El satélite que Venus nunca tuvo

Typus emendati et perfectioris. Sistema solar de Otto von Guericke, donde Venus tiene dos satélites.

En el Sistema Solar, los únicos planetas sin satélites naturales son Mercurio y Venus pero, por sus posiciones anteriores a la Tierra respecto al Sol, su estudio se restringía al crepúsculo y el alba. Ante los escasos análisis, cualquier novedad era apreciada. En este contexto se descubrió que, aparentemente, Venus tenía un satélite.

Historia

Descubrimiento 

Serie de imágenes de Francesco Fontana con un pequeño cuerpo frente, encima, debajo y al lado de la fase menguante de Venus.

Su hallazgo se atribuye a Francesco Fontana, fabricante de potentes telescopios refractores keplerianos. En la primera hora tras la puesta de Sol, el 11 de noviembre de 1645, observó que Venus había cambiado, pues detectó  una pequeña mancha roja en su mitad. El 15 de noviembre, también una hora después de la puesta de Sol, contempló dos "estrellas rojas", mientras en Navidad solo percibió un diminuto globo sobre el lado convexo de Venus. Al año siguiente, el 22 de enero, seis horas después del anochecer, vio la esfera cerca del lado cóncavo.

No obstante, en primer lugar, Fontana era abogado, que buscaba en el cielo la verdad que no encontraba en los juzgado, por lo que no tenía la reputación para generar confianza y atención. Aunque ni Pierre Gassendi ni Giovanni Battista Ricciolo habían podido corroborar su revelación, lo citaron en Institutio astronomica (1647) y Almagestum Novum (1651), respectivamente. En cambió, el matemático André Tacquet razonó que no pudieron ver los satélites pues Fontana tenía un telescopio de mayor calidad que Gassendi y Ricciolo.

La situación cambió cuando el astrónomo Giovanni Domenico Cassini vio un punto junto a Venus en la madrugada del 25 de enero de 1672. Para entonces, Cassini había descubierto la Gran Mancha Roja de Júpiter y los satélites de Saturno, Jápeto y Rea. También había aproximado el cálculo de la distancia entre el Sol y la Tierra a través del paralaje de Marte. En los años posteriores, descubrió a los satélites saturninos Tetis y Dione y explicó el fenómeno de la luz zodiacal. Por eso, la repercusión fue mayor cuando informó de un segundo avistamiento el 28 de agosto de 1686, a las 4:15 de la madrugada. Lo situó a dos diámetros y medio de Venus, al este, como una luz amorfa que parecía imitar la fase del planeta, pero cuyo tamaño era una cuarta parte de este. Pudo observarlo durante un cuarto de hora, desapareciendo cuando volvió a mirar tras un descanso de 4-5 minutos, cuando el amanecer dificultaba su visión.

Avistamiento tentador 

Dibujo de Francesco Fontana en Almagestum Novum.

Cassini no aseguró que fuera un satélite, pero si alguien de su renombre había visto algo, dejaba en bandeja la fama a cualquiera que pudiera aportar más detalles. En la mañana del 3 de noviembre de 1740, en el calendario gregoriano, el óptico James Short describió un astro junto a Venus, en su misma fase y con menos de un tercio de su diámetro, que había detectado durante una hora. 

Había usado un telescopio reflector de 42 cm, un aparato para seguir el movimiento diurno de Venus e incrementó 240 veces los aumentos y luego otras 140 veces. A pesar de no repetir la detección, se confió en la calidad de sus instrumentos. Por eso, Joseph Jérôme Lalande realizó una descripción detallada del satélite de Venus y las pruebas de su existencia en la segunda edición de Encyclopédie de Denis Diderot y Jean-Baptiste D'Alembert.

Andreas Mayer, profesor de matemáticas, física y astronomía en la Universidad de Greifswald, informó en su obra Observationes Veneris Grephiswaldenses (1762) que, a las 20:45, durante la puesta de Sol del 20 de mayo de 1759, mientras buscaba un cometa con su telescopio gregoriano, vio un globo de un cuarto del diámetro de Venus, a 1,5 diámetros sobre este y con menor brillo. Siguió viéndolo durante hora y media sin que cambiara su distancia. No se atrevía a asegurar que fuese el satélite de Venus y, de hecho, en 1761 se retractó.

