Los primeros fantasmas, la lamentable existencia de ultratumba en Mesopotamia


Sin importar las creencias, desde hace miles de años nos han acompañado las dudas sobre lo que nos depara después de la muerte y cómo nos afecta a los vivos. El anhelo a reencontrarnos con los seres queridos y temor a que la muerte no haya acabado con los enemigos puede obsesionar en búsqueda de respuestas precisas. En Mesopotamia, como se contó con Egipto, los griegos y romanos, mantuvieron una visión de los fantasmas que se coordinaba con su visión del mundo.

El mundo inferior


En la cosmología de los pueblos mesopotámicos, existía un mundo por debajo de los ríos subterráneos de agua dulce de apsú o absu. Los sumerios le dieron varios nombres que se transmitieron a idiomas posteriores, como arali, irkalla o kukku. Habitualmente, era conocido simplemente como tierra (Ki o Kur), mundo inferior (Ki-gal) o erṣetu en acadio. En el caso de Kur, era una palabra que también se usaba para referirse a las montañas, en concreto, a los montes Zagros en la actual Irán. Esto iba en consonancia con otras denominaciones, como el "desierto" o "tierra sin retorno", aludiendo a lugares lejanos de donde no se regresaba. Se habría considerado que en las montañas estaría la entrada a este inframundo, desde donde salía el Sol cada mañana, aunque en las historias se podía acceder a este a través de un agujero en el suelo que llevaría a unas escaleras hasta las puertas de Ganzir, el palacio de la diosa Ereškigal.

En la cosmogonía, el cosmos (An-ki) era una montaña surgida del mar primitivo (Tiamat). El cosmos engendró a Enlil, que se enfrentó a Tiamat y a sus hijos. Tras su victoria, Enlil separó el cosmos en el cielo (An) y la tierra (Ki). Enlil se quedó el dominio sobre la tierra, mientras dejó el dominio de los cielos a su padre An. Tras esto, se cuenta que Ereškigal, que pudo haber sido una diosa celeste, fue raptada por Kur como premio. En este mito, Kur, como le pasaba a Tiamat, An y Ki, era una entidad consciente. Quien navegó a Kur para rescatarla no fue Enlil, sino Enki, dios de las aguas fluviales y "señor del abismo", ya que tomó el dominio del Apsú, esposo de Tiamat. Aunque se cuenta que desde Kur le arrojaban piedras a la quilla de su barco, no se cuenta su desenlace.

Este enfrentamiento contra Kur también es realizado por Ninurta y su maza parlante Sharur pero, cuando resulta victorioso, el mar primitivo que contenía Kur avanza por la tierra y los ríos. Entonces, coloca piedras sobre el cadáver de Kur para detener con éxito su avance, mientras deriva las aguas que estaban en la tierra al Tigris. En una tercera versión, Inanna se enfrenta a un Kur diferente, llamado "montaña Ebih", que es un distrito al noreste de Sumeria. Inanna le amenaza con atacarle a menos que se someta a ella y glorifique sus virtudes, pero Kur, que ha aterrorizado a los dioses, la ignora. A pesar del consejo de An de no combatirle, Inanna lo ataca igualmente y se alza victoriosa.

Vida de ultratumba


Tanto reyes como plebeyos descansaban irremediablemente en Kur al morir, donde les esperaba una existencia en oscuridad y dominada por la apatía, alimentándose de polvo y arcilla. Sin embargo, las tradiciones cambiaban y los relatos nos cuentan detalles que añaden detalles sobre la vida en el más allá. La duodécima tablilla de la Epopeya de Gilgameš nos cuenta el relato Gilgameš, Enkidu y el inframundo. Aunque presente como continuación, serviría más bien para completar una de las tablillas de la historia sumeria más antigua, pues en la versión acadia Enkidu muere.

En este relato, Enkidu se ofrece a visitar el inframundo para recoger unos palos y pelota que habían caído por un agujero del inframundo creado por los dioses, quienes respondían a las plegarias de los jugadores por el espantoso partido al que se veían obligados a jugar. Gilgameš le advierte que debe pasar desapercibido, despojándose de joyas, perfumes y expresiones de ira o alegría, pero Enkidu no le obedece. Por ello, Gilgameš se lamenta y el dios Ea (Enki) le oye, por lo que Šamaš, dios del Sol, abre un portal para que salga Enkidu. Entonces aprendemos dos cosas. En primer lugar, que una vez que entras, no puedes quedarte en el mundo de los vivos. En segundo lugar, nos describe la importancia de tener hijos, cuanto más mejor, para que hagan ofrendas a los muertos regularmente. La bebida, la comida y el aceite serían consumidos por el espíritu del fallecido, que podía visitar nuestro mundo para consumirlos y para propiciar y ofrecer consejo a sus descendientes. Una vez muertos, la ausencia de hijos era irremediable, pues describe como los genitales se arrugan y no se siente placer. Esto era una fuente de malestar común en los jóvenes que morían antes de poder reproducirse. Por lo tanto, los desatendidos podían vagar por nuestro mundo trayendo desgracias, pesadillas o enfermedades. Esto también ocurría si no se había enterrado con los rituales adecuados, por lo que los ahogados o muertos en el desierto se convertían en almas en pena.

La importancia de los rituales partía del origen mítico de los humanos, quienes habían sido creados del barro y de la sangre del dios menor del conocimiento Geshtu-E. Como esta esencia divina nos daba la razón o consciencia (ṭēmu) que proporcionaba un espíritu (sumerio: gedim; acadio: eṭemmu) a la carne, se consideraba que los animales no tenían espíritu. Como los abortos tampoco tenían consciencia ni nombre con el que llamarlos durante los rituales, ellos disfrutaban de un banquete de jarabe y gui en las mesas de oro y plata. De forma similar, los quemados ascendían al cielo con el humo y no convivían en Kur, aunque hay textos que nos indican que probablemente había matices que variaban estas afirmaciones.

