La homosexualidad en el mundo musulmán medieval

Beso gay en el Maqamat de al-Hariri

A pesar de la situación legal y cultural actual de la homosexualidad en los países musulmanes, la historia nos enseña que nada es eterno. Como ya vimos en la entrada sobre el sexo en la Edad Media en el ámbito cristiano y árabe, tenían una posición más abierta. Aún sin alcanzar una situación ideal, la tolerancia era mayor que en países cristianos. 

Diversidad en el lenguaje

Durante el califato abasí, entre los siglos IX y XIII,  se observa un interés por la sexualidad, comparándose los comportamientos humanos con los animales, no para despreciarlos, sino para apreciar su naturalidad. Por ello, Samir Saaeedi cita, en Asl al-Åila al-Årabia ("Los orígenes de la familia árabe"), al erudito al-Jaheth, quien a su vez cita a Muthana Bin Zuhair para decir cómo lo visto en humanos es comparable a lo visto en palomas. Es decir, hay hembras que montan a machos y/o a otras hembras, en ocasiones sin dejar ser montadas, viéndose entre estas comportamientos masculinos. También habla de machos que se montan recíprocamente y/o que son inseparables.

Por tanto, surgen términos para denominar a las distintas categorías recién creadas. Los hombres homosexuales en general, independientemente de su rol activo o pasivo, son llamados luti. Este término proviene de Lot, sobrino de Abraham, quien se separó de su tío y se asentó en la llanura de Sodoma y Gomorra. También existía la palabra mukhanath, que en una de sus acepciones aludía a los afeminados y pasivos, que también podían ser llamados rijal mu’annathin. Aquellos pasivos pero no afeminados eran llamados Lutiyeen o ma’bun. La sodomía era liwat.

A su vez, también había términos para el lesbianismo (sahq, sihaq y sihaqa) y las lesbianas (sahiqa, sahhaqa y musahiqa). Estos términos provienen de s-h-q, "moler o frotar", de igual manera que el verbo griego tríbō (τρίβω, "frotar") dio lugar al término tríbade (τρίβας). A pesar de ello, en Musahiqat, Shihab al-Din Ahmad al-Tifashi dice que entre ellas se llamaban tharifa ("ingeniosas") y al acto sexual, tharaf ("ingenio"). También se usó ghulamiyya para referirse a las mujeres que se vestían como hombres. Este término era el femenino de ghulam ("eunuco"). Las mujeres masculinizadas eran llamadas nisa’ mudhakkarat.

Causas

En hombres

Al-Razi en su Tratado de la enfermedad oculta hablaba de la enfermedad de la homosexualidad pasiva (ubnah). Razonaba que la fuerza del esperma determinaba si la descendencia era varón o hembra. Sin embargo, si no tenía suficiente fuerza, podía feminizar al hijo, provocándole un picor rectal que aliviaban insertándose el dedo. Como tratamiento encomendaba mujeres y esclavas que le besaran, masajearan y frotaran sus genitales, además de adquirir un rol activo, aunque sin especificar si con mujeres u hombres. Este tratamiento era el indicado para jóvenes o ricos. Si no se cumplían esas condiciones, se recomendaba perder peso, dejar el vino, evitar las distracciones y tener una devoción piadosa.

En mujeres

Las fuentes árabes decían que Galeno examinó los labios y las venas periféricas en su hija lesbiana, razonando que un picor entre los labios mayores y menores era la causa del lesbianismo. Este picor se habría aliviado al frotarse con los labios de otra mujer. El filósofo al-Kindi del siglo IX explicó que este picor, acompañado de calor, era provocado por la condensación de vapor que debía enfriarse con el roce con otros labios. Este no desaparecía con el coito heterosexual porque el líquido producido por los hombres no puede contrarrestar el calor al ser también caliente. En su lugar, necesitaba el frío del líquido producido por la mujer. 

El Nuzhat al-Ashab explica que algunas mujeres prefieren esta práctica porque tardan en alcanzar el clímax, pero si tuvieran relaciones con un hombre que también tardara en alcanzarlo, eso las dejaría satisfecha. También razona que a algunas mujeres les disgusta el tacto de las barbas y prefieren a alguien sin ella, como una mujer o un hombre imberbe, o que tienen trastornos que hacen doloroso el coito. Además muestra como hay mujeres que no solo tardan en llegar al clímax, sino que tienen una actitud activa, con la inteligencia e ingenio de un hombre, y no desean hacerlo cuando no les apetece, recurriendo a frotar los labios con otras mujeres.

El origen del lesbianismo habría estado en la alimentación de la madre durante la lactancia. Juan Mesué el viejo, o Abú Zakeriya Yahya ibn Masawaih, decía que el apio, la rúcula, las hojas de meliloto y las flores de azahar del árbol de naranja amarga provocaba un lesbianismo permanente.

Literatura


La literatura habla principalmente sobre hombres, a pesar de que la historia más antigua conservada de amor lésbico es 40 años anterior a la más antigua referente a las relaciones gays. Además, el enfoque es distinto. Mientras entre mujeres se habla de amor y lealtad, las historias que se conocen de relaciones entre hombres se centran en el sexo. Aunque había excepciones, generalmente estas relaciones implicaban a hombres de edades similares.

