El tengu, el espíritu entre la herejía y la iluminación
En el folclore japonés, la figura del tengu (天狗) es tan ambigua como el oni, pero es fácilmente reconocible por su cara roja y su gran nariz. A pesar de ello, otras veces tiene cara de cuervo. Por eso cabe preguntarse, ¿qué es un tengu? ¿de dónde surgió? ¿por qué hay varios tipos?
Origen
China
El nombre del tengu proviene del chino tian gou (天狗, "perro celestial"). Este perro tiene distintas manifestaciones. En el Shanhaijing, que describe todo tipo de criaturas míticas y el entorno en donde viven, se trata de un gato salvaje con cabeza blanca que repele el mal y suena como un gato. Guo Pu, en su encomio a esta obra, afirma que es pequeño, ayudando al gobernante a repeler el mal si lo come o lo lleva en el cinturón como talismán. En el Shiji de Sima Qian, se presenta como una estrella con forma de perro, chocando estruendosamente contra el suelo, con fuego que se eleva hasta el cielo. El Han Shu lo describe de la misma manera, presagiando guerra. Esta sería la interpretación importada a Japón.
Interpretaciones
En general, la posición de tian gou estaba entre las estrellas, aunque sus funciones, relaciones y relatos variaban por la diversidad de pueblos y cultos que han compuesto China y su extensa historia. En cerámicas neolíticas, aparecía la imagen de un perro comiéndose la Luna, lo que sugeriría una presencia antigua en las creencias de la región. Este podría haberse antropomorfizado en forma del arquero divino Hou Yi, que disparó a nueve de los diez soles, representados como cuervos de tres patas. Este sería equivalente a las deidades de Sichuán Zhang Xian (張仙), cuyo culto se extendió en el siglo XI, y Erlang Shen (二郎神), con quien tian gou se asoció en la Edad Media. Aunque el segundo solía mostrarse con una lanza de doble filo similar a un tridente y un tercer ojo, ambos dispararon a los nueve soles.
La relación de tian gou con cada una de estas deidades era diferente. En un mito, tras disparar a los nueve soles, Xi Wangmu recompensa a Houyi con el elixir de la inmortalidad, pero se lo bebe su esposa Chang'e, que ascendió al cielo. Su perro la siguió, llegando a su casa ladrando, donde lamió los restos del elixir, y también ascendió, devorando la Luna a donde había llegado Chang'e. Cuando el Emperador de Jade y Xi Wangmu se enteraron, enviaron a un ejército, pero al reconocer al perro, Xi Wangmu lo nombró guardián de la Puerta Celestial Sur. Entonces escupió la Luna y Chang'e se quedó a vivir en ella.
Durante la Edad Media, ya desde el siglo VI, se destacó la naturaleza maligna del perro, al que se señalaba de alimentarse de hígados humanos, impedir el nacimiento de los niños, especialmente los varones, o acortar su vida. Según una leyenda, se decía que se trataba de una joven que murió antes de casarse, subiendo a las estrellas y matando desde ahí a los niños para nacer ella en su lugar. Para protegerlos, se representaba al arquero Zhang Xian o Hou Yi apuntando al cielo o se cosía un mechón de pelo de niño y perro en la ropa de los niños. Además, se contaba que el arquero divino evitaba que se comiera la Luna durante los eclipses, aunque la gente también producía ruido para asustarlo.
No obstante, tian gou también fue una figura que protegía contra el mal y traía la paz con su llegada. En el Ouyang Xiu, arrancó una de las cabezas al ave de 10 cabezas y 10 picos que atormentaba al duque de Zhou. Junto con Erlang Shen, conocido por enfrentarse a Sun Wukong, perseguía a los espíritus malignos. En ciertos rituales taoístas, se quemaban perros de paja para ahuyentar el mal, la enfermedad y la mala suerte. Se le ofrecía carne a las estrellas y alcohol a los espíritus de las estrellas de su constelación mientras se recitaban conjuros. Esta sería equivalente a la constelación del tigre blanco.
