La enfermedad con la que los dioses castigaban a los malos gobernantes
En la literatura antigua, ningún crimen queda sin castigo. Si la arrogancia con los dioses conllevaba un castigo divino, el maltrato hacia tu pueblo también. Entonces no se concebía condena más terrible que ser devorado en vida por los bichos que debían consumir tu cadaver. Como esta pena tuvo varias manifestaciones y motivaciones, durante mucho tiempo se ha considerado que las historias sobre ella no tienen relación.
Este castigo se mostraba en la literatura como una enfermedad con dos presentaciones aparentemente distintas. Por una parte, la skolekosis (σκωλήκωσις) generaba gusanos. Por otra, la ptiriasis, llamada φθειρίασις en griego y transcrita al latín como phthiriasis en occidente, generaba piojos.
Descripción de la enfermedad
Herodoto es el primero en mencionar la enfermedad, atribuyéndola a un
castigo divino por como Feretima trató a la gente de Barce.
Pero Feretima no tuvo la dicha de morir bien; pues vengada ya, salida de la Libia, y refugiada en Egipto, enfermó bien presto, de manera que hirviéndole el cuerpo en gusanos, y comida viva por ellos, acabó mala y desastrosamente sus días, como si los dioses quisieran hacer ver a los hombres con aquel horroroso escarmiento cuán odioso les es el exceso y furor en las venganzas. De tal modo se vengó de los Barceos Feretima, la esposa de Bato.
Historias 4.205
Por lo general, quien la sufre es un miembro de la realeza o un noble, normalmente extranjero o en una posición opuesta al autor (p.ej. pagano, si el autor es cristiano), que ha cometido un crimen atroz, alguna irreverencia o ha sido brutal con sus súbditos. Alguna deidad es ofendida por sus actos y lo castiga con gusanos que surgen de su carne descompuesta. Los intentos de oponerse a la enfermedad son en vano y el cuerpo supura, especialmente por los genitales, y se desfigura con un dolor insoportable. Finalmente el hedor insoportable provoca que su cadáver no pueda ser velado
Pero no todos eran condenados a agonizar siendo devorados por los gusanos y a no recibir una sepultura adecuada. En otros casos la muerte encajaba en el tópico del filósofo piojoso usado por los poetas cómicos, donde la intención del autor no era moralizante y la víctima moría rápidamente. Esta diferencia era la que separaba los casos de skolekosis y de ptiriasis, pero realmente hay menos diferencia entre sí de lo que parece.
En el caso de la ptiriasis, Aristóteles no la menciona directamente, pero los signos se corresponden:
En las personas, la aparición de piojos es, en efecto, una enfermedad, que surge cuando la humedad es abundante en el cuerpo. Se sabe de individuos que han muerto de esta manera, como el poeta Alcmán y Ferécides de Siros.
Historia de los animales 5.31
En su caso, sabemos que los piojos ni se generan en el cuerpo ni son letales, al menos por sí solos. Si Aristóteles conocía personalmente algunos casos, el causante de la enfermedad podría haber sido el arador de la sarna (Sarcoptes scabiei). La hembra, de mayor tamaño pero aún así diminuta (300-450 micras), excava túneles a través de la epidermis, especialmente en zonas delicadas y finas, atacando frecuentemente manos, muñecas, genitales externos, pechos y pies. Dado que la hembra va dejando los huevos en estos túneles, eso podría explicar la aparente generación expontánea. Sin embargo, igual que con los piojos, la sarna no mata por sí sola, por lo que esos afectados debieron morir de otra patología adicional.
Las víctimas
Ptiriasis
Aunque la mención a la skolekosis es más antigua, como es usada especialmente por autores cristianos, mencionaré primero las víctimas mencionadas por autores griegos y romanos, que solían hablar de la ptiriasis. Aunque habitualmente no presentan una actitud moralizante, algunos autores señalan que sufrieron la enfermedad como un castigo divino.
Aristóteles menciona al poeta Alcmán (s. VII a.C.) y al filósofo Ferédices de Siros (c. 580-520 a.C). Del primero se desconocen fuentes que concuerden o difieran, pero en el segundo tuvo muertes distintas según el autor consultado. Se dice que se arrojó mortalmente desde el monte Córico, pero también que murió en Magnesia durante la guerra con los efesios. Plutarco, quien registra muchas de las muertes de ptiriasis, dice aquí que fue sacrificado por los espartanos, cuyo rey conservó su piel respetando los deseos del oráculo, que transmitían la voluntad de los dioses. No obstante, cabe señalar que Plutarco no es una fuente fiable en lo concerniente a los espartanos. Cabe señalar que incluyó a Acasto en la lista de víctimas, a pesar de ser uno de los argonautas que participó en la caza del jabalí de Calidón. Por lo general, las fuentes coinciden en que Ferécides murió en Delos mientras sufría de sarna. Una de ellas añade que fue castigado por Apolo por irreverencia.
Posteriormente otros autores incorporaron más posibles muertes por ptiriasis. Por ejemplo, según Diógenes Laercio, Platón (c. 427-347 a.C.) y Espeusipo (c. 408-339 a.C.) también murieron por esta enfermedad. A pesar de ello, si Platón hubiera muerto por esta causa, como su discípulo, Aristóteles lo hubiera mencionado. La muerte de Platón a causa de ptiriasis habría derivado de proverbios populares originados en mofas de poetas cómicos mencionados anteriormente. La fuente de la muerte de Espeusipo es Vida de Lisandro de Plutarco. A pesar de ello, el propio Diógenes añade que, en otra tradición, sufrió de una parálisis degenerativa y se suicidó.
