Grifos, los guardianes del oro

Grifo en un valle, con un castillo sobre una montaña. El grifo tiene extendidas las alas.

Antes de que las llaves de agua recibieran su nombre, el grifo era una quimera cuadrúpeda con cuerpo de gran felino. El resto de sus características eran variables, pero comúnmente tenía cabeza y alas de águila y el resto del cuerpo de león.

Nombre

Grifo hembra egipcio, sin alas pero con mamas.

El nombre grifo proviene del latín gryphus y este a su vez del griego gryps (γρυψ), que podría derivar de grupos ("ganchudo"). En persa se llama shirdal (شیردالŠirdâl; شیر , león) en persa o baškuč ("ave sobrenatural") en persa medio, que es hembra y cuyo nombre podría derivar de Anzû. En el antiguo Egipto, diferenciaban entre el grifo alado sfr o sfrr, posteriormente srrf, relacionado con srf ("estar caliente"); el tp.ty i̓db.wy, derivado del anterior pero con cabeza felina y que en textos funerarios fue sustituido por una serpiente alada con patas; el sꜣ(w)gt, hembra sin alas, más robusta y domesticada; el štšt ("despedazar, golpear"), que tiene dos alas simétricas en mitad del dorso, extendidas anterior y posteriormente, y ꜥḫḫ (Akhekh), el destructor, un órice con pico, alas y cola de serpiente asociado con Set y la guerra. Este último es el que, en textos populares modernos, puede encontrarse como Axex.

Paleta Oxford o de los dos perros, pues estos la enmarcan. Tiene muchos animales reales y míticos, como serpopardos y un grifo en la parte trasera, con las dos alas unidas en un continuo y conectadas estrechamente al dorso.
El uso en español de grifo para referirse a las llaves de agua o canillas data, al menos, del 1884. Sería consecuencia de los grifos de las fuentes con forma de personas o animales, del mismo modo que las gárgolas monstruosas no eran más que canalones para desaguar tejados.

Expansión y desarrollo

Sello cilindrico con dos figuras humanoides flanqueando un disco solar alado. Bajo este hay otra figura humanoide arrodillada con una más pequeña. Fuera de esta escena hay un caballo con una luna creciente encima y un grifo debajo.

El origen del grifo es incierto, pero muy antiguo. Se trata de un híbrido presente en Mesopotamia en el periodo de expansión Uruk y el periodo Naqada II en Egipto en la segunda mitad del tercer milenio antes de nuestra era, cuando la primera cultura influyó en el arte de la segunda, como muestra la paleta de Oxford o el cuchillo de Gebel-Tarif. Se incluía como un depredador, acechando o cazando. Su imagen desaparecería en Egipto en la época dinástica y no volvería hasta la dinastía V (2494-2345 a.C.). No obstante, se trata de una criatura con similitudes tanto a las esfinges, especialmente con la cabeza de Horus, como al lamassu/šedu, entre otras con partes de águila o león. 

Imdugud como un ave con cabeza de león, agarrando con sus zarpas a dos ciervos.

Se sugiere una base en el sumerio Imdugud, Anzû para los acadios, que fue vencido por Ninurta. Este se representaba como un león emplumado con alas y cuartos traseros de rapaz en el bajorrelieve del templo de Ninurta en Nimrud o como águila con cabeza leonina al mostrarse como señor de los animales. Además, se apunta a la Susa protoelamita como cuna del prototipo del grifo. En todos los territorios mencionados, sus imágenes solían ser exclusivas de objetos propios de las élites, por lo que al ser sometidos por una figura heroica, representarían el poder de la realeza, función que en Egipto tomaba la esfinge. En Egipto, el grifo era un habitante del desierto y, por lo tanto, símbolo de la frontera. Por eso se vinculaba al Sopdu y Tot, dioses de los extranjeros y la frontera. En el Imperio medio (2040-1782 a.C.) se diversifica su aspecto y en las fábulas del Imperio nuevo (1550-1070 a.C.), el grifo estaba en la cima de la cadena alimentaria, siendo la única criatura sin un depredador.

Sello cilíndrico minoico donde una figura masculina extiende los brazos a gran cantidad de bestias, como leones, grifos y aves..

En el siguiente milenio, su imagen se expandiría en varias direcciones hacia Asiria, Elam, Mitani y la civilización minoica. Era habitual presentarlo como una bestia protectora en las puertas, flanqueando a una deidad que actuaba como señor de los animales y/o en sellos como amuleto apotropaico. Sus imágenes eran variadas, apareciendo aún tanto en su aspecto poco definido, como un león con un par de alas simétricas abiertas sobre su espalda, como la quimera reconocible actualmente. Los motivos también eran diversos, como mordisqueando un árbol sagrado o atacando a un herbívoro y siendo detenido por un héroe o un demonio. Entre los minoicos se mostraba con un cuerpo esbelto, cresta emplumada, con o sin alas, junto al trono, como en el salón del trono del palacio de Cnosos, Creta, o el fresco de la diosa azafrán en la Xeste 3 de Akrotiri, en Santorini. 