En el sur de China, entre Sichuán y Jiangsu, un mito cuenta que trajo del cielo granos de todos los cereales y alimentó con ellos a la gente. En el diluvio, el perro nadaba con la cola fuera del agua para que no arrastrara los granos de arroz que tenía en ella. Sin embargo, los perdía todos menos aquellos en la punta. Por eso durante la cosecha, se tenía la costumbre de alimentar primero a un perro con gachas de arroz.
Japón
La primera mención al tengu en Japón ocurre en el Nihon Shoki del siglo VIII d.C. En su entrada del 23º día del segundo mes del año 637, en primavera, durante el reinado del emperador Jomei, decía que "una gran estrella flotó de Este a Oeste, y hubo un ruido como el de un trueno".
Desarrollo
Durante el periodo Heian (794-1185), en la literatura cortesana, los tengu eran un tipo de mononoke (物の怪) y compartían rasgos con estos. Entonces, los mononoke eran espíritus nativos, no relacionados con el budismo, responsables de catástrofes naturales, guerras, enfermedades inexplicables y todo tipo de fenómenos extraños (kaii), como el rumor de las montañas, las grietas en las imágenes sagradas, el llanto de los zorros. Aunque no tenían una clasificación definida, incluían a espíritus de los muertos, demonios y espíritus de animales. Los espíritus vengativos podían ser onryō o ikiriō. Los onryō eran difuntos fallecidos agónicamente, normalmente en el lado perdedor de un conflicto político, que traían enfermedad, especialmente a las mujeres embarazadas o a los niños. Los ikiriō eran almas atormentadas de personas vivas, particularmente mujeres celosas. Los tengu se mostraban como milanos con alas extendidas, pudiendo poseer y enfermar a una persona, como otros mononoke, o identificarse como personajes políticos o sociales importantes, como los onryō.
Budismo
A finales de este periodo y a comienzos del periodo Kamakura (1185–1392), la concepción del tengu comenzaría a cambiar. Aunque el tengu nunca tuvo una identidad concreta, los cambios en el budismo crearon una predominante. Esta fue la respuesta a un periodo convulso por las guerras, desastres naturales, inestabilidad política y conflictos religiosos. Los tengu se convirtieron en el símbolo del caos y el mal propios del próximo fin de los tiempos. Eran criaturas poseedoras de poderes mágicos (gejutsu) que podían enseñar y con las que incluso podían hacer el bien, pero, a pesar de ello, no eran técnicas propias del budismo, como se cuenta en el Konjaku monogatarishū.
Reino de los tengu
En el Budismo de la Tierra Pura, se consideraba que estaban en la degeneración de la edad del Dharma (mappō, まっぽう), indicada tanto por los disturbios anteriormente mencionados como por el apego de los clérigos de alto rango al poder secular y el aumento de la violencia de los monjes armados. Para los budistas, este mal era la consecuencia predestinada del karma que operaba en un ciclo continuo de muerte y renacimiento, aunque la gente no estuviese dispuesta a admitirlo. A veces, el sufrimiento y el mal no podía explicarse mediante este sistema. En la India, en los mitos hindúes y budistas, esto se atribuía a los seres demoníacos, principalmente a Māra, la deidad malvada del folclore indio incorporada a la cosmología budista. Esta traía desgracia y dolor obstaculizando el camino del Buda, designándose como su antítesis.
En los textos medievales japoneses, el tengu se convirtió en la personificación de Māra o del mal (魔, Mā), impidiendo la iluminación. No eran males morales (悪, aku), sino tentaciones y pasiones. Eran responsables de la guerra, las enfermedades, los torbellinos, los disturbios, la guerra y de tentar la mente de los jóvenes novicios. La solución contra esto era ser una persona moral, venerara a los dioses o espíritus y realizara los rituales adecuados.
