El útero errante, la criatura que llevaba a las mujeres a la histeria

Instancia:

Un profesor sujeta a una mujer que se desmaya frente a toda la clase.

El cuerpo de las mujeres ha sido objeto de teorías absurdas hasta hace relativamente poco. A cualquier comportamiento que se considerara femenino y, por ende, débil e inmaduro, se le buscaba un origen en aquello diferente y el útero era el candidato ideal. Un órgano misterioso, incluso milagroso, que se creía que tenía vida propia.

¿Concepto egipcio?

Tercera página del papiro de Lahun, fragmentado.

Los papiros de Lahun (1800 a.C.), antiguamente conocido como Kahun, y Ebers (1550 a.C.) contienen tratamientos a condiciones ginecológicas. Cuando se traducen y se menciona el útero o el vientre, se refieren al aparato genital femenino en conjunto. Estos papiros presentan unos casos a los que se responde con un diagnóstico y tratamiento. En estos, al desplazarse el útero a otra área del cuerpo, provoca síntomas relacionados con la zona afectada. Había que expulsarlo de esa posición por medio de sustancias desagradables o atraerlo a su posición con sustancias olorosas, como vapores de incienso y heces masculinas secas. Una figura de cera de Thot en forma de ibis sobre un carbón, cuyo humo se dirija hacia la vulva, sería el remedio definitivo para que volviese a su posición.

El razonamiento es lógico. Si el útero puede sufrir un prolapso y desplazarse hacia fuera, ¿por qué no iba a tener la capacidad de hacerlo a otras partes del cuerpo? A pesar de ello, en la investigación hay un error común: confiar ciegamente en las referencias. Por ello, a veces se transmiten interpretaciones o datos falsos durante generaciones. Lo hemos visto muchas veces, como con la idea de que los romanos cobraban en sal, que la capacidad de enrollar la lengua se hereda, que más de la mitad de internet está generado por inteligencia artificial o que los misioneros transmitieron la posición homónima.

El papiro de Lahun fue traducido por Francis Llewellyn Griffith en 1898 y el papiro Ebers por Walter Wreszinski en 1913.  Este último fue traducido al inglés por Bendix Ebbell en 1937, donde este señaló, usando la traducción de Griffith, que el papiro de Lahun hablaba de enfermedades femeninas con origen en el útero o un útero ambulante. En 1951, Henry Ernest Sigerist también citó la traducción de Griffith para indicar la creencia de que los órganos, no solo el útero, tenían vida propia, se movían por el cuerpo y tenían necesidades que había que satisfacer.

A pesar de que todos los papiros médicos habían sido traducidos por Hildegard von Deines, Hermann Grapow y Wolfhart Westendorf en los nueve volúmenes de Grundriss der Medizin der alten Aegypter (1954-1973) de Hermann Grapow, Ilza Veith en Hysteria The History of a Disease (1965), la monografía de referencia del tema, recurrió a Griffith y a Ebbell. Expresa que varios trastornos conductuales se asociaban con posiciones anormales del útero, exponiendo los casos de los papiros. Admite que los papiros son parcos en detalles y que fue necesaria su interpretación para componer unos textos que apoyaran sus conclusiones. 

En las traducciones de la obra de Grapow, los síntomas se distribuyen por todo el cuerpo, pudiendo relacionarse con el útero, pero sin implicar el movimiento de este ni la razón de que este órgano sea la causa. Cuando se prescriben baños de vapor para la vulva, tampoco se menciona el útero. En el papiro de Ebers, los dos casos donde se busca devolver el útero a su posición se entienden como prolapsos y no presentan síntomas a distancia.

La traducción incorrecta de Hipócrates

Conversación de Demócrito con Hipócrates, de Charles Paul Landon.

Con el Corpus Hippocraticum ocurre algo similar. En Gynaikeia (Sobre la naturaleza de las mujeres), Sobre las enfermedades de las mujeres, Sobre la dieta en enfermedades agudas y Aforismos probablemente encuentres afirmaciones similares a las supuestamente mencionadas en los papiros egipcios. Estas suelen agruparse con el nombre de histeria (hysteron: útero) y se asegura que los griegos acuñaron el término. No es cierto, sino que Émile Littré, traductor del Corpus Hippocraticum, es responsable de ello.

