Aquiles y el trastorno de estrés postraumático


El trastorno por estrés postraumático (TEPT) es una enfermedad mental producida por la exposición a una amenaza contra la vida o la integridad física con experiencias de impotencia y terror. Los soldados enviados a la guerra están entre los grupos con mayor riesgo de padecerla. Por ello, ¿podría el comportamiento de Aquiles en la Ilíada ser una expresión de esta patología en la antigüedad?

Puntos clave de la Ilíada


La Ilíada comienza con una epidemia de peste en el campamento aqueo que, según el adivino Calcante, no acabará hasta que la esclava de Agamenón, Criseida, sea devuelta a su padre. Aquiles lo considera una afrenta, pues como consecuencia perderá a su botín de guerra Briseida, prima de Criseida. Cuando Aquiles pierde su premio, se reduce su círculo social a unos pocos de sus soldados. Su meta se reduce a humillar a Agamenón, reduciendo aún más su círculo social a Patroclo.

Cuando Héctor remata a Patroclo, el dolor y la culpa reconcome a Aquiles, que desea haber ocupado su lugar. Estas emociones se convierten en ira vengativa contra los troyanos y, especialmente, Héctor. Sin esperanza de volver a casa, se considera un muerto viviente, insensible al dolor y al cansancio, comenzando un sangriento frenesí que le hacen sentir invulnerable. Se despoja del respeto característico por los guerreros enemigos, cometiendo atrocidades tanto con los vivos como con los muertos. Después de arrastrar el cadáver de Héctor en su carro de combate y celebrar el funeral de Patroclo, acepta la humanidad y mortalidad de su enemigo cuando su padre Príamo le pide su cadáver para cremarlo y enterrarlo adecuadamente.

Paralelismos con el TEPT

Una de las experiencias comunes de los veteranos con esta enfermedad es la traición de lo considerado correcto por parte de un superior. Estas pueden ser una acumulación de experiencias decepcionantes y/o limitantes, como el mal funcionamiento de las armas, los protocolos entorpecedores o que las órdenes de los superiores provoque bajas por fuego amigo, hasta que llegue una que colme el vaso. En el caso de Aquiles, que Agamenón le arrebate a Briseida, que tomó como trofeo de guerra en el asedio de Lirneso, es como si en la actualidad un superior le quitase una medalla a un soldado para quedársela.

A partir de esta traición se produce el distanciamiento más allá del grupo. La lealtad se reduce a este para formar una mentalidad de nosotros contra ellos. La polarización es tal que el grupo puede adquirir unos valoración positiva irreal. Tras la traición, Aquiles se muestra apático a las tragedias de los aqueos. Incluso cuando Agamenón manda a sus heraldos a pedirle disculpas y devolverle lo arrebatado con creces, Aquiles lo rechaza y también posiciona a los heraldos como traidores. Finalmente, su grupo se reduce de los mirmidones a Patroclo. Para Aquiles, son ellos contra el mundo, como muestra en la declaración del canto XVI: "Ojalá, ¡padre Júpiter, Minerva, Apolo!, ninguno de los teucros ni de los argivos escape de la muerte, y librándonos de ella nosotros dos, derribemos las sacras almenas de Troya". Patroclo se convierte en esa persona idealizada, con la que no hay secretos ni maldad. Esto se puede ver en sus descripciones, donde incluso los enemigos lo ven amable y fiel. Cuando muere, Aquiles le llora como a un íntimo compañero de armas.


La muerte de un compañero suele ser un momento de disociación, una desconexión de la realidad. Sin embargo, en la Ilíada se muestra como los compañeros lloran, especialmente porque el combate se suspendía por la noche. Se permite procesar la muerte de un compañero. No obstante, como sigue ocurriendo, Aquiles se muestra culpable de abandonarlo, de no haber evitado su muerte y no haber ocupado su lugar. A su muerte, confiesa que deseaba perecer en Troya y que fuese Patroclo quien volviera llevando a su propio hijo en su veloz barco, cediéndole su herencia, tierras y sirvientes. Al decir que la oscuridad, nubes oscuras o cegadoras cubren los ojos de Aquiles, Homero muestra como este ya se siente muerto.