La oportunidad ideal 

Las fases de Venus en torno al Sol.

La posición entre Venus y la Tierra con respecto al Sol suponía que no siempre se tenían las condiciones ideales para contemplarlo. Por ello hubo un convencimiento de que los dos tránsitos de Venus a través del Sol el 6 de junio de 1761 y el 3-4 de junio de 1769 darían una respuesta definitiva. Esta oportunidad también serviría para precisar aún más la distancia entre la Tierra y el Sol, por lo que los ojos mirarían al cielo.

El jesuita Louis Lagrange comunicó verlo tres veces el 10 y 12 de febrero de 1761 con un telescopio reflector de hasta 800 aumentos, que compró el astrónomo jesuita Esprit Pezenas, director del Observatorio de Marsella. Sin embargo, a diferencia de los astrónomos anteriores, no indicó la presencia de fases y señaló que se movía perpendicularmente a la eclíptica, detalle que consideró no publicar, aunque lo mencionaría la citada Encyclopédie en 1765.

Recreación de la vista de Montaigne.

A las 21:30 del 3 de mayo de 1761, Jacques Leibar Montaigne lo encontró junto a Venus, ambos en fase creciente y con el "satélite" con un cuarto de su diámetro. Añadió que hacía un ángulo de 20º bajo el eje vertical de Venus. Al día siguiente, lo situó a 30'' o 1' al norte del eje vertical del planeta, con el que formaba un ángulo de 10º. La niebla densa de los dos siguientes días le impidió continuar sus observaciones, pero el 7 de mayo, el "satélite" estaba a 25-25' del centro de Venus, por encima de este con un ángulo de 45º con su eje vertical. No lo volvió a ver hasta el día 11 a las 21:00, con 45º respecto al eje, pero en el sur. 

Montaigne realizó estas observaciones a petición de Armand Henri Baudouin de Guémadeuc, quien tenía un telescopio de 7,62 m en el observatorio marino de las termas de Cluny, París. Por eso, fue Baudouin quien informó de los resultados el 20 de mayo de 1761 en la Academia Francesa de las Ciencias. En las dos memorias que leyó, presentó la observación y estimó que el satélite debía estar tan lejos de Venus como la Luna de la Tierra. Aparte publicó el tratado Mémoire sur la découverte du Satellite de Venus (1761) con sus deducciones. Aunque, debido a la ausencia del micrómetro filar, las distancias eran estimaciones, el mencionado Lalande de la Encyclopédie las consideró fiables. A pesar de todo, dicho satélite no dio la cara cuando Baudouin repitió la observación el 6 de junio con Charles Messier.

M. de Montbarron, concejal del tribunal de Auxerre, cambió el espejo pequeño y los oculares de su telescopio gregoriano de 81 cm para observar exclusivamente al satélite venusiano el 15, 28 y 29 de mayo de 1764, después de las 19:30. De esta manera, pudo mostrárselo a varias personas durante horas. Según informó Charles Messier en una carta al astrónomo jesuita Maximilian Hell, el 15 de marzo a las 19:00, Montbarron observó un pequeño astro en la cara oscura de Venus. El 28, pasadas las 19:30, lo volvió a ver con un ángulo vertical de 15º en el lado oeste y, el 29, a pesar de las nubes que rodeaban a Venus, pudo volver a ver a dicho astro. Como Lagrange, no percibió fases y, después del tercer avistamiento, no pudo verlo de nuevo. La falta de datos sobre la distancia angular desde Venus, la amplitud del telescopio o su diámetro lo convertían en un aporte poco útil. Tan solo se comentaba que la ausencia de titileo descartaba que fuera una estrella fija, aunque también podía significar nuestra atmósfera estaba menos turbulenta.

A pesar de la oportunidad de los tránsitos, tan solo hubo 19 observaciones en 1761; 9 entre 1762 y 1768 y ninguna en 1769.

Escepticismo

Ilustración de la óptica de la ilusión.