Littré tradujo teniendo como objetivo a los médicos del siglo XIX. Por ello, introdujo divisiones, títulos y observaciones basadas en la medicina contemporánea que no estaban en la obra original. Uno de esos casos fue identificar la histeria e incluirla como si se hubiera reconocido desde hacía dos milenios. Esto es problemático por varias razones. En tiempos griegos, podía haber mujeres con un cuadro clínico que coincidiera con la histeria y, dada la extensión del Corpus Hippocraticum, había posibilidades de que se mencionara. Una historia diferente es afirmar que entonces reconocieran un cuadro clínico que pudieran llamar histeria o equivalente. Además, en el siglo XIX, la histeria era un trastorno difuso y más basado en la tradición y cultura que la ciencia. Su cualidad era imitar cualquier otra patología y, en consecuencia, generó múltiples definiciones. Se convirtió en un término obsoleto porque, tras la fiebre, era la segunda enfermedad más común de las mujeres y cualquier otra enfermedad real podía ser considerada histeria. Por eso, resulta engañoso pensar que desde Hipócrates existió una entidad concreta y estable llamada así. Más aún cuando, en tiempos romanos, las condiciones bajo este hiperónimo cambiaban radicalmente en apenas un siglo.

Émile Littré

Littré no tradujo por defecto todos los movimientos uterinos como histeria, sino que introdujo una división inexistente entre movimientos imaginarios, a los que llamó "histeria", y reales, a los que nombró como "desplazamientos". En su época todavía había diferencia de opiniones sobre la etiología de la histeria. En la definición que aportó Littré en Dictionnaire de la langue française (1863-1877), como "una enfermedad nerviosa que se manifiesta por ataques y que se caracteriza por las convulsiones, la sensación de un nudo que sube por el vientre a la garganta y la asfixia", vemos que la expresa como una enfermedad neurológica, no uterina. En los textos hipocráticos usan la palabra hysterikos, referido simplemente a "del vientre" y este era considerado como origen de todas las enfermedades. Esta afirmación puede tener matices que se hayan perdido.

Movimientos uterinos

Fármacos, inflamación aguda de riñón, tuberculosis pulmonar, comidas irritantes, preocupación, anemia, obesidad como causas de la falta de menstruación. Illustrated Encyclopedia of Sex, 1950, Cadillac Publishing Company
La "histeria hipocrática" suele relacionarse con los movimientos uterinos (p.ej. a la cabeza, al pecho, al hígado) y el síntoma de pnix, aunque no necesariamente juntos. Por otra parte, los síntomas de histeria, tal y como se describían en el siglo XIX, pueden mencionarse en los textos hipocráticos sin alguno o ninguno de los dos síntomas referidos. De hecho, los textos hipocráticos no muestran juntos un grupo de síntomas que sirvan como paradigma de histeria y en aquellos traducidos como tal ni siquiera se incluye el adjetivo hysterikos. Se debe a que estos textos no son enumeraciones de enfermedades definidas, sino de ejemplos de casos clínicos, únicos para cada paciente, para establecer una pauta de tratamiento. Hay varios casos donde, por la falta de menstruación duradera, se reconoce una probable menopausia, pero las descripciones no son idénticas ni tienen las mismas conclusiones.

Para entender estas condiciones hay que comprender el esquema hipocrático. Se consideraba que las mujeres eran más húmedas que los hombres. Mientras el trabajo duro secaba a los hombres, el sedentarismo femenino hacía que retuvieran agua. En la digestión se absorbía humedad y la menstruación servía como medio para expulsarla. Con todo, no era suficiente. Por eso su piel era más suave, pero menos resistente, y sus pechos más grandes y productores de leche. La menstruación era una señal de salud pues permitía expulsar humedad, pero también necesitaban la humedad del coito, con el que podrían iniciar el embarazo. La interrupción de la menstruación era un signo que podía alertar de una enfermedad. Podía ser causada por el hambre, la abstinencia sexual, el cansancio, la sequedad o la ligereza del útero. Se recomendaba el matrimonio, el embarazo (estos dos únicamente cuando el útero se movía al hipocondrio), la aromaterapia, los pesarios irritantes y los brebajes herbales de administración oral, nasal o vaginal como tratamientos.