La muerte de un camarada puede convertir el dolor en ira, especialmente durante el propio combate. Los soldados con este trastorno se describen en el combate como exaltados e intocables, cuyas acciones son ajenas de la moral del grupo. Sin embargo, este fenómeno se convierte en una reacción excesiva cuando su vida vuelve a la normalidad. No solo Aquiles entra en frenesí ante la muerte de un amigo, sino que el propio Patroclo también lo hace cuando muere el mirmidón Epigeo, o incluso el propio Héctor, recibiendo el calificativo de "loco" por Poseidón. En este frenesí, Aquiles es descrito como un dios salvaje.


Aunque actualmente se promueve la idea de exterminar al enemigo, la costumbre griega era honrarse mutuamente, aunque luchasen furiosamente. Esto se puede ver en las relaciones entre Héctor y Áyax o entre Glauco y Diómedes. Aquiles, como demuestra con el cadáver de Héctor, no respeta al enemigo e incluso el narrador desprecia sus acciones. Esta insensibilidad puede seguir manifestándose en los afectados en la actualidad.

Finalmente, Príamo se infiltra en el campamento griego con la ayuda de Hermes para suplicar recibir el cuerpo de Héctor. Zeus propició que Aquiles aceptara la petición. En esos momentos, con la muerte de Héctor y la muerte o esclavitud de sus descendientes, Príamo sabía que Troya caería y que no le quedaba mucho tiempo. A Aquiles tampoco. Ambos tenían en común su muerte inminente, signo de su propia humanidad. Son personas rotas de dolor, aisladas del mundo. Por ello, aunque Príamo no exige el cuerpo por medio de leyes o sanciones divinas que justifiquen la acción, no recibe ninguna negativa. Ambos lloran juntos, uno por su hijo, otro por Patroclo y su padre. Esta relación de confianza se observa entre los propios veteranos y con los terapeutas. Cualquier orden externa de este círculo es rechazada. Por ello, Aquiles recupera su humanidad, honrando a Héctor y ofreciendo una tregua a los troyanos, volviendo así a la normalidad.

No cantemos victoria

Este tipo de valoraciones se ha realizado con el mismo resultado con Odiseo en la Odisea de Homero; Epicelo y Aristodemo en Historias de Herodoto; Clearco en Anábasis de Jenofonte; los aterrorizados por la visión de guerreros armados y los enloquecidos por lo que vieron en la guerra de Gorgias. Incluso se han realizado estos diagnósticos en relatos de Shakespeare, la Biblia, el diario de Samuel Pepys e individuos de China del siglo XVII. 

Lógicamente, dado que los humanos modernos son equivalentes a los de la época clásica, ambos son susceptibles al trastorno de estrés postraumático y su presencia o ausencia es diagnosticable con los mismos criterios. Sin embargo, se corre el riesgo de discriminar a favor de aquello que apoye las hipótesis. Además, es común que se tenga en cuenta tan solo al individuo, pero no su ambiente. Es decir, en un ambiente distinto, su manifestación puede ser distinta, incluyendo la reducción o eliminación de la susceptibilidad. Aunque la guerra siempre es un entorno estresante, no se accede a ella con el mismo trasfondo. Los valores no son los mismos ni la forma en la que funciona el mundo. En la Grecia clásica era natural el conflicto entre regiones vecinas y no tenían un concepto de pacifismo, aunque conocieran los beneficios de la paz y las pérdidas de la guerra. Eso significa que su entorno le hacía menos susceptible al trastorno de estrés postraumático. Por lo tanto, esto dificulta un diagnóstico preciso.

Fuentes

  • Keane, T. M., Marx, B. P., & Sloan, D. M. (2009). Post-traumatic stress disorder: Definition, prevalence, and risk factors. In Post-traumatic stress disorder (pp. 1-19). Humana Press.
  • Shay, J. (1991). Learning about combat stress from Homer's Iliad. Journal of Traumatic Stress, 4(4), 561-579.
  • Crowley, J. (2014). Beyond the universal soldier: Combat trauma in classical antiquity. In Combat Trauma and the Ancient Greeks (pp. 105-130). Palgrave Macmillan, New York.
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