Es en este contexto se desarrolló la idea del madō (魔導) y el tengudō (天狗道) como solución para la era final. En el Budismo de la Tierra Pura, se incidía en la recitación del Buda (念仏, nenbutsu) y en lograr el renacimiento en el paraíso de Amida. En la época Heian, muchos aristócratas se convertían en monjes tras retirarse de la corte para prepararse para su muerte. Este interés se refleja en el arte, que muestra el anhelo por el renacimiento, con el buda Amida o los bodhisattvas dando la bienvenida en el lecho de muerte. En el periodo Kamakura, aumentó la disidencia entre los monjes y el mal dejó de ser exclusivo de las enseñanzas no budistas para designar también a las escuelas rivales, consideradas herejes.
Quienes no obtenían el renacimiento en la Tierra Pura (往生, ōjō), renacía en uno de los seis reinos (六道の, rokudō): el reino del Naraka; el reino de los fantasmas hambrientos (餓鬼, gaki), el reino de las bestias, el reino de los demonios belicosos (阿修羅, ashuras), el reino de los humanos o el reino de los seres celestiales (天, ten). Los tres primeros eran los tres caminos malvados (三悪道, sanakudo), dedicados para aquellos que habían cometido malas acciones en su vida.
Los practicantes budistas podían lograr el renacimiento (往生, ōjō) y evitar estos seis reinos, pero en el periodo Kamakura, se redujo el optimismo por obtenerlo, pues se creía que la gente era más vulnerable al mal. Por defecto, los budistas los evitaban, pero se creó el concepto del madō, también referido como tengudō. Este era un reino exclusivo de budistas que habían descuidado su práctica o sentían un apego terrenal, pero donde podían continuar su práctica y lograr la paz, teniendo así la oportunidad de obtener el renacimiento (往生, ōjō). Esto era facilitado debido a que podían seguir recibiendo las bendiciones divinas y de los bodhisattvas. No obstante, no siempre era el caso y podían perturbar a otros que intentasen alcanzarlo.
Una de las primeras descripciones del tengudō aparece en Hirasan kojin reitaku, un diálogo del monje tendai Keisei (1189-1268) y el tengu del monte Hira, que habla a través de una mujer de 21 años. Keisei lo consultó creyendo que él había causado la enfermedad de su hermano, pero fueron onryō de antiguos líderes políticos. A modo de diálogo, esta obra presenta información fundamental para entender la concepción contemporánea de los tengu.
Según se muestra, la gente extraviada por el mal se convierte en tengu, cuya mente está atormentada y llena de pensamientos ilusorios. Las personas con más conocimientos son más vulnerables debido a su orgullo y arrogancia. Aunque no niegan el budismo, aceptan su naturaleza pecadora y buscan el beneficio de los sutras y los preceptos para obtener la salvación. En el Shasekishū (沙石集), se explica que hay tengu malos, orgullosos y con sesgos, que no tienen fe en el budismo, y por lo tanto es difícil que se liberen del tengudō; y tengu buenos, que tienen voluntad de seguir el camino de Buda y tener sabiduría y mérito. Sin embargo, no pueden librarse del apego y, obstaculizados por el conocimiento superficial, se convierten en tengu. Estos impiden que los tengu malos dificulten la ley de buda para otros, por lo que están próximos a liberarse.
El Hirasan kojin reitaku describe a los tengu desnudos, pues no sienten vergüenza, con la altura de un niño de diez años, cabeza y cuerpo humanos pero patas, cola y alas de ave de 3 shaku (90,9 cm) de longitud. Viven en los árboles y montan en milanos. Si un humano intenta matar al milano, se enfadarán e intentarán dañarlo, pero ellos no pueden ser matados por arcos ni flechas. Les disgusta la lluvia y el calor, pero son indiferentes al frío y el viento. Además, por tocar carne y sangre, sus manos huelen a impureza. Estos tengu tienen familia. El tengu del monte Hira del Hirasan kojin reitaku tiene hijos y una esposa de 400 años, que encontró perdida en Sagano, en el monte Hira. Por último, cuando comete una mala acción, están obligados a consumir tres veces al día un pedazo triangular de hierro, que surge espontáneamente.
