¿El supervolcán de Yellowstone se acerca a una erupción inminente?

Caldera de Yellowstone.

Es frecuente ver cómo, en cierto tipo de documentales, intentan llamar la atención alertando del cataclismo de la futura erupción de Yellowstone. Lo suelen situar como un suceso que debería haber ocurrido, por lo que la tragedia es inminente. Se aprovechan de la incapacidad de la geología para hacer predicciones exactas pero, ¿realmente hay un riesgo real del que debamos preocuparnos?

Supererupción cataclísmica


Durante el Pleistoceno (2,58 MdA-11700), periodo en el que ocurrieron las glaciaciones, Yellowstone tuvo tres supererupciones o grandes erupciones formadoras de calderas. La primera ocurrió hace 2,06 millones de años, formando la toba de Huckleberry Ridge con una masa de 2450 km3; la segunda hace 1,29 millones de años, responsable de la toba de Mesa Falls con 280 km3 y la tercera hace 640000 años, creadora de la toba de Lava Creek con 1000 km3.

En el último cuarto del siglo XX, David M. Raup y Jack Sepkoski defendieron la polémica idea de las extinciones periódicas, que se repiten cada 26 millones de años. Esto provocó la formulación de nuevas hipótesis, como Némesis, una supuesta enana roja o marrón en las afueras del Sistema Solar que desviaba asteroides, lo que también se alineaba con el entonces reciente descubrimiento de las pruebas que apoyaban el impacto de un meteorito al final del Cretácico. Por lo tanto, era lógico buscar posibles amenazas también en nuestro propio planeta. 

Sin negar la sexta gran extinción causada por la acción humana, los estudios posteriores sobre un registro fósil más amplio pusieron en duda la periodicidad e inevitabilidad de estas extinciones. Al girar la mirada hacia Yellowstone, uno no puede evitar prestar atención a la actividad volcánica de nuestro planeta. Como con los terremotos, siempre hay algún volcán en erupción. Algunos como el Etna o el Kīlauea, dan la cara con frecuencia, mientras otros amenazan con volver. La frecuencia de estas erupciones suele ir en consonancia con la potencia en el índice de explosividad volcánica (IEV). Dado que se estima que ocurre una erupción de nivel 8, el máximo, como mínimo cada 50000 años y la diferencia entre las erupciones del Yellowstone ronda entre los 650000-770000 años, se podría asumir que la próxima debería seguir este patrón.

Por esta razón, cualquier tipo de actividad volcánica que presente Yellowstone puede interpretarse como una señal de alarma. Al pensarse como una consecuencia inevitable, puede llevar al pánico y a la ansiedad ante una serie de falsas advertencias. Este tipo de erupciones son las menos frecuentes, pudiendo ocurrir, de media, cada 100000-200000 años, registrándose tan solo 26 en el Cuaternario, el periodo que comprende tanto al Pleistoceno como al Holoceno, el periodo actual. El número aumentaría a tan solo 47 si las fechas se extendieran hasta el Ordovícico (485 MdA). No obstante, esta media es engañosa, pues se han producido en periodos relativamente cercanos en el tiempo. Teniendo en cuenta tanto esto como que siempre se parte de una información parcial, pues siempre se van descubriendo datos de aquello que se ha conservado, es complicado hacer una predicción, más cuando la ciencia no ha sido testigo en directo de este fenómeno. Además, no solo se tienen a las últimas supererupciones como candidatos, sino que puede incorporarse un nuevo miembro al nivel 8 del IEV. 

En el caso de Yellowstone ocurre como con otros responsables de supererupciones: pueden tener y tienen actividad de menor intensidad. De hecho, la desgasificación volcánica de Yellowstone es mayor que la del resto de volcanes activos, aunque está muy por detrás de la producción de gases por la actividad humana. La gran amenaza de la que viven los documentales tendenciosos es la opción menos probable. Hay más riesgo de explosiones hidrotermales o emisiones de gases tóxicos. Incluso limitándonos a erupciones, son más posibles las erupciones riolíticas en el interior de la caldera o erupciones basálticas o riolíticas pequeñas fuera de esta. 

Siempre puede ocurrir lo imprevisto y encadenarse las condiciones necesarias para una supererupción, pero las observaciones indican que parece muy poco probable, pues no almacena suficiente magma. Lo que sí es seguro es la imposibilidad de defender una conclusión calamitosa en base a datos tan limitados, como ocurrió con el supuesto megatsunami de Cumbre Vieja, como los periodos que separaron tres erupciones. Aunque sigue siendo más frecuente que el impacto de un gran meteorito, las supererupciones son fenómenos extremadamente raros que se han encadenado en periodos concretos de la historia de nuestro planeta. Es bueno estar preparado, pero más conveniente hacerlo con aquellos peligros más realistas, como las erupciones de menor intensidad.

Fuentes

  • Girard, G., & Stix, J. (2012). Future volcanism at Yellowstone caldera: Insights from geochemistry of young volcanic units and monitoring of volcanic unrest.
  • Self, S. (2015). Explosive super-eruptions and potential global impacts. In Volcanic hazards, risks and disasters (pp. 399-418). Elsevier.
  • Mason, B. G., Pyle, D. M., & Oppenheimer, C. (2004). The size and frequency of the largest explosive eruptions on Earth. Bulletin of Volcanology, 66(8), 735-748.
     

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