Otra víctima de la enfermedad, según Plutarco citando a Cares, fue Calístenes de Olinto (c. 360-328 a.C.). Plutarco también indicó que fue encadenado y enfermó, como indicaba Aristóbulo, y que fue torturado y ahorcado, como decía Ptolomeo. Estas dos causas eran las que indicaba Arriano. Otros autores solamente mencionaban una de estas causas o añadían que fue ahorcado y arrojado a un león. Aunque el león, que es un detalle más tardío, parece excesivo, es posible que fuera apresado y torturado, pudiendo haber sufrido sarna si se mantuvo en condiciones poco higiénicas.
Sin duda la muerte más detallada es la del dictador Sila que proporciona Plutarco. Cuenta cómo sufría úlceras en sus vísceras, la carne se desintegraba en forma de piojos que no podía eliminar ni sumergiéndose en el agua. Como haría posteriormente Pausanías, atribuía su muerte a un castigo divino provocado por su tiranía. De hecho, sigue el mismo esquema que las muertes por skolekosis. Por último, Plutarco señala a un Mucio Escévola cuya identidad exacta se desconoce.
Skolekosis
La enfermedad era un recurso moralizante muy usado entre los autores cristianos. Papías de Hierápolis, uno de los padres de la iglesia, decía que Judas Iscariote vagó por el mundo con la carne hinchada, con la cabeza agrandada, incapaz de abrir los ojos y con los genitales purulentos llenos de gusanos, muriendo abandonado en su propio hedor. En Contra Apión o Sobre la antigüedad de los judíos, Flavio Josefo señaló a este gramático egipcio como víctima de la enfermedad, haciéndole perder sus genitales. En esta misma obra detalla la muerte de Herodes Antipas mencionada en Hechos 12:21-23 y que resulta idéntica a la de Sila según Plutarco. No obstante, mucho antes, en 2 Macabeos 9, la Biblia precisa con la agonía de Antíoco IV Epífanes, a quien se le hincha el vientre, sufre luxaciones en sus miembros por una caída en un carro, le salen gusanos por los ojos y la piel se le pudre en vida.
Algunos relatos son contradictorios, pues para Eusebio, el emperador Galerio estaba hinchado, como ocurre con otras víctimas de la enfermedad, pero para Lactancio, que basa su historia en el primero, estaba demacrado. Otras víctimas fueron Sátiro de Heraclea, quien según Memnón de Heraclea Póntica recibió el castigo divino por su crueldad con su pueblo; Casandro de Macedonia, quien según Pausanías recibió el mismo castigo divino por eliminar a la familia de Alejandro Magno; el esclavo Euno, líder del levantamiento durante la primera guerra servil, quien según Plutarco la había sufrido, aclarando Diodoro Sículo que la contrajo en prisión, y Alejandro de Abonutico, el falso profeta, según Lucano.
Los textos médicos
Sin embargo, el impacto de esta enfermedad de pierde en los textos médicos que no recurren a tópicos o a motivos aleccionadores. Cuando los autores anteriores hablan directa o indirectamente de ptiriasis, describen una enfermedad compatible con la sarna, pero ¿por qué no usaron los términos ψώρα y ψωρίασις que ya se usaban para la sarna y las enfermedades similares?
El filósofo Celso, por ejemplo, habla de la ptiriasis, pero se refiere a una enfermedad no letal que presentaba piojos en las pestañas. Plinio el viejo habla de eliminarlos consumiendo zumo de rábano, mientras Galeno recomienda aplicar alcaloides externamente. Esto contrasta con los métodos inefectivos mencionados en otros textos, que consistían en inmersiones y la eliminación directa de los parásitos. El único médico que parece basar su descripción en los textos literarios fue Sorano de Éfeso. No solo indica skolekosis produce la erección del pene debido a la irritación del bazo, que se asociaba con el decoro y la urbanidad, sino que también habla de problemas de fluidos corporales, de incontinencia, evacuación anal de gusanos y la muerte. Galeno también da crédito a algunos síntomas literarios de la ptiriasis. Cabe la posibilidad que Sorano confundiese la ptiriasis con el tisis (latín: phthisis), a la que describe con putrefacción, úlceras, incontinencia, demacración, flema olorosa y pérdida de fluidos corporales.
Presencia semita
En las historias en idiomas semitas, quienes sufrían esta enfermedad eran del mismo pueblo que el autor, teniendo un final súbito, con partes de su cuerpo, como su vientre o lengua, reventando con gusanos. Además no seguían un mismo patrón, aunque hubo influencia mutua con las historias de skolekosis. El Testamento de Job es una obra donde se solapan las características de ambos tipos de historias. Aunque su piel se humedece, ulcera, se infesta de gusanos, huele mal y pierde su condición de noble, a su vez, su irreverencia es accidental, trata bien a sus ciudadanos, no sucumbe a la duda, es curado y se Satán quien exige el castigo.
Fuentes
- Keaveney, A., & Madden, J. A. (1982). Phthiriasis and its victims. Symbolae Osloenses, 57(1), 87-99.
- Pallí Bonet, J. (1992). Investigación sobre los animales (No. Sirsi) i9788424915995 PA3892. A4).
- De Halicarnaso, H. (2015). Los nueve libros de la historia.
- Zeichmann, C. B. (2020). Worm Food: Towards a Typology of Worm and Lice Disease-Descriptions in Graeco-Roman Narratives. Ancient Narrative, 1-15.