¿De dónde surgió el ángel y el demonio para representar la conciencia?

Hombre con un ángel y un demonio a sus hombros.

Cuando un personaje se debate ante una decisión moral difícil, en la narrativa visual, como en los tebeos y dibujos animados, se suele representar al personaje en cuestión con un pequeño ángel y demonio en cada hombro. El ángel defiende la decisión moralmente correcta, mientras el demonio tienta con una elección egoísta. Ahora bien, ¿desde cuándo lleva usándose este recurso?

Ángeles cristianos

En la primera epístola de Pablo de Tarso a los corintios (1 Corintios 12:4-11), uno de los dones (charismata) que atribuye al Espíritu Santo es la doctrina del discernimiento de espíritus (discretio spirituum). Es un concepto presente también en el primer libro de los reyes (1 Reyes 3:9) y la epístola a los hebreos (Hebreos 5:14) sobre la distinción entre el bien y el mal. 

En la tercera homilía sobre el Éxodo de Orígenes de Alejandría, se discute cómo el demonio abre la boca de las personas para pronunciar palabras vanas y Dios permite que se diga la verdad, mencionándose que el ángel del Señor vuela en torno a los temerosos, a quienes librará. Aunque los sitúa en el corazón de cada uno, El pastor de Hermas (Ποιμὴν τοῦ Ἑρμᾶ), de finales de la primera mitad del siglo II d.C., es la primera aparición de esta figura. En el segundo libro, el sexto mandamiento trata sobre "cómo reconocer los dos espíritus acompañantes de cada hombre, y cómo distinguir las sugerencias de uno de las del otro". En su segundo capítulo, presenta a los ángeles de justicia y de iniquidad que acompañan a las personas. El primero es modesto, dócil, amable y pacífico, hablando con todas las virtudes, entre las que destacan la honradez, pureza, castidad y la satisfacción. El segundo es iracundo, amargado y estúpido, con acciones que arruinaban a los siervos de Dios, como la codicia, la lujuria, el orgullo.

La psicomaquia presente desde Favorino de Arlés podría considerarse una extensión de esta dualidad, donde las virtudes se enfrentan a sus correspondientes vicios.

Dilema antiguo


Por supuesto, este dilema tan humano no se manifestó por primera vez con el cristianismo. Platón lo presentó en Fedro con la alegoría del carro alado. Estos conforman un todo, compuesto por dos caballos alados y un auriga, que representan las tres partes del alma. En los dioses, los dos caballos son de origen noble, pero, en humanos, uno de los caballos no lo es. El caballo negro es afín las pasiones terrenales, mientras el caballo blanco es moral y obediente, no requiriendo ser fustigado para obedecer, mostrando la tendencia al bien del ser humano. El auriga es la razón, que debe dirigirlos sabiamente para llegar a la verdad, pues, aunque opuestos, ambos tienen cualidades neutrales y no se puede alcanzar el destino si se sigue el camino impulsado únicamente por uno de ellos. Por eso, mientras el camino de los dioses es directo, llevando a los cielos, los humanos nos encontramos con dificultades.

Agustín de Hipona y Tomás de Aquino lo adaptarían al cristianismo. Esta visión tripartita del alma sería similar al modelo estructural de Sigmund Freud, con el auriga como el yo, el caballo blanco el superyó y el caballo negro el ello, aunque en este modelo no hay una meta.

El viaje del carro

Aunque se desconoce el origen definitivo, sugiriéndose Egipto o Mesopotamia, Platón tan solo reflejaba una alegoría antigua sobre el gobierno de los líderes, que deben hacer uso de sus cualidades para gobernar sabiamente, sin dejarse llevar por las emociones. En el proemio de Parménides de Elea, un joven inexperto viaja por las puertas del Noche y el Día, impulsado por rápidas yeguas y guiado por las asistentas divinas. Allí conoce a una diosa que le revela el camino de la persuasión, que deben aprender los hombres para adquirir el conocimiento de lo que es el ser.

El viaje en el carro era un recurso recurrente en la Ilíada, empleado por Atenea y Hera (Ilíada 5:719-752), Zeus (Ilíada 8: 41-50, 438-440) y Poseidón (Ilíada 13: 23-38); el viaje de Telémaco en los cuatro primeros capítulos de la Odisea; en la Afrodita con el carro alado de Safo de Lesbos, que gobierna sobre los corazones de los mortales, así como en las musas de Píndaro, que celebran la victoria olímpica de Efarmosto de Opunte. Por ello, era un recurso que representaban las actuaciones divinas, la madurez y la gloria.

Aruna disparando desde su carro de 4 caballos blancos, acompañado por Krishna.

En la India, el Katha Upanishad (s. V-I a.C.), dice que "conocerse a uno mismo para ser el amo del carro, y el cuerpo del carro. Conocer el intelecto para ser el auriga, y la mente para ser las riendas". En el Bhagavad Gita (s. V-II a.C.), el príncipe Arjuna es acompañado y apoyado en su carro por Krishna, que no ha revelado aún su naturaleza divina. El texto explica que Arjuna se enfrenta a la vida como nosotros, asistidos y guiados por lo divino en los momentos más difíciles, aunque sin saberlo. No obstante, tampoco podemos hacer que esta asistencia actúe en nuestro nombre. Por lo tanto, Krishna actúa como la voz de la conciencia que guía e inspira. A pesar de ello, Arjuna finalmente le suplica ayuda cuando descubre su identidad, revelando, como indica Platón, que los mortales siempre buscan el bien, lo divino, pero que no es digno rendirse a los ruegos.

El motivo del carro para representar los movimientos y acciones divinas estuvo presente en la visión de Ezequiel, que precede la escritura de Fedro (370 a.C.), pues se sitúa en el exilio a Babilonia (582-539 a.C.). En esta, aparecen cuatro querubines, seres alados de cuatro caras que se mueven junto a las ruedas del carro. En Comentario sobre Ezequiel, Jerónimo de Estridón afirma que la cara humana se corresponde con el auriga de Fedro, el león con el caballo blanco y el toro con el caballo negro, mientras el águila era la parte trascendente del psique que vigila a las demás. Más allá de la conciencia, el ángel personal que nos protege es un tipo de espíritu tutelar presente en el judaísmo y el cristianismo con el ángel guardián y el qareen en el islam.

Carta del tarot de El carro.

En el tarot, el Carro representa la victoria y la superación de adversidades a través del control y la confianza, pues el auriga carece de riendas al dirigir con su fuerza de voluntad. Su imagen es similar a la alegoría del carro alado, pudiendo sustituir los caballos por esfinges pero, en el tarot de Thoth de Aleister Crowley y Frieda Harris, toman un aspecto similar a la visión de Ezequiel.

Fuente

  • Robert, E. G. (2014). From Charioteer Myth to Shoulder Angel: A Rhetorical Look at Our Divided Soul. Editorial Statement, 10, 36-49.


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