Prótomo de cabeza de grifo.

En Grecia comenzaría a aparecer ornamentalmente en el periodo orientalizante (s. VIII-VI a.C.) y arcaico en prótomos de calderos de bronce de los santuarios o en escenas en espejos que llegaron a Escitia, donde se mostraron gripomaquias, es decir, combates contra grifos. En estas representaciones tenía cabeza de águila con orejas y un pomo o perilla en la frente, que desaparecería en el periodo clásico (s. V a.C.). La expansión aqueménida de Darío I y su hijo Jerjes I disminuyó esta influencia, pero extendió la aparición del grifo por Asia, a los territorios de las actuales Tayikistán, Kazajistán, Afganistán y Turquía. Su presencia en el pueblo Pazyryk en el macizo de Altái, donde habitualmente se sitúa el origen del grifo, comenzó en esta época, inspirándose en representaciones ajenas para crear imágenes sencillas.

Dos grifos devorando a un ciervo. Encontrado en la tumba de Ascoli Satriano, del siglo IV a.C.

En los pueblos de Italia se importó el grifo griego, con frecuencia en contextos funerarios. En el imperio romano, podía ser la manifestación de Némesis junto a la rueda del destino, apareciendo en monedas, comenzando con Antonino Pío (138-161 d.C.), y en mármoles. En época bizantina, León de Nápoles contó en Historia de Proeliis el romance de Alejandro Magno, donde este usó a sus hombres como cebo para capturar a unos grifos y sobrevolar el mundo. Las ilustraciones de este episodio toman los motivos del señor de los animales y el carro de Apolo, para indicar su soberanía también los cielos. Para los cristianos, tanto Alejandro como el grifo generaban una visión ambivalente, como los animales de los que estaba compuesto, reyes de la tierra y el cielo.

Textos

Egipcios

En Egipto, se presenta en objetos mágicos y en muros en las tumbas, siendo parte del séquito solar y vinculándose al nacimiento y la muerte. En el mito de El retorno de la diosa, Tot le cuenta varias fábulas a la diosa. En una de ellas (ilustrado en el óstraco 21443 del museo de Berlín), desde los ojos de una pareja de buitres, contemplan cómo se desarrolla la cadena alimentaria. Narra una sucesión de animales que son cazados, acabando con el grifo, que está en la cima de la cadena y se lleva volando al león.

Grecorromanos

Enócoe con una pintura de un grifo y un cervatillo.

La primera mención griega ocurre en Prometeo encadenado (s. V a.C.) de Esquilo (525-456 a.C.), donde Prometeo, tras advertir a Io de las Fórcides y las Gorgonas, menciona a los grifos, sabuesos mudos de agudas garras de Jove, y a los Arimaspos de un solo ojo que habitan en la orilla del río dorado de Plutón. Su descripción como sabueso de Zeus es una comparación con el águila que devoraba su hígado diariamente.

Herodoto (485-425 a.C.) se desvía de su narración de la campaña del persa Darío para mencionar que en el norte de Europa, donde hay más oro, los arimaspos roban el oro a los grifos. Añade que arimaspos es un nombre escita que significa "un ojo". Plinio el Viejo (23-79 d.C.) partiría de este para situar a los arimaspos cerca de la cueva Ges clithron ("traquea de la tierra"), hogar de Aquilón (Bóreas). Pomponio Mela (?-45 d.C.) en Corographia situaba a los grifos en una tierra fértil junto a los gélidos montes Rifeos. Cayo Julio Solino (s. III d.C.) los sitúa en la Escitia asiática, donde abundan el oro y las gemas, protegidas por estas feroces bestias que castigan con rabia la codicia.

En Indica, Ctesias de Cnido (s. V a.C.) apunta a que en la India no hay ríos auríferos, pero que el oro abunda en las montañas, protegidas por los grifos, aves cuadrúpedas del tamaño de un lobo, patas y garras como las de un león, plumas rojas en el pecho y negras en el resto del cuerpo. Estrabón (64/63 a.C.-23/24 d.C.) los describe con pico y alas de águila. Pausanías (110-180 d.C.) dice haber oído que tienen manchas como un leopardo. Claudio Eliano (175-235 a.C.), que tiene a Ctesias como fuente, añade que tiene alas blancas y ojos de fuego. Aclara la imposibilidad de capturar a los adultos, optándose por tomar a las crías, siendo lo que realmente protegen, pues no encuentran utilidad al oro, que a veces sueltan cuando vuelan. Su fuerza extraordinaria les permite vencer con facilidad a todas las bestias, pero no se enfrentan ni al león ni al elefante. Los indios organizan campañas de 2000 hombres armados con espadas y sacos en noches sin luna para cavar en el desierto lóbrego que habitan, volviendo a casa tras un intervalo de 3-4 años. La recompensa es doble, pues además del oro, vuelven con vida.

