Los piscolabis fecales que extienden la vida de los peces
La inmortalidad o la eterna juventud son deseos que han acompañado a la humanidad desde tiempos antiguos. Aunque la esperanza de vida, la mortalidad y el bienestar general han mejorado exponencialmente en los últimos siglos, este progreso puede encontrarse con un muro que impidan alanzar esos anhelos míticos. La clave para sortearlo podría estar en los lugares más insospechados.
Microbiota similar a la humana
Hay muchos factores que afectan a la esperanza de vida, incluyendo el estilo de vida o los genes. En esa miríada de influencias se cuentan algunos agentes insospechados. Así se observó en los Nothobranchius furzeri, una especie de pez del sureste de África que tan solo vive entre cuatro y ocho meses, siendo el vertebrado que más rápido madura (2 semanas). Esta es una estrategia que le permite sobrevivir en una zona con amplios periodos de sequía, pero donde llueve durante cortos e intermitentes periodos durante los monzones. Las hembras ponen huevos desde que maduran hasta que mueren. Sus embriones permanecen en diapausa encapsulados en el barro, naciendo y creciendo en los charcos, debiendo cumplir su ciclo vital antes de que se vuelvan a secar. Lo que hace especial a este pez es que, a pesar de su fugacidad, tiene una microbiota intestinal tan diversa como los ratones y los peces cebra.
Conforme envejece, su diversidad bacteriana se reduce, como ocurre también en
los humanos, aunque las bacterias que persisten en estos peces difieren más
entre cada uno de los individuos ancianos. Del mismo modo que ocurre en
ratones, con la edad perdían bacterias implicadas en el metabolismo de
carbohidratos, nucleótidos y aminoácidos. En humanos, eso se asocia con un
envejecimiento no saludable y afecciones crónicas, como la obesidad, la
diabetes tipo 2 y la resistencia a la insulina. Estos peces son relevantes
porque los filos bacterianos más comunes en sus intestinos son los mismos
(Proteobacteria, Firmicutes, Actinobacteria y
Bacteroidetes) que en ratas y humanos, pero en distintas proporciones.
En la vejez, el equilibrio entre estas se decanta a favor de las
proteobacterias. Por lo tanto, se pierde la actividad de los otros grupos
asociados al metabolismo de los carbohidratos y la replicación, reparación y
reparación del ADN. Este mantenimiento del ADN es importante, pues la
microbiota va acumulando mutaciones y, sin la capacidad de estas poblaciones,
el riesgo patológico aumenta.
Trasplante bacteriano
En humanos, los trasplantes fecales se han usado para tratar infecciones intestinales agudas por Clostridium difficile, obesidad, síndrome metabólico y enfermedades neurodegenerativas. El procedimiento en los N. furzeri fue distinto. Hubo varios grupos: no tratados, tratados con antibióticos y consumidores de contenido intestinal. Estos últimos también habían sido previamente tratados con antibióticos para eliminar su propia microbiota intestinal. Entonces, se les situaba en un acuario estéril, salvo por el contenido intestinal de un ejemplar joven. Estos peces no suelen consumir heces, pero al probar un bocado, adquirían sus bacterias.
El resultado fue extraordinario. Los tratados con antibióticos aumentaban su esperanza de vida respecto al grupo control de no tratados, pero los que además recibieron las bacterias de los jóvenes lo hicieron de forma más notoria y retrasaron en mayor medida los signos de la edad. Parecía como si hubieran recuperado la vitalidad, mostrándose más activos. En el sentido opuesto, los jóvenes expuestos a la microbiota de los adultos no se veían afectados en este aspecto. Esto podría deberse a que la pérdida de diversidad de la microbiota en adultos sería una reacción a su debilitamiento inmunológico, produciendo la incapacidad del organismo para mantener un equilibrio entre las poblaciones bacterianas.
Aunque no se pueden trasladar completamente las conclusiones a otra especie, es posible que los humanos podamos beneficiarnos de esta perspectiva.
Fuentes
- Smith, P., Willemsen, D., Popkes, M., Metge, F., Gandiwa, E., Reichard, M., & Valenzano, D. R. (2017). Regulation of life span by the gut microbiota in the short-lived African turquoise killifish. elife, 6, e27014.
- Terzibasi Tozzini, E., & Cellerino, A. (2020). Nothobranchius annual killifishes. EvoDevo, 11(1), 25.