Espíritus del antiguo Egipto


En la antigua religión Egipcia, ¿tenían demonios? ¿Creían en fantasmas y otros seres que no eran dioses ni criaturas terrenales? Sí, pero no cómo te imaginas. Desde nuestro punto de vista actual, podemos agrupar a multitud de seres en estas categorías, pero los antiguos egipcios nunca los clasificaron así, pues los límites de estas criaturas eran muy difusos y variables en el tiempo, situándose entre humanos y dioses, pero también solapándose con ambos.

Para empezar, los egipcios no tenían un término que los englobara a todos. Además, los que podamos usar nosotros están cargados de matices que los hace imprecisos, como ocurría con los demonios mesopotámicos. Por eso, algunos lo han llamado daimones, mientras otros los han separado en genios y demonios. 

¿Qué eran los espíritus egipcios?


Los espíritus egipcios eran seres de extraordinario poder, pero siempre menor al de los dioses y, a diferencia de estos, no tenían centros de culto, aunque esto cambió en el periodo grecorromano. Estas características se aplicaban a todos, incluso al temible Apep que luchaba cada noche con Ra, aunque hay debate de si esta serpiente se podía considerar un espíritu o únicamente la manifestación del mal. Por lo tanto, no tenían estatuas divinas en las que manifestarse, aunque los difuntos podían ser animados, como los dioses, a través de la ceremonia de apertura de la boca y ojos. Otros espíritus, en cambio, podían tomar cuerpos humanos.

Los espíritus podían actuar como intermediarios entre dioses y humanos, como cuando la diosa Sejmet fue acompañada por espíritus que provocaban enfermedades. Solían mostrarse con apariencia quimérica. Especialmente si eran nocivos, se mostraban una anatomía y funciones antinaturales, como la cabeza del revés o con las funciones invertidas del aparato digestivo, es decir, defecando por la boca o comiendo heces por ella.

Por otra parte, es conveniente recordar que nos encontramos en una sociedad con una mentalidad distinta, donde un hechizo destructivo no era malo si se usaba contra algo dañino. Del mismo modo, la moralidad de los espíritus es tan difusa como ellos mismos, es decir, no solo estos podían tener características de humanos o dioses, sino que un espíritu normalmente bueno también podía perjudicar.

Clasificación

Estos espíritus formaban parte de los netjerw, seres divinos jerárquicamente superiores a los humanos que englobaban a los grandes dioses, faraones, difuntos y las estatuas divinas, pero que originalmente pudieron haberse referido simplemente a los difuntos. A su vez, estos espíritus, inferiores a los dioses, podían dividirse en la antigüedad en enemigos (kheftyu), monstruos (weret), asesinos (khaytyw), mensajeros (weputyu) y vagabundos (shemayu). Además, los difuntos se podían dividir entre los benditos (akh) y aquellos que no han realizado la transfiguración (mwtw), estando posiblemente estos fuera del mundo ordenado. Aunque genérico para referirse a los difuntos, el término mwtw era tabú, pues lo pronunciado o escrito podía manifestarse. A pesar de esta clasificación, todos los espíritus podían pertenecer a varios de los grupos mencionados, incluso los benditos podían no actuar como tal para algunas personas, como ocurría en las maldiciones. Actualmente, según las características tenidas en cuenta, se pueden formar nuevos grupos, como los guardianes del inframundo.

Morada


Los espíritus moraban principalmente en la otra vida. Esta comprendía la Duat, donde se quedaban aquellos condenados en el juicio del pesado del corazón, y Aaru, los campos de juncos donde iban los justos. En Aaru, podían situarse concretamente en el campo de ofrendas, morada de Osiris. Se desconoce si el Duat es un mero pasaje para Aaru o si ambos eran parte del mismo mundo. Como se correspondían con el camino que recorría el Sol, habría comprendido el cielo, con Aaru en sur y el campo de ofrendas en el norte, y la Duat en el oeste, bajo el mundo. La Duat, como el inframundo, era accesible teóricamente a través de pasajes, como una escalera de mano o en la barca solar. La tumba, el sarcófago o el templo también se consideraban como el horizonte por el que desaparecía el Sol.

Tanto la Duat como Aaru eran similares al mundo terrenal. Mientras Aaru tenía islas con tierras fértiles, la Duat tenía cavernas, pasillos y puertas protegidos por espíritus. Como el Sol recorría estas tierras por la noche, las tierras de la Duat se dividían en 12 horas. El difunto debía sobrevivir a los peligros de estas tierras, como caer en un lago de fuego, ser decapitado, que le devoren el corazón o lo capturen con una red, y a sus espíritus. Estos tenían una gran variabilidad. Aunque en dos textos presentaran la misma prueba, los espíritus guardianes en sus puertas podían variar. Del mismo modo, el difunto podía viajar con Ra en su barca solar para unirse con él a las estrellas eternas o vivir en Aaru con Osiris. De hecho, el juez de sus acciones podía ser Ra, Osiris, Anubis, Tot, "el Gran Dios" o un tribunal de 42 jueces.