En Vida de Apolonio de Tiana, Filóstrato de Atenas (160/170-245/249 d.C.) compara a los grifos de la India con las hormigas etíopes pues, aunque su forma es distinta, comparten la función protectora del oro. En Metamorfosis, Apuleyo (123/1265-180 d.C.) considera a los grifos hiperbóreos como aves de otro mundo, mientras Nono de Panópolis (s. V. d.C.) las considera en Dionisíacas como los corceles del carro de Némesis, que vuelan en torno a su trono.

Algunas menciones de los grifos se refieren a su imagen en el arte. Herodoto (485-425 a.C.) describe una casa de Borístenes rodeada de esfinges y grifos de mármol o a los samios que, tomando 6 talentos, hicieron un recipiente de bronce, similar a un caldero argólico, con cabeza de grifo en el borde proyectadas hacia afuera, que situaron en el templo de Hera. En Las ranas, Aristófanes (444-385 a.C.) menciona unas águilas-grifos de bronce, que Baco identificaba como grandes gallos amarillos.

Aristeo de Proconeso y los arimaspos

Herodoto, Estrabón y Máximo de Tiro (s. II-180 d.C.) mencionaron el poema perdido de Aristeo de Proconeso (s. VII o V a.C.), hijo de Caustrobio, como la fuente que los sitúa y los enfrenta a los arimaspos. Según Herodoto, Aristeo cayó muerto en el local de un cardador de Proconeso pero, cuando sus familiares fueron a por el cadáver, desapareció durante seis años. Al volver, poseído por Febo Apolo, escribió el poema donde visita a los isedones, tras los cuales están los arimaspos y, entre estos y los hiperbóreos, que limitan con el mar, están los grifos. Salvo los hiperbóreos, todos estos pueblos están en guerra con sus vecinos. Aunque no menciona a Aristeo, Pausanías dice que en Prasias, en Ática, llegaron las primicias de los hiperbóreos a través de los arimaspos, los isedones y los isedones, en ese orden, que las entregaron a Sinope, que los griegos llevaban a Prasias y los atenienses a Delos. En Geografía, Estrabón indica que los arimaspos luchan por el oro con los grifos y Máximo de Tiro afirma que el alma de Aristeo voló como un ave para estudiar las gentes, sus costumbres y las tierras.

Arimaspos
Pélice de figuras rojas de un jinete enfrentándose a un grifo.

Herodoto se desvía de su narración de la campaña del persa Darío para mencionar que en el norte de Europa, donde hay más oro, los arimaspos roban el oro a los grifos. Añade que arimaspos es un nombre escita que significa "un ojo". Diódoro Sículo dice los arimaspos alimentaron a los soldados de Ciro II el Grande tras su campaña por el desierto, recibiendo la exención de impuestos, y siendo encontrados luego por Alejandro Magno. Plinio el Viejo (23-79 d.C.) se apoyaría en Herodoto este para situar a los arimaspos junto al mar Negro, entre los meotes del río Tanais (Don) y los montes Rifeos y el Pteróforo, cerca de la cueva Ges clithron ("traquea de la tierra"), hogar de Aquilón (Bóreas). Cayo Julio Solino (s. III d.C.) los sitúa en la Escitia asiática, donde abundan el oro y las gemas, protegidas por estas feroces bestias que castigan con rabia la codicia.

Bestiarios medievales

Ilustración de un grifo con garras delanteras de águila enfrentándose a un jinete.

Isidoro de Sevilla argumentaba que su nombre provenía de sus plumas (grus, "grulla") y sus cuatro pies (pes), siendo hostiles a los caballos y despedazando humanos. En De naturis rerum, Alexander Neckam asegura que excavan el oro para contemplarlo, no habiendo pecado en ello porque no es un acto de codicia. Citando a Jacobo de Vitry y a Plinio, Tomás de Cantimpré lo sitúa en las montañas hiperbóreas, describiendo su fuerza y violencia capaz de cazar a hombres armados y su ferocidad con los caballos. Indica que sus pezuñas sirven como resistentes esquifes. En la Escitia asiática, excavan oro y gemas, castigando a los codiciosos que las buscan y luchando contra los arimaspos que desean las esmeraldas. En sus nidos colocan una ágata, entregada por Dios, como remedio. Alberto Magno añade la duda sobre su existencia y Bartolomeo Ánglico indica que la gema que colocan en el nido es una esmeralda contra los animales venenosos de la montaña, citando a Hugo de Pisa sobre la idea de que pueden llevarse volando a jinetes con sus caballos. Cecco d'Ascoli aclara que esta gema en su nido se debe a su miedo a los animales venenosos. El Physiologus eslavo detalla que una pareja de grifos saludan al Sol en el este al amanecer.