En hombres

Raghib al-Isfahani en Muhadarat al-Udaba cuenta anécdotas de homosexuales de toda índole, no sin olvidar mencionar primero cómo Mahoma condena tales actos y conmina a arrojarlos del tejado si son descubiertos (era habitual comenzar un tema con la opinión del profeta). En esta obra revela la variedad de las relaciones, desde líderes religiosos pillados en una mezquita con un infiel, esclavos jóvenes como compañeros activos, a pasivos afeminados (Mukhanath) que reafirman su receptividad. El afeminamiento era algo mal visto en los hombres e incluso era preferible un joven masculino para el rol pasivo. No obstante, estos hombres afeminados tenían permitido vivir entre las mujeres.

La homosexualidad no siempre era algo oculto, que se niegue o limitado a los escalones más bajos de la sociedad. Los autores dicen que el gran juez de Bagdad, Yahya ibn Aktham, no solo se insinuaba a otros hombres sino que, viéndose rechazado, decía que esos hombres debían llevar velo si querían evitarlas. No obstante, puede que esta fuera una acusación que pusieran en su boca. Sobre este juez se sabe que condenaba la cópula fuera del matrimonio pero permitía las relaciones que no generaran progenie.

En mujeres

La historia de amor lésbico más antigua que se conserva es Jawami`al-ladhdha ("Enciclopedia del placer",) de Abul Hasan Ali ibn Nasr al-Katib del siglo X. Cuenta la historia de Hind Bint al-Nu`man, hija cristiana del último rey lájmida de Al-Hira del siglo VII, y Hind Bint al-Khuss al-Iyadiyyah, o Al-Zarqa’, de Yamana, Arabia. Cuando murió Al-Zarqa’, Hind se cortó el pelo, vistió de luto, rechazando los placeres terrenales y jurando a Dios vivir de forma asceta hasta el final. Por ello construyó un monasterio con su nombre en las afueras d Kufa, en cuya puerta fue enterrada. Su historia no solo se convirtió en una muestra de lealtad para los poetas, sino que sirvió como demostración de que era mayor la lealtad presente de una mujer a otra que de un hombre a una mujer. El bibliógrafo Ibn al-Nadim mencionó en al-Fihrist ("El catálogo") otros doce libros de parejas lesbianas del siglo X, pero sus historias no se han conservado.

En la literatura erótica, autores como al-Tifashi, ya mencionado anteriormente, y León en Africano decían que las lesbianas formaban escuelas donde reunirse y aprender a lograr el placer. Estas enseñanzas incluían posturas y los sonidos que se deben emitir.

No estaba claro si la homosexualidad debía castigarse

Mientras en el cristianismo el deseo sexual y el sexo son pecado, en el islam no solo no lo son, sino que son deseables, aunque dentro del matrimonio. Es más, la abstinencia se consideraba un problema. Por esa razón el principal pecado es el adulterio (zina), que alude a la cópula heterosexual y vaginal con una mujer que no es la esposa o concubina. El autor ibn Falita sugería en el Rushd al-labib ila mu`asharat al-Habib ("Guía para el arte del coito para el hombre inteligente") que el lesbianismo protegía contra la desgracia social, a diferencia del coito fuera del matrimonio, ya que mantenía la virginidad. 

La homosexualidad era un pecado, pero no había consenso entre las escuelas de pensamiento islámico legal respecto a su castigo. Estos se aplicaban si había sexo anal, no besos, caricias o sexo intercrural. En el norte de África se consideraba peor que la infidelidad y el castigo era la lapidación, aunque excluía a las relaciones con los esclavos. En Egipto y Siria, no era tan importante el acto de la infidelidad y la homosexualidad, sino el estado civil y el rol activo o pasivo. Los casados se lápidaban y los solteros eran ajusticiados con el látigo. Mientras tanto, en Irak y las zonas de habla persa y turca, el castigo eran diez latigazos y prisión con ánimo correctivo. 

En el caso de las mujeres, no consta que hubiera castigos, aunque en Córdoba ibn Hazm prescribía diez latigazos. 

El fin de la tolerancia

La homosexualidad siempre se vio como un comportamiento alternativo que requería de una explicación, a diferencia de la heterosexualidad. Sin embargo, han quedado testimonios donde se habla de ella sin condenas. Desgraciadamente, a partir del siglo XIII, debido a las condenas y argumentos contra ella, la homosexualidad se prohibe y se considera como una práctica abominable e inferior, llegándose incluso evitar citarlos en los textos. Incluso las causas de la homosexualidad pasan de ser médicas a obra del diablo. Estas condenas no se limitaban al sexo homosexual, sino también a incumplir los roles de género. Dado que el Corán no es claro respecto a su rechazo de la homosexualidad, las condenas se basaban en hadiz, que son más fáciles de falsificar.

Fuentes

  • Amer, S. (2009). Medieval Arab lesbians and lesbian-like women. Journal of the History of Sexuality, 18(2), 215-236.
  • Habib, S. (2007). Female homosexuality in the Middle East: Histories and representations (Vol. 13). Routledge.
  • Dunne, B. W. (1990). Homosexuality in the Middle East: An agenda for historical research. Arab Studies Quarterly, 55-82.
  • Amer, S. (2008). Crossing Borders: Love Between Women in Medieval French and Arabic Literatures. University of Pennsylvania Press.
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