La serpiente tentadora del Edén, peón o diablo multiforme
En el jardín del Edén, la serpiente tentó a Eva a comer el fruto del conocimiento del bien y el mal (Génesis 3:1-6). Habitualmente, esta serpiente se identifica como Satán o un intermediario suyo, pero es una relación no presente en los pocos versículos en los que se le menciona. Entonces, ¿quién era? ¿por qué se le identifica con el diablo? ¿Era realmente una serpiente?
Una serpiente corriente
La serpiente del Edén debió ser uno de los animales creados por Yahvé para acompañar al hombre (Génesis 2:18-20). Aunque la Biblia emplea términos específicos para referirse a serpientes de capítulos y libros posteriores, aquí se emplea el término genérico (hebreo: נחש, nāḥāš) y nada siniestro. Este término coincide con verbos y nombres con la raíz n-ḥ-š relacionados con la adivinación del futuro. También era un nombre de israelitas (2 Sam 17:25) y amonitas (1 Sam 11:1-2), presente como Naas en las traducciones.
Atendiendo a los términos usados y a la gramática, la serpiente se considera un animal destacado entre el resto, asociándose con la sabiduría. Los adjetivos que se usan con ella son comunes a los utilizados con las personas previsoras y perspicaces, capaces de tensar los límites de lo que se puede hacer sin llegar a cruzarlos, que tienen una lengua viperina y engañosa, aún sin ser mentirosos consumados. Con todo, en el Antiguo Testamento, las serpientes no son consideradas criaturas malvadas.
Dado que es condenada a arrastrarse y comer polvo, se intuye que antes no era
así. Sin embargo, el texto no sugiere la presencia de extremidades o el uso de
estas. El verbo usado para caminar también se usa indistintamente para el
desplazamiento de la niebla, las ruedas, el viento o las sombras. A pesar de
ello, el medio de locomoción fue un tema constante en las discusiones, que
además influyeron en las representaciones. No solo se debatía sobre la
presencia o no de extremidades, sino también si la condena se aplicaba a sus
descendientes. Aunque las conclusiones solían implicar características
fantásticas, también se tuvo en cuenta la presencia de serpientes que podían
elevar parte del cuerpo. Una posibilidad coherente en el contexto bíblico, es que fuera un serafín, una serpiente alada, y que perdiera las alas al ser condenada.
Algo más que una serpiente
La identificación de la serpiente como Satán proviene del periodo intertestamentario (200 a.C.- 200 d.C.). Esta relación puede verse en los evangelios apócrifos, como el Libro de Sabiduría de Salomón 2:24, donde se dice "A través de la envidia del diablo entró la muerte a este mundo", o en La vida de Adán y Eva 17:4, donde ella declara que "el diablo me respondió a través de la boca de la serpiente", seduciéndola como los vigilantes a las mujeres con las que tuvieron a los nefilim. La relación más influyente se muestra en el Apocalipsis de San Juan 20:2, donde dice "el dragón, la antigua serpiente, que es llamada el Diablo y Satán". La asociación entre Satán, el diablo y la serpiente del Edén pudo deberse a influencias externas, especialmente del zoroastrismo, donde existe una dualidad absoluta entre el bien y el mal.
Una alternativa es que la serpiente realmente fuera un animal corriente, pero
que fuera controlada por una entidad superior. En
Los capítulos del Rabino Eliezer el Grande (s. IX d.C.) de
Pseudo-Eliezer, es el príncipe celestial Samael quien desciende con sus doce
alas a la Tierra y observa que la serpiente es la más malvada de los animales.
Para que cumpla su voluntad, la doma cabalgándola, pues la interpretaba con la
apariencia de un camello. Para Andrés de San Victor, que alguien controlase a
la serpiente era la razón por la que Eva no se asustó cuando la serpiente
comenzó a hablarle. También se cree que su apariencia similar a la de los serafines, las serpientes aladas, fue la que ofreció la familiaridad para no provocar miedo. De esta manera, tendría más sentido que su condena fuera a arrastrarse por el suelo.
La tercera opción implica que Satán, atado en el infierno, envíe a un
subordinado para tomar la forma de una serpiente. En la obra anglonormanda
Le Jeu d'Adam, el diablo aparece primero en persona con apariencia
amigable para luego hablar con Eva a través de una serpiente artificial. En el
Salterio de San Albano la situación es más rocambolesca, pues la
serpiente emerge de la boca de Satán para entregarlo la fruta.
La astucia de la serpiente
Cuando Yahvé prohibió a Adán comer del árbol del conocimiento, indicó que moriría por ello. Al hacerlo, no le despojaba de una vida inmortal, sino que cesaba una existencia de por sí finita. En el momento que la serpiente pregunta sobre la advertencia divina, Eva le responde añadiendo las consecuencias de la transgresión. Aquí se sobreentiende que Adán comunicó la advertencia, pues ninguno estaba presente cuando se formuló por primera vez. Aún con eso, la astucia de la serpiente se demuestra en que el aviso fue dirigido en masculino singular. Como en otras lenguas, en hebreo debería usar el masculino plural para referirse tanto a un grupo mixto como a uno totalmente masculino. Por lo tanto, el veto no debía aplicarse necesariamente a ella.
