El caótico origen de Eros


¿De dónde surge el deseo? Hesíodo nos cuenta en la Teogonía que, tras el Caos, aparecieron Gea, Tártaro y Eros, siendo el último el más bello entre los dioses, con poder sobre lo divino y terrenal. Sin embargo, posteriormente en la misma obra, aparece como un mero acompañante de Afrodita junto con Himeros, mientras esta emerge de la espuma marina generada por los testículos de Urano. ¿Cómo pudo una entidad primigenia convertirse en un complemento de la diosa del amor? ¿Se trata del mismo Eros? ¿Tenían dos deidades con la misma función?

Un origen misterioso

Las preguntas aumentan porque este Eros primigenio ni se menciona en los textos de Homero ni en Trabajos y días, del propio Hesíodo. De hecho, en los textos homéricos, Eros no está personificado y las menciones al deseo en referencia a la lujuria ocurren en contadas ocasiones: cuando Paris siente un intenso deseo de yacer con Helena; también en la Ilíada, cuando, ayudada por Afrodita, Hera seduce a Zeus; en la Odisea, en la debilidad de las piernas de los pretendientes de Penélope al verla y, en los himnos homéricos, en el deseo de Anquises de oír a Afrodita. En la mayoría de los casos, el deseo alude a la voluntad de comer y beber o, en algunas ocasiones, de afligirse en luto.

En estos casos, el deseo solo tiene una connotación negativa en la Odisea, pues ese debilitamiento de las piernas, que Hesíodo también atribuye como epíteto de Eros prigimenio, es una alusión a una herida mortal. Es decir, ese deseo se describe en base a conceptos asociados a otros dioses ya establecidos, como Hipnos y Tánatos. Al fin y al cabo, estos también se representan como jóvenes alados cuyo poderes enturbian los sentidos. Además, la generación del deseo y amor parten de Afrodita, aunque, a diferencia de lo que cuenta Hesíodo, solo tiene poder absoluto sobre humanos y animales. En los dioses, incita al deseo y Atenea, Hestia y Artemisa se encuentran fuera de su dominio.

Eros primigenio


Por ello, cabría considerar si el Eros primigenio de la Teogonía es un intruso, una invención de Hesíodo o un reflejo de algo que se ha perdido. Entonces, es cuando tenemos que mirar a oriente, pues la clave podría estar en el periodo orientalizante, que comenzó a finales del siglo VIII a.C. y acabó con la expansión del imperio aqueménida en el siglo VI a.C. 

En la Teogonía, el conflicto de Cronos con su padre y sus hijos tiene una estructura similar a la Canción de Kumarbi. Este es un relato hurrita donde Alalu es derrocado por su copero Anu, quien a su vez sería derrocado por su copero Kumarbi, quien devoraría sus testículos y le dejaría huir. Anu le advierte que de sus testículos emergerán tres deidades que le derrotarán, pero Kumarbi solo consigue escupir a Tašmišu. Tras ir a buscar una forma de remediarlo, consulta a las parteras y diosas del destino Hutena y Hutellura, quienes le dicen que tendrán que sacárselos abriéndole la cabeza. Entonces le sacan a Teshub, dios de la tormenta, mientras el río Tigris emerge por una ruta sin concretar. Cuando quiere aplastarlo o devorarlo, recibe una piedra a cambio y se rompe los dientes. Aunque se desconoce cómo acaba, Teshub tiene un futuro favorable, pero no como monarca divino. En el Enūma Eliš, el mito de creación babilonio, también hay una división del cielo y la tierra, como la de Urano y Gea, pero la influencia de Eros podría estar más cerca.

En este periodo orientalizante, los fenicios dominaron el comercio en el Mediterráneo, expandiendo su cultura, su alfabeto y situando su idioma como la lengua franca de oriente. No tenemos un testimonio directo de sus mitos, pero, teniendo en cuenta cómo Ištar-Astarté dio forma a Afrodita y los fragmentos de la cosmogonía fenicia, podemos sospechar que el Eros primigenio tiene una posible base fenicia. Este ha sido referido en las traducciones como Poto. En estos, tiene una participación más activa en la creación y surge junto con la oscuridad, el caos y el viento, algo que recuerda al relato del Génesis, donde el viento o aliento sopla sobre la oscuridad del abismo, en un cielo y tierra caóticos, sin forma. Posteriormente, esta idea también se reflejaría en Ferécides de Siros, para quien Zeus se transforma en Eros para crear el universo, en la deidad órfica de Fanes y en algunos conceptos presocráticos.