El consumo de trozos de hierro se menciona en el Ōjōyōshū del monte Geshin. Aquellos condenados en el infierno de Avici, el nivel más bajo del Naraka, están obligados a subir y bajar grandes montañas de hierro y cenizas, sufriendo tres tipos de calor. Sus bocas se abren diariamente con pinzas candentes y obligados a tragar una bola de hierro abrasadora.
Ausencia canina
Ahora bien, si el tengu deriva del perro celestial, sería lógico que se describiera, fuera representado o actuase como uno. Este no es el caso. Si se mostraba, lo hacía como un milano, un monje o un niño alado. En los siglos XV y XVI, los tengu se definirían y se presentarían varios tipos: el karasu tengu (烏天狗, tengu cuervo) o kotengu/shōtengu (小天狗, tengu pequeño) y, el daitengu (大天狗, gran tengu) o konohatengu (木の葉天狗, tengu de la hoja [de árbol]). Estos últimos vestían como ascetas de las montañas (yamabushi). Durante el periodo Edo, su identificación con los humanos y su mundo pudo hacerles perder características animales y adquirir una jerarquía, donde el daitengu, caracterizado por su cara roja y larga nariz, gobernaba sobre los kotengu, con pico de ave.
Por ello, se ha especulado que la imagen del tengu pudo estar basada en el garuda. Esto podría ser posible a través de Izuna-gongen, el kami del monte Iizuna. "Gongen" significa "avatar", siendo deidades budistas indias reencarnadas como kami japoneses. Myō-ō son deidades hindúes adoptadas por el budismo esotérico para combatir el deseo. De esta manera, Izuna-gongen puede manifestarse como Fudō Myō-ō quien, según el Hirasan kojin reitaku, era temido por los tengu. Fudō Myō-ō sometía a los demonios con su espada y cuerda, purificando los deseos terrenales con su fuego y convirtiendo la ira en salvación. Izuna-gogen resultaba de la combinación de cinco deidades, incluida karuraten. Karura era la transliteración de garuda, representándose como un humanoide con cabeza de ave, que escupía fuego y se alimentaba de dragones/serpientes.
Por lo tanto, en el periodo Edo no resultaba extraño que los tengu pudieran ser venerados como deidades locales. En ocasiones, otros tengu eran criaturas traviesas que engañaban a los viajeros, aunque a veces ellos eran los ingenuos engañados. Los tengu solían culparse de las desapariciones de personas (神隠し, kamikakushi), normalmente un adolescentes, que volvían a aparecer sin recordar lo que había ocurrido.
Artista marcial
Al tiempo que se desarrolló el reino de los tengu, el tengu se convirtió en el símbolo de los rebeldes que se enfrentaban a los poderosos, como un David contra Goliat. Es por ello que quizás obtuvieran fama de grandes maestros de las artes marciales y de la estrategia militar, que podían enseñar a sus alumnos a obtener habilidades sobrehumanas. Un ejemplo famoso ocurre en el Heiji monogatari, la obra noh Kurama tengu y en la danza kōwakamai Miraiki, donde el joven Minamoto no Yoshitsune es instruido por tengu.
Fuentes
- Wakabayashi, H. (2013). Monks, Sovereigns, and Malign Spirits: Profiles of Tengu in Medieval Japan. Religion Compass, 7(7), 234-242.
- Wakabayashi, H. (2012). The seven tengu scrolls: Evil and the rhetoric of legitimacy in medieval Japanese Buddhism. University of Hawaii Press.
- Foster, M. D. (2015). The Book of Yokai: Mysterious Creatures of Japanese Folklore. University of California Press.
- Strassberg, R. E. (Ed.). (2002). A Chinese bestiary: Strange creatures from the guideways through mountains and seas. Univ of California Press.
- Cruveillé, S. (2022). Les animaux dans les récits oniromantiques du Taiping guangji 太平廣記. Impressions d’Extrême-Orient, (14).
- Комиссаров, С. А., & Кудинова, М. А. (2012). Образ небесного пса в китайской мифологии
- Knutsen, R. (2011). The Tengu. In Tengu (pp. 9-11). Brill.