El útero como un animal

En Timeo, Platón (427-347 a.C.) explica que los dioses metamorfosearon a los hombres cobardes y que vivieron en la justicia para que volvieran a nacer como mujeres. El deseo de cohabitar entre distintos sexos sería producto de una especie de "animales vivos" en ambos:

Por el mismo motivo, en las mujeres la matriz y la vulva no se parecen menos a un animal ansioso de procrear; de manera, que si permanece sin producir frutos mucho tiempo después de pasada la sazón conveniente, se irrita y se encoleriza; anda errante por todo el cuerpo, cierra el paso al aire, impide la respiración, pone al cuerpo en peligros extremos, y engendra mil enfermedades; y esto no se remedia sino cuando el hombre y la mujer, reunidos por el deseo y por el amor, hacen que nazca un fruto, y le recogen como se recoge el de los árboles. Ellos siembran en la matriz, como en un campo fértil, animales invisibles por su pequeñez y sin forma, cuyas partes se aclaran después al desenvolverse; los nutren en el interior, y finalmente, los dan a luz, y aparecen seres completos. Tal fue el origen de la mujer y de todo el sexo femenino.

Aunque Platón comparaba el deseo con un animal, es decir, como quien dice que el pene "actúa" por su cuenta, Areteo de Capadocia lo interpretó literalmente, aduciendo que el movimiento del útero en el abdomen era responsable de la pérdida del habla, la respiración y la epilepsia sin convulsiones. Esta condición traducida como asfixia histérica (hysterike pnix) se corresponde mejor con el sofoco. Areteo se lo atribuye a mujeres jóvenes cuyo juicio y estilo de vida vaga como su útero, a diferencia de las mujeres maduras de vida más estable. Galeno de Pergamo y Sorano de Éfeso rechazaban que el útero se desplazara por el cuerpo, aunque este último apoyaba el sofoco que "obstruía la respiración junto con afonía y convulsionaba todos los sentidos por una condición del útero".

Cambios

Cronofotografía de Jean-Martin Charcot de una mujer con histeria.
Pablo de Egina describió la convulsión uterina como un ascenso uterino que afecta a las arterias carótidas, el corazón y las meninges, produciendo debilidad, miedo, sueño profundo, contracción de los miembros, pérdida del habla y los sentidos, entre otros síntomas. La relajación uterina mejoraba estos síntomas. Durante la Edad Media, el cristianismo situó la afección como una acción demoníaca que debía ser sometida por Dios. 

En el caso de Mary Glover de principios del siglo XVII, donde Elizabeth Jackson fue acusada de brujería, el médico Edward Jorden y, posteriormente la acusada, argumentaron que los síntomas que padecía la señorita Glover eran producidos por el útero y no el diablo ni la brujería. Acabó condenada a prisión igualmente, pero muestra un nuevo cambio de paradigma.

En ese siglo, no solo se tendía a una explicación natural de este trastorno, sino que comenzó a cambiar el marco en el que operaba. René Descartes razonó que la experiencia puede producir respuestas inconscientes. Así, una persona puede amar o temer algo por una experiencia con ello cuando fue un bebé, pero no ser capaz de recordarlo. Descartes explicaba que le gustaban las mujeres estrábicas por una niña con esta característica con la que jugaba cuando era niño. Por ello, para Robert Boyle, una mujer podía replicar los síntomas histéricos tan solo viendo a otra que los sufriera.

Charles Le Pois directamente atribuía los síntomas histéricos a la cabeza, tanto en hombres como en mujeres. Como con la epilepsia, Thomas Willis consideró que se debía a la acción de "espíritus animales" en los nervios de la cabeza, afectando a los nervios vago, intercostales y viscerales. Robert Burton consideró que la histeria y la hipocondria masculina, que se había considerado una manifestación de los vapores del bazo, como formas de melancolía. Por lo tanto, Thomas Sydenham argumentó que ambos sexos sufrían de histeria, pero que en mujeres era la segunda condición más común por detrás de la fiebre. En consecuencia, en el siglo XVIII, la histeria se transformó en una neurosis debida al exceso de sangre, que irritaba los nervios, y la constitución y fisiología femenina hacía a las mujeres propensas a ella. Los grandes cambios que sufriría la medicina en el siglo XIX, que se aplicaron también a la ginecología y neurología, fueron los responsables de crear otro modelo

Durante el siglo XIX, los grandes cambios que sufriría la medicina también se aplicarían a la ginecología y neurología, proporcionando una visión todavía errónea de la fisiología femenina, pero que al fin permitiría dar paso a los modelos actuales.

Fuentes

  • Merskey, H., & Potter, P. (1989). The womb lay still in ancient Egypt. The British Journal of Psychiatry, 154(6), 751-753.
  • Merskey, H. (1996). The analysis of hysteria: understanding conversion and dissociation. Royal College of Psychiatrists.
  • Gilman, S. L., King, H., Porter, R., Rousseau, G. S., & Showalter, E. (2022). Hysteria beyond Freud. Univ of California Press.

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