Los colores del mar
Aquellos que vivimos junto a la costa percibimos que el mar no tiene un tono constante, que puede ser distinto en zonas delimitadas o incluso alterarse en toda la superficie con un cambio de tiempo o de marea. Sabemos que, en su conjunto, el océano es azul porque refleja la luz con una longitud de onda de entre 460 y 482 nm, es decir, la luz azul. Como con cualquier color de cualquier objeto, solo vemos los colores que refleja. Aquí hay que descartar el mito del reflejo con el cielo, ya que de ser cierto, los paisajes paradisíacos de mares turquesa necesitarían un cielo distinto al de los mares cotidianos. Pero, dicho esto, ¿qué produce el resto de colores del océano?
Habréis visto alguna vez, si no, lo haréis porque su popularidad es cíclica a pesar de tener más de 10 años, la imagen del Golfo de Alaska donde el mar se divide en dos porciones de distinto color como las fronteras de los mapas. Al verla, algunos se pensarían que, quizás, los mares sí tenían unos límites fijos, que los cartógrafos no los habían separado arbitrariamente. En esa foto en concreto, una parte del océano llevaba los sedimentos arrastrados desde las montañas, especialmente hierro, por el río Copper, que desciende del glaciar homónimo con especial fuerza en verano. Al final, este límite desaparece mientras las aguas se mezclan.
Aún así, esa imagen solo puso el foco en cómo puede variar el color del mar, incluso bruscamente, sin un gradiente entre un tono y otro. Los colores posibles, como ya se hizo con los colores de la atmósfera, tienen una explicación que estudia la radiometría de color oceánica. Esta disciplina analiza la interacción entre la luz visible del Sol y los ambientes acuáticos, permitiendo calcular la masa de fitoplancton o la concentración de otros materiales vivos o inertes.
La presencia de cocolitóforos, unas algas unicelulares presentes en todos los océanos y cubiertos en una cubierta de calcita, dispersan la luz y tiñe las aguas de verde, especialmente en verano tras su floración. En las costas puede llegarse a mostrarse como una voluminosa marea espumosa.
Las diatomeas, otro tipo de fitoplancton, florecen al principio de la primavera, cuando el mar está lo suficientemente calmado para que estas algas puedan permanecer en la zona iluminada por el Sol. los envuelve una frústula de silicato. Al igual que los cocolitóforos, dispersan la luz, aunque son menos brillantes. Al absorber la luz azul, el mar se ve más verde.
Imagen tomada por el satélite Aqua de la NASA entre Vanuatu y Nueva Caledonia |
En los trópicos y subtrópicos, la bacteria fotosintética Trichodesmium puede usar el nitrógeno directamente del aire y crecer donde no lo hace el resto del fitoplancton. Da un color rojizo, siendo considerada la causa más probable del nombre del mar Rojo.
No debe confundirse con las mareas rojas que, aunque puedan producirse naturalmente por proliferaciones de algas dinoflageladas, también se ven influidas por la actividad humana, como el vertido de aguas residuales o la lluvia contaminada. No siempre es peligrosa, pero algunas son especialmente tóxicas.
Imagen de la NASA de la península de Yucatán |
Los sedimentos y plantas en descomposición otorgan una tonalidad amarilla verdosa e incluso marrón al agua, especialmente cerca de la costa y las desembocaduras de los ríos. Aquí, el mar puede verse el mar de color verde, induciendo al error de calcular la presencia más fitoplancton de la cuenta.
Aunque el cielo no de color al océano, sí influye en él. Cuando está nublado, llega menos luz al mar y, por tanto, se refleja menos luz azul.
Fuente: Euroargo