Rugiero rescatando a Angélica.

En la literatura nació como criatura con nombre propio el hipogrifo, el veloz corcel del mago Atlante en Orlando Furioso (1516-1532) de Ludovico Ariosto, una quimera cuya mitad anterior era de águila y la posterior de caballo.

Heráldica

Opinicus statant.

En la heráldica hay grifos exclusivos. Aunque este puede tener indistintamente cuartos delanteros de león o de águila, en la heráldica inglesa, los primeros son llamados opinicus o epimacus. En su posición sedente rampante se asocia con la cirugía, usándose por primera vez en la Compañía de Barberos-cirujanos de 1561. También se usa en el escudo de la Venerable Compañía de Escayolistas de Londres. 

Boceto del keythong.

Aparentemente, el alce, alice, alcida, anthalops (antílope), panthalops, calopus (chatloup, "gato-lobo"), tapopus o keythong es un grifo masculino con púas de oro en su cuerpo y dos cuernos rectos sobre su cabeza. No obstante, incluso en la heráldica, es extremadamente raro. Tan solo hay un boceto de la divisa de John Butler, VI conde de Ormond (1422-1476), junto a la palabra "keythong" en el texto de la expedición de 1476 de Eduardo IV de Inglaterra. La palabra podría referirse al nudo Ormond, la divisa que tenía dos correas (thong). En cuanto a la sinonimias, el antílope y el gato-lobo tienen sus propias representaciones no relacionadas.

Fuentes

  • Quack, J. F. (2010). The animals of the desert and the return of the goddess.Serena, J. A. C. (2021).
  • Te Velde, H., & Te Velde, H. (1977). Seth, god of confusion: a study of his role in Egyptian mythology and religion (Vol. 6). Brill Archive.
  • Buyaner, D. (2005). On the etymology of middle Persian Baškuč (winged monster). Studia iranica, 34(1), 19-30.
  • El elemento enigmático: mitemas y estructuras en torno al agua en la mitología griega. In Comunicación y lectoescritura: nuevos paradigmas (pp. 13-27). Graó.
  • Román, J. J. O. Los nombres del castellano grifo en la Romania.
  • Joffe, A. H. (2000). Egypt and Syro-Mesopotamia in the 4th millennium: implications of the new chronology. Current Anthropology, 41(1), 113-123.
  • Al-Bersha, A. D., & Colloff, J. The ancestry of the tStS griffin.
  • Lymer, K. (2018). Griffins, Myths and Religion-a review of the archaeological evidence from ancient Greece and the early nomads of Central Asia. Art of the Orient, 7, 9-25.
  • Wyatt, N. (2009). Grasping the griffin: Identifying and characterizing the griffin in Egyptian and West Semitic Tradition. Journal of Ancient Egyptian Interconnections, 1(1), 29-39.
  • Torres, C. R. (2014). Fuentes clásicas para el estudio de la prehistoria: la leyenda del grifo. Fortunatae: Revista canaria de Filología, Cultura y Humanidades Clásicas, (25), 461-473
  • Basic, R. (2009). Between Paganism and Christianity: Transformation and Symbolism of a Winged Griffin. Ikon, 2, 85-92.
  • Fekripour, K. (2016). The Hybrid Creatures in Iranian and Indian Art. Indian Journal of History of Science, 51, 585-591.
  • Chang, Y. (2021, December). Griffin's Artistic Style in the Early Mythologies and Epics in the Tigris and Euphrates. In The 5th International Conference on Art Studies: Research, Experience, Education (ICASSEE 2021) (Vol. 1, pp. 48-54). Amsterdam University Press.
  • Lee, G. (1992). The Armorial Ensigns of the Institute of Medical Illustration. Journal of Audiovisual Media in Medicine, 15(3), 98-99.
  • Vinycomb, J. (1906). Fictitious & symbolic creatures in art with special reference to their use in British heraldry. Chapman & Hall.
  • Bane, T. (2016). Encyclopedia of beasts and monsters in myth, legend and folklore. McFarland.
  • Elvin, C. N. (2009). A Dictionary of Heraldry. Genealogical Publishing Com.

Entrada anterior
1 Comments
  • Ramón Martín
    Ramón Martín 1 de julio de 2024, 6:31

    Estupendo artículo. Gracias por compartir.

Añadir comentario
comment url

Libre para donar o aceptar cookies