El origen egipcio de las plagas de la antigüedad
En nuestros tiempos, China parece la fuente habitual de pandemias, incluso cuando el origen no se sitúa entre sus fronteras. Sin embargo, en la antigüedad, en un mundo aparentemente más pequeño, el sambenito lo tenía Egipto. No en vano, sus diez plagas son un tema que ha perdurado en la historia, aunque Herodoto consideró a los egipcios los más sanos después de los libios.
Nexo comercial
Egipto fue el nexo donde convergían las principales rutas comerciales del ecúmene. El río Nilo, su arteria principal, era una autopista fluvial que conectaba en la primera catarata con el reino de Kush y, a través de este, con los bienes obtenidos en el sur.
En la costa oriental, los puertos de Berenice y Mios Hormos comerciaban con la India, Arabia y con Rhapta, en un punto indeterminado de la costa sureste del continente africano. Entonces, los productos se transportaban por tierra hasta Coptos, al norte de Tebas, y seguían su camino por el Nilo. Más al norte, cuando estos puertos se abandonaron y cambiaron de manos, el delta se comunicó con el mar Rojo a través del canal de Trajano.
Por otra parte, había rutas terrestres en la orilla occidental, conectando Alejandría con Cirenaica y la provincia romana de África, así como con los oasis. Desde la época ptolemaica en adelante, la red comercial mediterránea se extendió aún más.
Foco de epidemias
Con esta situación, tenemos que los bienes de dos de los continentes conocidos llegan al tercero a través de Egipto.
De Egipto a Hatti
En la segunda mitad del siglo XIV a.C., tenemos el caso Dahamunzu o Zannanza contado en las cartas de Amarna. En este tenemos en el Mediterráneo oriental un juego de poder entre Egipto, Mitanni y la potencia ascendente hitita, gobernada por Šuppiluliuma I, en guerra con ambos.
Dahamunzu se cree que significa "esposa del rey", refiriéndose a la reina viuda de un desconocido faraón llamado Nibhururiya que mandó un mensaje al rey hitita donde aseguraba no tener descendencia, pero que convertiría a uno de sus hijos en faraón. Al ser una situación inédita, el rey hitita desconfió y la reina criticó sus recelos, repitiéndole la oferta. Al final, envió a su hijo Zannanza, que fue asesinado antes de llegar. Al parecer, cuando tomó esta decisión, ya había un faraón, por lo que pudo estar implicado en su muerte.
Por supuesto, el rey hitita atacó a Amqu, estado vasallo egipcio en el valle de la Becá, en el Líbano, y tomó prisioneros. Sin embargo, según las cinco tablillas de Hattuša, esto fue su perdición. Los prisioneros introdujeron una plaga desconocida para ellos que les afectó durante 20 años, matando tanto al rey Šuppiluliuma I como a su hijo y sucesor Arnuwanda II. Muršili II, hijo del primero y hermano menor del segundo, dejó una oración inscrita en las tablillas pidiendo la intervención divina para aliviar este mal.
De Egipto a Asiria
En el siglo VII a.C., el rey asirio Senaquerib aplacó las revueltas en Judea,
que supuestamente instigó el faraón Shabitko. Asedió Pelusio, en el extremo
oriental del delta del Nilo, y, según Herodoto, fueron superados por
multitudes de ratones, símbolo de pestilencia para los griegos. En el Antiguo
Testamento, aseguran que fue la mano de Yahvé la responsable de la eliminación
de las tropas de Senaquerib de Jersusalén (Reyes 19:6–7, 35;
Isaias 37:36-37), una fórmula que era común para designar a
enfermedades en Mesopotamia.
De Egipto a Atenas
Durante la segunda guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), Esparta asedió Atenas y el general ateniense Pericles decidió refugiar a la población entre las murallas que conectaban Atenas con su puerto de El Pireo. Entonces, a comienzos de marzo del 430 a.C. llegó una epidemia a través del puerto, con una segunda ola en el verano de 428 a.C. y una tercera en el invierno del 427-426 a.C. Pericles murió en ella y afectó hasta a 75 000-100 000 personas, muriendo un cuarto de la población de Atenas. Según sabemos por Tucídides en Historia de la guerra del Peloponeso, provino de Etiopía, es decir, de África, y se extendió previamente por Libia, Egipto y Persia, pero no con tanta virulencia como la ciudad de la corona violeta. Flavio Josefo interpretó que 185 000 asirios habrían muerto por enfermedad en la primera noche del asedio.
En Egipto
Un epigrama funerario de Antipater de Sidón lamenta la muerte del joven Ptolomeo Eupator en el verano de 152 a.C. por una plaga que devastó Egipto. En el 46 a.C., Apiano informó que Cleopatra VII se negó a enviar barcos a Casio porque entonces Egipto sufría hambruna y pestilencia.