Culto y genealogía


Durante siglos, Eros no recibiría culto. A pesar de lo dicho por Pausanías, para quien el culto más antiguo se hallaba en Tespias, en Beocia, autores anteriores lamentan su ausencia y no se han encontrado pruebas arqueológicas de su presencia durante el periodo orientalizante. De hecho, el concepto de Eros como deidad personificada era tan nebuloso que los antiguos griegos reconocían no tener claro su parentesco. Quizás partiendo de los mitos fenicios o del culto órfico,
Acusilao de Argos corrige a Hesíodo convirtiendo a Eros en hijo de Nix y Érebo. Safo de Mitilene es la primera en llamarlo hijo de Afrodita, pero también de Gea y Urano. Otra posible influencia fenicia se encuentra en Alceo de Mitilene, para quienes sus padres son Iris, la mensajera de los dioses que también aparecía ya con alas en el siglo VII a.C., y Céfiro, el viento del oeste. Como conclusión a la infidelidad contada en la Odisea, Simónides de Ceos lo convierte en hijo de Afrodita y Ares, heredando un poder destructivo. En El banquete, Platón lo relaciona con Afrodita a través de Poro y Penia, que se encuentran en su festividad. No obstante, personalmente me quedo con la opinión de Meleagro en Antología Palatina, que bromea asegurando que es un niño tan agotador que nadie quiere ser su padre.

De joven a niño


Ahora bien, si aceptamos que este Eros primigenio fue una influencia fenicia, ¿qué hay del joven acompañante de Afrodita? Se trataba de un compañero inseparable, pero no dejaba de ser otra deidad del amor, otro miembro más de su séquito, como Peito o las Cárites y, durante siglos, con menor presencia que estas. La disonancia es mayor si pensamos en este como el mismo dios primigenio, que estaría subordinado a una diosa con un dominio menor.

Para ello, debemos considerarlas como entidades originalmente independientes que, debido a la influencia de Hesíodo, se han conectado. Hasta el 570 a.C. ni siquiera se representaría, siendo visible en un pínax ático en los brazos de Afrodita junto a Himeros. Con la poesía de Íbico y Anacreonte en el siglo VI a.C., y el arte en vasos que inspiraron, el joven Eros comenzaría a obtener su autonomía. En esta época, Eros dejaría de aparecer meramente como un aspecto de Afrodita y se representaría sin acompañar a la diosa. En algunas de las imágenes expuestas en los simposios, tomaba la posición del erómenos, entregando regalos, anillos, aves o liebres; como un joven persiguiendo a los pequeños Erotes; tocando la lira o la flauta. 

Se trataba de un personaje juguetón cuya naturaleza se antojaba dañina. Su fuego era necesario para no sentir la "frialdad", pero también podía quemar. Como este, podía emerger sigilosamente y generar una enorme llama. Su arco y flechas eran herramientas de cazador, con las que sometía completamente a su presa. Las tempestades se podían comparar con él porque las provocaba en las mentes de los enamorados. Se mostraba como un boxeador o un jugador que pasaba la pelota, simbolizando el corazón del hombre, retando a demostrar su dominio conquistando a la persona deseada. En Argonáuticas de Apolonio de Rodas, las trampas que hace al jugar a las tabas con Ganímedes es la demostración de cómo, en algo tan azaroso como el amor, siempre sale victorioso. Por otra parte, si Eros comenzó en el arte como equivalente del erómenos, la presencia de Ganímedes, el erastés por excelencia, no parece fortuita. No obstante, para entonces, en el periodo helenístico, Eros ya era representado como un niño. 

En conjunto, Eros jugaba con la idea de la necesidad de amar, el riesgo de sufrir por amor y con el ideal griego de mantener el control sobre las emociones para no dejarse llevar sin rumbo por ellas. Medea es un ejemplo donde su amor por Jasón se manifiesta como una peligrosa locura, inestable y que le lleva a cometer actos que, de otra forma, habría evitado. Por esto, Cupido y Psique en Metamorfosis de Apuleyo diverge de la caracterización típica de Eros/Cupido/Amor, pues es este quien se enamora y Afrodita quien introduce dificultades en su relación.

Su popularización proporcionó detalles sobre su aspecto. Como Apolo, Céfiro y Dioniso, sería descrito con cabellos dorados, una característica propia de los dioses. Según los mitos, sus alas doradas habrían sido originalmente un regalo de Afrodita para Nerites, que las perdió cuando se negó a vivir con ella.

Erotes, cortejo de Afrodita y personificaciones eróticas


Del mismo modo que Eros, los Erotes vieron un aumento de representaciones a partir de vasos áticos del 520 a.C. Existe la posibilidad de que su popularización surgiera como reflejo del papel de los jóvenes escanciadores en los simposios. Hasta entonces, los Erotes (Eros, Himeros, Anteros, Hedílogos, Hermafrodito, Himeneo, Potos) se representaban revoloteando alrededor de Afrodita, como daimones o manifestaciones de la propia diosa, de forma similar a como Fobos y Deimos acompañan a Ares o Dice a Zeus. Por lo tanto, del mismo modo que el cortejo de Afrodita (Peito, Cárites), son deificaciones de conceptos asociados a la diosa.

Fuentes

  • Breitenberger, B. (2007). Aphrodite and Eros: Τhe Development of Erotic Mythology in Early Greek Poetry and Cult.
  • Kanellou, M. (2017). Eros and the Erotes: From the Archaic Erotic Poetry into Hellenistic Epigram and Beyond. Past and Present in Hellenistic Poetry, 137-159.
  • Hard, R. (2003). The Routledge handbook of Greek mythology: Based on HJ Rose's handbook of Greek mythology. Routledge.

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