Mantícora, la bestia antropófaga india


Si te mencionara a una criatura con cuerpo de león y cara humana que mata a personas, tu primera opción sería la esfinge, pero hay otro felino quimérico que no se anda con acertijos: la mantícora, que se alimenta de humanos.

Texto original


En Índica, Ctesias de Cnido mencionó una criatura llamada martícora (Μαντιχορας), de nombre masculino, del tamaño de un león y un color tan rojizo como el cinabrio. A pesar de su cara y orejas humanas, con ojos zarcos, es decir, azul claro, tenía tres filas de dientes y una cola como un escorpión, con un aguijón al final de un codo de largo (~46 cm). Esta tenía dos aguijones laterales y uno sobre la cabeza, produciendo heridas letales, salvo al elefante. Aparentemente, podía lanzar aguijones como flechas, de un pie de largo y ancho como un junco, tanto hacia delante como en línea recta hacia detrás a una distancia de 30 metros. Aunque se alimenta de otros animales, al ser los humanos las principales presas, los griegos le llaman andrófagos (Ανδροφαγος). El nombre martícora tendría el mismo significado, pues provendría del persa antiguo martīya ("hombre") y el lexema xuar- ("comer"). Estos se defienden también con sus garras y son cazados en la India con elefantes. Por último, su rugido suena como un salpinx.

Menciones clásicas


Este es un fragmento que conocemos a través de Biblioteca de Focio I de Constantinopla. Previo a él, otros autores citaron esta criatura en sus obras. Aristóteles lo menciona en Historia de los animales. Añade que tiene garras como un león, su cola de escorpión está cubierta de espinas en vez de pelos y es tan rápido como un ciervo. Situándola en Etiopía y dándole su nombre actual, Plinio el Viejo se apoya en Juba II para asegurar que imitaban el habla humana y tenía cuerpo de león. Pausanías únicamente razona que se trata de un tigre. En Historia de los animales, Eliano engrandece a la criatura, que se alimenta de grupos de hombres y cuyas espinas crecen inmediatamente al lanzarse. Prácticamente la considera imbatible, pues asegura que son capturadas siendo jóvenes, cuando sus aguijones no están desarrollados, y presentadas al rey persa. Por el contrario, en Vida de Apolonio de Tiana de Filóstrato de Atenas, el indio Yarcas afirma no haber oído hablar de ningún animal flechador. En el Tratado contra Hierocles, Eusebio de Cesarea menciona esta misma conversación. En De mirabilibus mundi, Solino destaca su salto, que puede superar cualquier barrera. Es en estas citas, con el cambio de su nombre, cuando también cambia su género.

Edad Media

Descripciones del mundo


Por su ausencia en el Physiologus y Etimologías de Isidoro, la mantícora no se incluiría hasta la segunda familia de bestiarios, cuando se extrajo información de Solino. Con la misma fuente, aparecería antes en el relato de Foucher de Chartres sobre la primera cruzada en Historia Hierosolymitana (1100-1127), a modo de bestiario sarraceno (De diversis generibus bestiarum et serpentium in terra Saracenorum), y seguiría apareciendo en tratados geográficos un siglo después, situándose en las antípodas. No obstante, su situación en los mapas es variada, sea entre el río Coaspis en Babilonia y la India o entre el mar Caspio y Armenia. En Imago mundi, Honorio de Autun le otorga voz humana.

Su presencia se incluye en las aventuras del Romance de Alejandro, donde el macedonio ayuda a Aristóteles a completar su obra enciclopédica. Lo mencionaría de nuevo Thomas de Kent en Roman de toute chevalerie.

Bestiarios


La mantícora comenzaría a aparecer en los bestiarios con Hugo de Fouilloy, donde no se incorpora ninguna interpretación moralizante. La traducción de los textos aristotélicos, del árabe al latín por Miguel Escoto y directamente del griego por Guillermo de Moerbeke, generará una criatura duplicada llamada maricon morion, maryton morion o mauricomorion. Esto también le pasará a la hiena, que Miguel Escoto llamará zalio o zybo.

