El temido regreso del gran cometa de Carlos V


En Pensées diverses sur la comète (1682), Pierre Bayle argumentaba si debía asociarse el paso de cometas a la muerte de monarcas, mencionando el "cometa de Carlos". Este fue un cometa observado durante doce días desde el 5 de marzo de 1556 y que, según David Chyträus, el rey Carlos I de España y V de Alemania consideró una señal funesta por la que debía retirarse. Como era habitual, este cometa se relacionó con varias catástrofes, pero fue temido siglos después por su regreso.

Una señal funesta


En el Apocalipsis 8:10-11, dice: "Y el tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una grande estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó en la tercera parte de los rios, y en las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella se dice Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas fué vuelta en ajenjo: y muchos murieron por las aguas, porque fueron hechas amargas". Además, el historiador Josefo dijo que un cometa apareció sobre los cielos de Jerusalén en el 66 d.C., anunciando el sitio de la primera guerra judeo-romana. Con antecedentes como estos, no es de extrañar que la visión de un cometa fuera un augurio fatídico.

Las primeras impresos que circularon avisando de las consecuencias del cometa anunciaban la ira divina, con fuego y destrucción, indicando que cometas anteriores trajeron guerras, enfermedades o la llegada de los turcos. Uno de los desastres que se relacionó con el cometa fue el terremoto de Estambul el 10 de mayo del mismo año, que dañó la mezquita de Santa Sofía y derrumbó otros edificios. Sin embargo, el terremoto experimentado el 10 octubre de 1509 había sido más extenso, con más edificios destruidos, 13 000 muertos y percibido en el Mediterráneo oriental. No obstante, servía para demostrar el daño que sufrirían los infieles a las puertas del Juicio Final. En territorios protestantes, se usaba al papa para representar el Anticristo, con quien llegaría el fin de los tiempos. Ese mismo año sucedió otro terremoto en Shaanxi, que el misionero dominico Gaspar da Cruz atribuyó al aumento del "pecado maldito del vicio antinatural" en su libro sobre sus viajes por China.

El rey Gustavo I de Suecia también notó cómo perdió a varios de sus amigos cercanos, así como criados, ganado y castillos. Se hablaba de fuegos fantasmales sobre Estocolmo, voces desde el cielo, gran número de muertes de animales salvajes, masas de arenques muertos en Finlandia que no permitían atracar a los barcos, etc. El rey sentía que su reino estaba tan cerca de la muerte como él. Este tipo de sucesos se describían también por Europa, donde sucedían prodigios, como nacimientos de monstruos, o voces que decían "Ven, ven", como en el sitio de Jerusalén. Distintos expertos publicaron su opinión. Médicos, como Peter Haschaert, describieron cómo el color marrón del cometa se relacionaba con enfermedades saturninas, como fiebres, hemorroides o parálisis. El astrónomo Paul Fabritius predijo malos tiempos para los Países Bajos, las tierras españolas e italianas y concretó que en Viena, al encontrarse bajo el signo de Libra, se experimentaría con mayor intensidad el efecto del cometa. Sus textos circularon por Europa, con cambios a nivel local y extensiones. De cualquier forma, solían concluir que los buenos cristianos se salvarían, aunque el momento exacto del Juicio Final solo era conocido por Dios.

El aciago regreso


A mediados del siglo XIX, John Russell Hind razonó que este cometa podía ser el mismo que pasó en 1264, relacionado con la muerte del papa Urbano IV, quien enfermó el primer día que fue visto y murió cuando desapareció. Además, lo conectó con otros cuatro cometas visibles desde el año 104. De esta manera, calculó un ciclo de 290,3±0,2 años, anunciando que volvería a verse en 1848. Aunque ese año no se observó ningún cometa con tal periodo, se asumía que había un margen entre la fecha calculada y la observada. Por esta asociación, se temió que impactara con la Tierra y pusiera fin a la vida en esta, pero el cometa se hizo esperar.

Entonces, el 2 de junio de 1858, Giovanni Battista Donati descubrió el cometa que llevaría su nombre. Su cola se iría alargando, haciéndolo más visible y, el 27 de septiembre, William Usherwood la fotografió con una cámara de retratos y, al día siguiente, lo haría el astrónomo George Phillips Bond con un telescopio, siendo el primer cometa fotografiado. El cometa iría desvaneciéndose conforme pasaba a ser visible en el hemisferio sur. Todo el mundo pudo observarlo y, por ello, se pintaron cuadros, se escribieron poemas y se escribieron artículos en la prensa sobre este durante meses. Aunque muchos lo vieron con ilusión o se limitaron a describirlo técnicamente, en Japón coincidió con polémicos tratados del gobierno Tokugawa con las potencias extranjeras, las muertes de varios sogunes sin herederos, epidemias de cólera y rebeliones. Por eso, mientras unos lo llamaron hōkiboshi ("estrella escoba"), "estrella del año de abundancia" o "estrella de la renovación del mundo", otros lo llamaron "estrella de guerra" o "estrella de calamidad".

Su relación con los cometas de 1264 y 1556 fue algo que ya descartaba Jean-Charles Houzeau de Lehaie en 1857, como le escribió unos años después a Nicolas-Constant Schmit, a quien también negaba la relación de estos con el cometa del 975. Hind había seleccionado los datos medievales que encajaban con la idea esperada, ignorando que no todos los cometas son periódicos.

Fuentes

  • Sterken, C. (2018). The great comet of 1858: A road sign to the stars. Mediterranean Archaeology and Archaeometry, 18(4), 371-378.
  • Kozák, J., & Čermák, V. (2010). Istanbul Earthquake, 1566. The Illustrated History of Natural Disasters, 121-122.
  • González, J. M. (2013). The King and the Cosmos: The King's Body as Text in Johannes Ofeegh's" Berättelser om k. Gustaf I: s sista stunder och död"(1561). Scandinavian Studies, 85(1), 21-38.
  • Spinks, J. (2015). 10 Signs that Speak: Reporting the 1556 Comet across French and German Borders. In Religion, the Supernatural and Visual Culture in early Modern Europe (pp. 212-239). Brill.
  • Gasperini, A., Galli, D., & Nenzi, L. (2009). The worldwide impact of Donati's comet on art and society in the mid-19th century. Proceedings of the International Astronomical Union, 5(S260), 340-345.
     
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