Ni los dioses gozan de privilegios


El inframundo estaba reinado por Ereškigal y Nergal. Era la primera quien dictaba sentencia y Geštinanna quien la registraba en una tablilla. Geštinanna era el testimonio de que ni los dioses podían escapar de Kur. Tanto en El descenso de Inanna/Ištar al inframundo y en Enlil y Ninlil, los dioses visitan el inframundo pero, para abandonarlo, deben encontrar un sustituto que ocupe su lugar. En el caso de Inanna/Ištar se trata de su amante Dumuzid, quien no había llorado su muerte, como también se cuenta en El sueño de Dumuzid. En su continuación, El regreso de Dumuzid, su hermana Geštinanna, su madre Sirtur e Inanna lamentan la muerte de Dumuzid hasta que una mosca les guía hasta donde está este. Entonces, Inanna decreta que Dumuzid pasará medio año con Ereškigal y otro medio año en el cielo con ella. Esto se reflejaba en las estaciones, como ocurría en el relato griego del rapto de Perséfone. Otro detalle adicional que revela que ni los dioses están libres de las condiciones impuestas en Kur es que, El descenso de Inanna/Ištar al inframundo, Inanna/Ištar debe despojarse de sus joyas en las siete entradas.

Además de Geštinanna, que servía en Kur en los meses secos, había otros dioses que actuaban a las órdenes de Ereškigal. Ningiszida, consorte de Geštinanna, era su mayordomo; Pabilsag era el administrador; Namtar era un mensajero o ministro, y Neti, el portero. Además de estos, también se asociaban al inframundo demonios, como los Gallu que se llevaron a Dumuzid o los descendientes de arali, que traían disgustos a la humanidad; dioses como Enmešarra, incluidos dioses muertos, o los 600 Anunnakku, según fuentes bíblicas tardías. Algunos humanos, como Gilgameš, se convertían en jueces del inframundo, según el relato sumerio.

Manifestaciones

Males terrenales

Los demonios podían causar males en los humanos, pero también podían contrarrestarlos. Las brujas también podían lanzar maleficios, pero las calamidades típicas eran causadas por almas que no encontraban descanso. Un problema que tenemos con las fuentes conservadas es la visión limitada que nos ofrece sobre la mentalidad existente en la época, no solo por problemas de conservación, sino porque suelen registrar casos concernientes a la realeza.

Los fantasmas se pueden clasificar en base a su forma de actuar con los humanos. Normalmente, infligían sus perjuicios tocando al afectado con su mano ya que, aunque eran impalpables, podían tocar a voluntad. El comportamiento del fantasma se relacionaba con su muerte. Por ello, quienes morían en el desierto se aparecían continuamente en pesadillas, ya que necesitaban agua y alimento como un mendigo una moneda. Los ahogados y quemados podían asfixiar o provocar gritos, respectivamente, en sus víctimas. Los quemados también podían dejar mudo porque qalû ("quemar") era homófono con qâlu ("silenciarse"). Adicionalmente, estos podían perder las ganas de vivir y no comer. Las almas en pena que vagaban por el mundo afectaban a la mente, tanto en ánimo como neurológicamente. Algunos atacaban por la espalda, dañando su columna y matándolo impidiendo defecar. En varios de estos casos, son fantasmas vengativos que fueron víctimas del enfermo y buscan resarcirse, incluso cuando este es un familiar. A veces, se indica que es un doble del fallecido el que actúa sobre el enfermo, provocándoles comportamientos compulsivos. Por último, los fantasmas podían actuar en nombre de un dios que los haya ligado a un mortal.

En definitiva, los fantasmas arrebataban la normalidad, la salud y alteraban la forma de actuar del afectado. Podían incluso "robarle la carne", dejándolo emaciado como un esqueleto. No obstante, el āšipu agrupaba los síntomas para dictar un diagnóstico, ya que no todos las enfermedades eran causadas por fantasmas. Ni los asuntos de la fertilidad femenina, intestinales (salvo los gases y dolores), respiratorios (salvo falta de aliento), dolores de muelas, cutáneos, parálisis permanentes o calvicie eran provocados por fantasmas. Las afecciones fantasmales no eran directamente mortales y solían remitir con el tratamiento.

Visiones

Hay pocas indicaciones sobre qué hacer en caso de oír o ver un fantasma, pero los augurios Šumma ālu indican que hacerlo podía ser un desastre tanto para el que lo perciba como para su hogar y sería necesario realizar un ritual protector. En base a esto, los fantasmas podían ser silenciosos o gritar; ser visibles o invisibles; estáticos o en movimiento; conocidos o desconocidos. Para combatir estos encuentros, la víctima también podía recitar una serie de palabras, que también se utilizaban si la persona estaba interesada en la necromancia.

Fuentes

  • Kramer, S. N. (1972). Sumerian mythology (Vol. 47). University of Pennsylvania Press.
  • Black, J., & Green, A. (1992). Gods, Demons and Symbols. Ancient Mesopotamia: an Ilustrated Dictionary, London.
  • Pu, M. (Ed.). (2009). Rethinking ghosts in world religions (Vol. 123). Brill.
  • Bayliss, M. (1973). The cult of dead kin in Assyria and Babylonia. Iraq, 35(2), 115-125.
  • Scurlock, J. (2005). Magico-medical means of treating ghost-induced illnesses in ancient Mesopotamia. Brill.
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