Los espíritus no estaban siempre contenidos en estas tierras. En los difuntos, el cuerpo (Dyet) y la fuerza anímica (Ba) podían estar simultáneamente en lugares distintos, pues el Ba volvía durante el día a la tierra de los vivos. Debido a las divergencias por regiones y épocas, incluso se declaró que el cuerpo también viajaba entre mundos o que nada volvía. No obstante, se rogaba a los difuntos la intercesión ante los dioses. Otros espíritus estaban presentes en los límites del mundo o las fronteras de la civilización, como el desierto, también territorio del temido Set, o las ciénagas.

Una presencia antigua


Los espíritus se han desarrollado junto con Egipto, pues se han representado en paletas de c. 3100 a.C. y amuletos del 3500 a.C. asociados con el nacimiento. Un milenio más tarde, desde el Imperio Medio (2050 - 1750 a.C.) hasta comienzos del Imperio Nuevo (1550-1070 a.C.), seguirían apareciendo como ranas con un cuchillo, serpientes, leones, monos llevando un ojo y criaturas compuestas, como grifos, sergopardos, discos solares con patas e hipopótamos-leones, en varas de colmillos de hipopótamo o limolita. Estas criaturas parecen estar relacionadas con el mito de El retorno de la diosa distante. En este, Ra dedice destruir a la humanidad enviando a su hija, el ojo de Ra, al sur. Mediante los engaños de un dios, se emborracha y se transforma en la pacífica diosa Hathor. Ra se arrepiente y hace que vuelva, trayendo el orden y recuperando el poder creativo. Este ojo de Ra también podía ser Sejmet, Mut o Tefnut, que eran engañadas por Tot, Onuris o Shu. En el viaje de la diosa, se encontraba con los animales ilustrados y volvía con alguna deidad hipopótamo. Esta mito es uno de muerte y resurrección, como la inundación del Nilo, que emborracha y trae orden a las tierras egipcias. Algunos de estos espíritus citados, como Bes y Tauret, seguirían desarrollándose durante milenios, ganando uniformidad y obteniendo la deificación.

Otros espíritus acompañan o enfrentan a los dioses. Si el difunto no superaba el pesado del corazón y este pesaba más que la pluma de Maat, Ammit devoraba su corazón, condenándolo. Ammit era un espíritu terrorífico, con cuerpo de león o leopardo, patas traseras de hipopótamo y patas delanteras y cabeza de cocodrilo. Mostrada por primera vez en el Libro de los muertos de Nakht de la Dinastía XVIII, posiblemente nació como combinación de las antiguas figuras de hipopótamo y el cocodrilo de la séptima hora del Amduat. La presencia de Ammit podía sustituirse por Tauret, Ipet, Set o Shai, personificación del destino. Todos estaban relacionados con el hipopótamo. En el caso de Shai, aunque su nombre significa "(lo que está) ordenado", también era la palabra para "cerdo". Los hipopótamos se consideraban cerdos de agua, por lo que todos los sustitutos de Ammit comparten un tema común.

Acecho


Los difuntos podían introducirse en los ojos u otros órganos de los vivos, donde causaban molestias físicas y mentales, como pesadillas y cefaleas. Por lo tanto, su expulsión seguía un tratamiento médico con laxantes, fumigaciones y diuréticos que incluía conjuros y amuletos para que no hiciera daño. Del mismo modo que el ojo de Apep detenía la barca solar de Ra, la mirada de los espíritus podía dañar, por lo que se les encomendaba a darse la vuelta. Por el contrario, la mirada de aquellos que ofrecían protección era bienvenida. También había conjuros de protección contra difuntos y enemigos (khefetyu), tanto para lugares, personas vivas o muertos, que podían ser atacados directamente por una amenaza o a través de siervos. Estos difuntos no benditos no fueron representados hasta el Imperio Nuevo, donde se les mostraba desnudos, decapitados, sin sexo definido y acompañados con otros espíritus peligrosos. Por el contrario, los benditos aparecían con otros dioses, como Osiris. Por otra parte, los asesinados podían convertirse en espíritus vengativos que podían actuar por su cuenta o cumpliendo la voluntad de un hechicero.

Fuente

  • Graves-Brown, C. (2018). Daemons and Spirits in Ancient Egypt. University of Wales Press.
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