él. Por ello, el parto era una derrota de los enemigos que impedían dar a luz con éxito. En el Imperio Nuevo, según se asociara con Ipet o Tauret, un mismo objeto podía contener distintos líquidos. En el primer caso, llevaría leche nutritiva, mientras en el segundo contenía agua, como en las aguas donde navegaba la barca solar. Cuando el faraón moría y residía entre las estrellas, Ipet era quien lo engendraba de nuevo y lo amamantaba. De nuevo, el abrazo materno evocaba protección. El cocodrilo o su piel sobre el dorso reforzaba su faceta destructiva, pero, de nuevo, con un fin protector. Finalmente, en el periodo grecorromano, este espíritu sería deificado y obteniendo centros de culto, pasando más allá de los límites domésticos.
Fuentes
- Graves-Brown, C. (2018). Daemons and Spirits in Ancient Egypt. University of Wales Press.
- Pírez, A. V. (2011). Hippo goddesses of the Egyptian pantheon. Current Research in Egyptology.
Las creencias y la cultura egipcia nunca me ha dejado de sorprender, gracias por compartir esta información.
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