¿Por qué Crisipo se reía viendo a un burro comer higos?

Burro rebuznando junto a un acantilado al mar.

Se cuenta que el filósofo Crisipo de Solos murió por beber demasiado o de risa al ver a un burro comer higos y pedir que le dieran vino para acompañar. No es descartable que estuviera bebido y tuviera la risa tonta con el burro, pero, ¿dónde estaba la gracia?

Risas que matan

Dos burros comiendo sobre una valla.

Los motivos de la muerte de Crisipo de Solos (279-206 a.C.) nos lo cuenta Diógenes Laercio (180-240 d.C.) en el séptimo capítulo del séptimo volumen de Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres. Ocurrió durante la Olimpiada 143 (208-204 a.C.), cuando tenía 73 años. Por una parte dice que, cuando estaba en el Odeón, sus discípulos lo llamaron para que acudiera a una fiesta de sacrificio. Habiendo bebido mucho vino dulce sin mezclar con agua, le dieron unos mareos y murió al quinto día. Por otra parte, también dice que murió de risa cuando un burro se comió sus higos y él le pidió a la vieja que le diera vino para acompañarlo.

No fue el único con este final. Valerio Máximo explica que al poeta cómico Filemón (362-262 a.C.) le habían preparado unos higos, pero un burro comenzó a comérselos. Aunque llamó a un esclavo para que lo ahuyentara, tardó tanto que, para cuando llegó, se los había comido todos. Entonces le dijo que podía aprovechar y darle un poco vino sin diluir (merum). Riéndose de su propio chiste, y como ya estaba frágil, se ahogó de la risa. Aunque Suidas, Hesiquio y Luciano comparten este relato, Plutarco en An seni sit republica gerenda sit asegura que pereció durante una victoria en un concurso dramático y Claudio Eliano, Suidas y Apuleyo en Floridas creen que murió tranquilamente llamado por las musas mientras componía su última y mejor obra.

Aunque se discute que Filemón podría ser de Siracusa, también podría ser de Solos, Cilicia, en la actual costa sur de Turquía. De ser así, ambos tendrían la misma procedencia y habrían acabado en Atenas. Como Filemón, según Sexto Pompeyo Festo,  Zeuxis también murió riéndose de su propia pintura de una vieja como Afrodita.

Ahí no acaban las coincidencias. Según Tertuliano en Sobre el alma, Marco Licinio Craso Agelasto, llamado así porque odiaba la risa, tan solo se rió una vez en su vida y murió por ello. A pesar de su agnomen, Cicerón, siguiendo a Lucilio, y aquellos que los citan, también comparten que se rió una vez. Jerónimo de Estridón añadió la causa: un burro comiendo cardos.

Chiste recurrente

Mosaico bizantino de un hombre llevando una cesta de alimento a un burro.

Teniendo a un burro y a un chiste, era inevitable su presencia en Lucio o El asno de pseudo-Luciano y La metamorfosis o El asno de oro de Apuleyo. En el capítulo III del décimo volumen de este último, Lucio, aún transformado en burro, es comprado por unos hermanos, esclavos de un amo rico. Un esclavo era un cocinero y el otro un panadero. Cuando se iban a lavar, él se comía las sobras que dejaban sobre la mesa. Esto levantó sospechas y los hermanos se acusaron, mientras el burro estaba cada vez más rechoncho. Cuando las sospechas se dirigieron a este último, fingieron que iban a lavarse y lo vigilaron, riéndose al verlo comer e invitando a todos a verlo. Al final, lo invitan a comer alimentos enteros, incluido carne y vino en una copa de oro.

Este capítulo es una parodia de las obras de Plauto, pero donde es el burro, no los cocineros, quien roba la comida. En el banquete, actúa como un parásito (parasītus), compañero (sodālis) o camarada (contubernālis). En la versión de pseudo-Luciano, el burro bebe el vino diluido, pero no es así en la obra de Apuleyo, donde un bromista sugiere darle vino puro y el señor añade que aceptaría incluso vino con miel (mulsum). La reacción que genera también es distinta. Mientras en pseudo-Luciano produce vergüenza, en Apuleyo es responsable de tantas risas que al señor le duelen las tripas.

Apuleyo parece recurrir a una broma recurrente donde se traspasaba el límite de los animal y lo humano. Este papel también lo ocupaban los monos. En El banquete de los eruditos de Ateneo, se cuenta que Anacarsis acudió a una fiesta y no se reía de los bufones, pero no pudo contener la risa ante un mono. Las cosas de monos (pithēkismos) eran la imitación, los simios buscaban la similitud. Aunque estas dos últimas palabras no estén relacionadas etimológicamente, refleja los juegos de palabras de los romanos. Como se puede ver en la Metamorfosis de Ovidio, se comparaba a quien ríe (ridet) con el burro que rebuzna (rudet) debido al parecido de sus gestos (rictus) y sonidos. La risa era propia de los humanos, y quizás de las grullas, pero esta nos hacía parecernos a los burros. Es decir, cruzamos en sentidos opuestos la separación entre humano y animal. Es más, tanto burro (ὄνος, ónos) como vino (οἶνος, oînos) siguen los juegos de palabras desde el griego. Para los antiguos griegos, la palabra higo (σῦκον, sûkon) tenía el mismo doble sentido que en español. En cuanto al cardo, se solía decir que los "cardos son como la lechuga para los labios del burro". En una fábula de Valerio Babrio, un zorro en vio a un burro comer cardo y se preguntó cómo podía consumir algo tan espinoso con una lengua tan suave. Es posible que la presencia del higo, su doble sentido y su sustitución por un cardo tengan relación con el impacto del chiste. Incluso seguro que, con los labios y lengua suaves que comen higos/cardos hasta hartarse, aunque tengan "espinas", podréis imaginar una situación donde rematar con la recomendación de vino fuerte. Después de todo, tanto el vino puro como los higos se vinculaban a Dioniso y este con el sexo.

Fuentes

  • Smith, W. (1867). Dictionary of Greek and Roman biography and mythology (Vol. 2). CC Little and J. Brown.
  • Beard, M. (2014). Laughter in ancient Rome: On joking, tickling, and cracking up (Vol. 71). Univ of California Press.

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