Maximilian Hell afirmó en su tratado De satellite Veneris (1765) que todos los avistamientos fueron ilusiones ópticas provocadas por Venus, cuyo intenso brillo entraba en el ojo, donde se reflejaba en el telescopio. Él mismo lo había detectado en 1757 y 1758 con un telescopios refractores y otro reflector. Al acercar el ojo al ocular, este "astro" reflejaba la fase del planeta pero, al moverlo perpendicularmente al eje del telescopio, este se movía mientras el planeta se quedaba fijo. Es más, este efecto podía replicarse con Júpiter y Marte. A diferencia de sus compañeros, que podían perderlo de vista, él podía encontrarlo cuando usaba sus dos telescopios refractores galileanos, pero no con los telescopios reflectores newtonianos, más modernos.

La reacción fue de decepción, pues ya la llamaban Cupido.

Planeta en lugar de satélite

Venus y, a su izquierda, un cuerpo esférico más pequeño. Ambos se muestran en fase gibosa menguante.
La situación parecía zanjada, pero Asaph Hall descubrió en 1877 a Fobos y Deimos, los diminutos satélites de Marte, y en 1874 y 1882 se esperaban otros dos tránsitos de Venus. El periodista belga Jean-Charles Houzeau, voluntario del Observatorio Real de Bélgica, observó este segundo tránsito en San Antonio, Texas, liderando la expedición belga. Houzeau argumentaba que, o bien el satélite existió y se había desintegrado o, tras recoger datos de algunos de los avistamientos, se trataba de un pequeño planeta que llamó Neith. Este era el nombre de una diosa madre egipcia presente desde tiempos predinásticos, creadora del universo (debido a los distintos centros de culto, este es un logro atribuido a varias deidades) y de gran importancia incluso en tiempos dinásticos, a pesar de la prominencia de otras diosas como Hathor.

En este caso, presentaba a Neith como un pseudosatélite cuya órbita era influenciada por la proximidad de Venus, pero fuera de su esfera de atracción. Es decir, se comportaría como un cuasi-satélite. Charles Émile Stuyvaert vio un punto brillante muy cerca de Venus el 3 de febrero de 1884 y su compañero Louis Niesten lo hizo el 12 de febrero, ambos en el observatorio de Bruselas. A pesar del entusiasmo de Houzeau, los científicos indicaron que la hipótesis de Neith eran tan solo especulaciones y, de nuevo, los avistamientos se trataban de ilusiones ópticas.

Como dijo Julio Verne al final del capítulo VIII de Hector Servadac (1877): 

  • Vamos, dijo el capitán Servadac, esta aproximación nos ha servido de todos modos para demostrar que Venus no tiene luna.
  • En efecto, Domingo Cassini, Short, Montaigne de Limoges, Montbarron y algunos otros astrónomos, han creido sériamente en la existencia de un satélite de Venus. 

El verdadero cuasi-satélite

Cámara rápida de Zoozve moviéndose por el cielo el 7 de noviembre de 2018, tres días después de su mayor aproximación a la Tierra.

Irónicamente, se observó un cuasi-satélite de Venus que fue nombrado como 524522. Tuvo la designación provisional 2002 VE68, donde 2002 fue el año de descubrimiento; la V que fue descubierta en la primera quincena de noviembre; mientras que E68 es el orden de descubrimiento, donde se usan 25 letras (exceptuando la I) del abecedario y el subíndice indica el ciclo, es decir, se hizo en el puesto 1705. En un póster infantil del Sistema Solar del artista Alex Foster, esta designación provisional se expresó erróneamente como ZOOZVE. Latif Nasser contó la anécdota el 26 de enero de 2024 en Radiolab y Brian A. Skiff, su descubridor el 11 de noviembre de 2002, propuso dicho nombre a la Unión Astronómica Internacional, siendo aceptado.

Fuente

  • Lovisetti, L. (2023). Venus moon: an astronomical tale of illusions and deceptions. In Società italiana degli storici della fisica e dell'astronomia: proceedings of the SISFA 42nd Annual Conference: Perugia, 26-29 September 2022, Department of Physics and Geology, University of Perugia (pp. 147-154). Pisa University Press.
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