En De animalibus, Alberto Magno comienza citando al persa Astiages a través de Avicena, que lo llamaba Astiseo, y para quien el nombre griego maricon morion significa "loco" (vir insanus), partiendo del griego môrós (μωρός, "estúpido") y del latín maritus ("esposo"). Proporciona detalles adicionales a sus características, como que sus tres filas de dientes le permiten separar la carne en tres piezas, sus ojos son marrones o muda su pelo. Este incorpora una historia basada en el arquetipo del "hombre peludo", donde una pareja fue encontrada en un brezo desierto en los bosques de Sajonia, cerca de Dacia (sic). Esta tenía forma humana, pero los cazadores y sus perros mataron a la hembra. El macho fue domado, aprendiendo a caminar y a pronunciar con dificultad algunas palabras, pero sin lograr raciocinio, adquirir vergüenza ni abandonar su lujuria por las mujeres humanas.

Posteriormente, como también hace Tomás de Cantimpré en Liber de Natura Rerum, incorpora dos descripciones de la mantícora, reconociendo que son similares. La diferencia radica en que, a la primera, la llama maricon morion/mauricomorion, le añaden añade melena de león y ojos marrones, en vez de grises. En cambio, Vicent de Beauvais supo reconocer en Speculum naturale que esta duplicidad era producto de las distintas traducciones. Este autor también describe su habla como un relincho.


Pierre de Beauvais asegura que vuela por el aire como un ave, una observación derivada quizás de la agilidad que le confirió Solino. En siglos posteriores, sus ojos glaucos seguirían cambiando de color: amarillos en Li livres dou tresor de Brunetto Latini, negros en el Hortus sanitatis de Johannes de Cuba, de cabra en Image du monde de Gossuin de Metz u ojos de búho cubiertos de pelo en Commentariorum urbanorum octo et triginta libri de Volaterranus. En su traducción de la obra de Latini, Bono Giamboni la describe con cuatro patas arriba y otras cuatro abajo. Jacobo de Vitry reemplazó la cola de escorpión por una de serpiente, pues su voz se había estado describiendo como una sibilancia demoniaca, con la que atraía a los hombres como una sirena. Esta es una cualidad solapada con las hienas y seres afines de los bestiarios, pues estas merodean lugares habitados e imitaban a su víctimas.

Desde el siglo XIV, la mantícora es claramente una criatura del demonio. En el tratado Moralisatio avium et quadrupedum en Basilea, su color sangriento eran el velo de la devoción y la caridad; su voz musical, las palabras dulces y la cola del escorpión y su veneno, el pecado que se muestra a plena luz del día. Su creación habría sido un producto de la unión antinatural de un humano y una bestia.

Renacimiento y ficción

La mantícora no desaparece en el Renacimiento. En el Sepmaine de Guillaume de Salluste du Bartas, se menciona con la hiena y el simio nubio ceph como poseedores de la voz humana.André Thevet la rediseña en Cosmographie univeselle, llamándola maricosach, situándola en los desiertos de Mongolia y describiéndola con piel blanca con manchas negras y grises. También se convierte en un recurso de la ficción en Voyage des princes fortunez de François Béroalde de Verville, donde el sabio Sarmedoxe debe enfrentarse a ella para obtener unas hierbas perennes que le otorgan longevidad. En este caso, tan solo conserva su ferocidad y su aspecto, mezcla de humano y bestia, pero también de ave. Además, se muestra simpática para quienes mantienen la calma.

Ya en la época de Linneo, este tipo de criaturas se descartaron como totalmente ficticias. Louis de Jaucourt se apoyó en Pausanías para identificarlo con un tigre. Quince años después, Johan Christian Fabricius describió al escarabajo Manticora maxillosa, hoy Manticora tuberculata, en el Cabo de Buena Esperanza por sus prominentes mandíbulas.

Fuentes

  • Resnick, I. M., & Kitchell Jr, K. F. (1996). Albert the Great on the ‘Language’of Animals. American Catholic Philosophical Quarterly, 70(1), 41-61.
  • Enenkel, K. A. (2014). 2 The Species and Beyond: Classification and the Place of Hybrids in Early Modern Zoology. In Zoology in early modern culture: intersections of science, theology, philology, and political and religious education (pp. 55-148). Brill.
  • Fritz, J. M. (2003). Du tigre au coleoptère: avatars médiévaux et moderne de la manticore. Reinardus. Yearbook of the International Reynard Society, 16(1), 83-105.

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