Los mosquitos de los mosquitos
Cada vez que vuelve el calor, el sueño se ve interrumpido por un zumbido constante que se aproxima a nuestros oídos. Son viejos conocidos. Nunca están solos. Como los moradores de las arenas, si desaparecen, sabes que volverán y en mayor número. Por si no fuera poco, gracias a sus picaduras, impiden que los olvidemos por el día. Pero lo que puede que no supieras, es que ellos también son víctimas.
En 1922, el entomólogo F.W. Edwards describió un jején de la península de Malaca, en el sudeste asiático, al que llamó Culicoides anophelis. Su característica distintiva era que se alimentaba de los mosquitos.
Desde entonces no se ha estudiado mucho más sobre ellos, aunque su distribución geográfica abarca los focos de mosquitos de India, China y el sudeste asiático. Sin embargo, un grupo de científicos chinos consiguió atrapar a uno sobre un mosquito usando una vaca como cebo. Al día siguiente, repitieron el proceso y anestesiaron ligeramente a la pareja para grabarlos con la cámara en el objetivo del microscopio.
Como se puede ver en el vídeo, tras dar media vuelta y tirar con dificultad, consigue liberarse. Se debe a que su probóscide se clava impidiendo despegarse de la víctima por mucho que se mueva. Se han llegado a observar jejenes que permanecen unidos durante 56 horas. En 1945 se observó en la isla de Nueva Bretaña, en el archipiélago Bismarck de Papua Nueva Guinea, un mosquito volando erráticamente por pérdida de sangre debida a un hinchado jején. Ambos fueron conservados y permanecen unidos. Los jejenes Culicoides solo pueden despegarse voluntariamente.
Sin embargo, aunque puede parecer un castigo kármico para los mosquitos, al final somos nosotros los perjudicados. No solo tiene una enorme distribución geográfica, sino que parasita a al menos 19 especies de mosquitos así como búfalos y ganado. Son portadores del virus de la lengua azul, el virus de Orepuche y el virus Schmallenberg, mientras que aquellos mosquitos que parasita son portadores del virus del dengue, del Nilo Occidental y la encefalitis japonesa. Si ya de por sí los mosquitos pueden ser una amenaza, estos parásitos aumentan su carga vírica.
Fuente: Scientific American
En 1922, el entomólogo F.W. Edwards describió un jején de la península de Malaca, en el sudeste asiático, al que llamó Culicoides anophelis. Su característica distintiva era que se alimentaba de los mosquitos.
Desde entonces no se ha estudiado mucho más sobre ellos, aunque su distribución geográfica abarca los focos de mosquitos de India, China y el sudeste asiático. Sin embargo, un grupo de científicos chinos consiguió atrapar a uno sobre un mosquito usando una vaca como cebo. Al día siguiente, repitieron el proceso y anestesiaron ligeramente a la pareja para grabarlos con la cámara en el objetivo del microscopio.
Como se puede ver en el vídeo, tras dar media vuelta y tirar con dificultad, consigue liberarse. Se debe a que su probóscide se clava impidiendo despegarse de la víctima por mucho que se mueva. Se han llegado a observar jejenes que permanecen unidos durante 56 horas. En 1945 se observó en la isla de Nueva Bretaña, en el archipiélago Bismarck de Papua Nueva Guinea, un mosquito volando erráticamente por pérdida de sangre debida a un hinchado jején. Ambos fueron conservados y permanecen unidos. Los jejenes Culicoides solo pueden despegarse voluntariamente.
Sin embargo, aunque puede parecer un castigo kármico para los mosquitos, al final somos nosotros los perjudicados. No solo tiene una enorme distribución geográfica, sino que parasita a al menos 19 especies de mosquitos así como búfalos y ganado. Son portadores del virus de la lengua azul, el virus de Orepuche y el virus Schmallenberg, mientras que aquellos mosquitos que parasita son portadores del virus del dengue, del Nilo Occidental y la encefalitis japonesa. Si ya de por sí los mosquitos pueden ser una amenaza, estos parásitos aumentan su carga vírica.
Fuente: Scientific American
- Imagen: Ma, Y., Xu, J., Yang, Z. et al. Parasites Vectors (2013) 6: 326. https://doi.org/10.1186/1756-3305-6-326