Una creación doble
Un pequeño detalle del mito de la creación es que se cuenta dos veces en el
Génesis debido a que se combinaron los
relatos de distintos autores. En la fuente P, el hombre y la mujer son creados simultáneamente a imagen
de Dios. Por el contrario, en la fuente J, es la serpiente quien lleva a los
humanos a comer el fruto para ser como Dios.
Representaciones
Las primeras representaciones provienen de sarcófagos y catacumbas de los siglos II-III d.C., como en el bautisterio de Dura Europos. Sus primeras imágenes pudieron estar influenciadas por el arte pagano que mostraba el jardín de las Hespérides, con las manzanas doradas y el dragón Ladón. El motivo se mostraría posteriormente en retablos, biblias ilustradas, manuscritos teológicos, literatura medieval, murales, vitrales, esculturas y orfebrería. Aunque la composición asimétrica, con los humanos a un lado y el árbol al otro, era la más antigua, pudiendo ser previa al cristianismo, la composición simétrica predominó desde el comienzo de la Edad Media. En esta, el árbol y la serpiente eran el centro de la composición, con Adán y Eva a los lados y, puntualmente, el diablo apartado de la serpiente. Como en la obra de Hans Baldung, en su lugar podía aparecer la muerte personificada.
Al comienzo, dado que Adán y Eva se cubrían con hojas de higuera, se suponía que el árbol pertenecía a la misma especie. Contemporáneamente se mostraba como una vid, ya que, como ocurrió con la embriaguez de Noé, era una planta que traía desgracia a los hombres. Además, el vino permitía relacionarlo con la sangre de Cristo. A partir del siglo IV, en la Galia se originó la identificación con el manzano, donde estos árboles eran más comunes que las higueras. A esto se le suma la confusión entre manzana (mālum) y malvado (mălum) en latín y quizás posibles influencias mitológicas paganas. En la Edad Media, el árbol podía ser un cerezo o un árbol de cítricos, ya sea un limonero o un naranjo.
En el árbol, la serpiente se encuentra habitualmente enroscada al tronco, ya sea susurrando a Eva o entregándole la fruta. Ahora bien, el mayor problema supone representarla antes de ser condenada a arrastrarse por el suelo. La Biblia no la describe físicamente ni cómo se desplazaba, por lo que las soluciones a este problema eran imaginativas cuanto menos. El rabino Simeon ben Eleazar razonó que tenía el aspecto sinuoso de un camello, pero que la condena le despojó de sus patas y el don del lenguaje. Esta apariencia se ilustra en los octateucos bizantinos del siglo XII. Algunas representaciones medievales le otorgaban alas, que podían ir acompañadas de un cráneo humano u orejas y patas de perro, como en el Salterio de Huntingfield. Esto respondía a la observación de Isidoro de Sevilla en Etimologías, para quien las serpientes y los dragones recuperaron eventualmente las alas y las patas. Esta característica afectó también a las representaciones del basilisco, la anfisbena, el áspid o la bestia del Apocalipsis de Juan a partir del siglo X. Otra opción más conservadora, pues no implicaba incorporarle miembros, era situar a la serpiente erecta, sosteniéndose sobre la punta de su cola, como se ve en la Biblia de Grandval. Por otra parte, el aspecto más radical es el de la serpiente con el aspecto de la esfinge con una cola terminada en cabeza de ofidio, como la quimera.
Una motivación para reinterpretar a la serpiente concernía la naturalidad con
la que Eva hablaba con ella. Eso presentaba dos opciones: o bien Eva tenía
apariencia de serpiente, o la serpiente tenía aspecto de mujer. De esta
manera, la serpiente compartiría actitudes y cualidades físicas de
las sirenas
y de Melusina, cuyas mitades inferiores solían intercambiarse. Esta
representación se introdujo a principios del siglo XIII, influenciada por
Historia Scholastica de Petrus Comestor, pudiendo aparecer con una Eva
con rasgos reptilianos. Aunque esta forma se asocia popularmente con
Lilith, no parece que tuviera mucha influencia en el arte medieval. De hecho, solo
en el Zohar se la compara con una serpiente.
Puntos comunes con la epopeya de Gilgamesh
En la epopeya de Gilgamesh, Enkidu es un hombre que vive salvaje, pero es domado por una prostituta, civilizándose y usando ropa. Desde entonces deja de tener relación con los animales. Cuando muere después de varias aventuras con Gilgamesh, este busca una hierba rejuvenecedora para revivirlo, pero una serpiente acuática se la roba. En ambos casos, interviene una serpiente en relación con una planta y una mujer está implicada en la pérdida de la inocencia del hombre.
Fuentes
- Zevit, Z. (2013). What Really Happened in the Garden of Eden?. Yale University Press.
- Wray, T. J., & Mobley, G. (2014). The birth of Satan: tracing the devil's biblical roots. St. Martin's Press.
- Friedman, R. E. (2003). The Bible with sources revealed (p. 400). HarperSanFrancisco.
- van Leeuwen, I. A. (2021). Evil woman? She-devil? Monster? A study on the cultural context of the snake with a woman’s head in the iconography of the Fall (Master's thesis).
- Kelly, H. A. (1972). The metamorphoses of the Eden serpent during the Middle Ages and Renaissance (pp. 301-328). University of California Press.
- Forsyth, N. (1989). The Old Enemy: Satan and the combat myth. Princeton University Press.