El Deuteronomio 28:27, 35 usa el término "llagas de Egipto" para referirse a una enfermedad reconocida de esa región que podría ser la peste bubónica. El médico Rufo de Éfeso informó que unos bubones, que mataban en poco tiempo, en torno a Libia, Egipto y Siria. Esta ocurrió en Libia en la época tanto de Dioscórides (c. 40-c. 90 d.C.) como Posidonio (135-51 a.C.), produciendo una fuerte fiebre seguida de un gran dolor, con molestias por todo el cuerpo, delirios y grandes bubones inflamados que no supuran, situándose, ademas de los lugares habituales, detrás de la rodilla o el pliegue del codo, aunque sin inflamación en estos. Areteo de Capadocia menciona una epidemia caracterizada por bubones en la ingle.
En un papiro del siglo II-III d.C. de Karanis, en Fayún, enviado probablemente desde Alejandría, una mujer llamada Taeis informa de las muchas muertes ocurridas en la ciudad del delta. No obstante, debido a la imprecisión, pudo ser una plaga o un conflicto.
De Egipto al Imperio romano
Peste antonina
Desde mediados de la década de 160 d.C. hasta el 190 d.C., el Imperio romano se vio sometido por la llamada peste antonina o de Galeno. Elio Aristides (118-180) y Crepereyo Calpurniano, en Anatolia, fueron los primeros en mencionarla. En la década anterior a su inicio, parece haber una epidemia similar en la península arábiga. Su procedencia en Oriente Medio es sugerida por las pérdidas que tuvo el general del coemperador Lucio Vero, según Dión Casio, en el saqueo de las ciudades partas en Siria en el 165 d.C. Por Galeno sabemos que la plaga llegó a Roma en el 166 d.C. y a los legionarios de Aquilea, enfrentados a los marcomanos, en el 168 d.C. Los movimientos de tropas facilitaron su expansión por el resto del imperio, llegando al delta del Nilo, como muy tarde, en el 168-169 d.C.
Ahora bien, si parecía provenir de Asia, y no se transmitió al resto de pueblos desde Egipto, ¿qué sentido tiene su inclusión? Pues a través de Luciano de Samósata, que le acusa de plagiar a Tucídides por sus muchas similitudes en su relato, sabemos que Calpurniano observó en Nísibis, en la frontera sureste de la actual Turquía, que la enfermedad venía de Etiopía desde Egipto.
Peste cipriana
En el invierno del 248 o 249 d.C., apareció una epidemia, posiblemente de ébola, en Egipto desde Etiopía y se extendió al oeste. El emperador Decio (249-251 d.C.) decretó a finales del 249 d.C. unos sacrificios a los dioses imperiales y por su propio bienestar. La enfermedad se habría mantenido durante 20 años, extendiéndose por el imperio, principalmente sus puertos y frentes militares, que la sufrieron en varias ocasiones.
Zósimo indica que más de la mitad de los infectados moría y que en Roma y en
ciudades griegas fallecían por ella unas 5000 personas diarias en el 262 d.C.
Esto reflejaría las líneas descifradas del palimpsesto
Scythica Vindobonensia, que probablemente perteneció a la obra perdida
Scythica de Publio Herenio Dexipo (210-278 d.C.). Contaba que los
escitas aprovecharon un terremoto, probablemente ocurrido en Roma, y las
enfermedades que le siguieron y se extendieron hasta Grecia entre el 254-260,
para cruzar el Istros, en la actual costa rumana del mar Negro, para invadir
Tracia y Macedonia.
Aunque se ha discutido que las invasiones góticas del Danubio introdujeron la enfermedad, Eusebio cita unas cartas del obispo Dionisio de Alejandría (?-264 d.C.), que probablemente escribió en los años previos a su muerte, donde menciona muchas muertes por enfermedad de origen desconocido en Alejandría. Esto también es mencionado por el obispo Cipriano de Cartago, su biógrafo y diácono Poncio de Cartago; los historiadores Aurelio Victor (c. 320-c. 390 d.C.), Porfirio, Zósimo (c. 460-c. 520 d.C.), Eutropio, Paulo Orosio (385-418 d.C.), Pedro el Patricio (500-565 d.C.) y Evagrio Escolástico (536-594 d.C.); en las obras Historia Augusta, Epitome de Caesaribus, la Crónica de Eusebio en las traducciones latinas y armenias, y en los cronistas bizantinos en el 262 d.C. No obstante, aunque Eusebio menciona oleadas en el 253, 258/9 y 262/3 y hay papiros que describen casos con sintomatología parecida, su conexión con la peste cipriana que afectó al imperio no es tan clara.
Plaga de Justiniano
Los historiadores antiguos informan que comenzó en el norte de África, llegando a mediados del 541 a Pelusio, en Egipto, desde donde se extendió en otoño a Alejandría y Palestina. A comienzos del año siguiente, llegó a Siria, Anatolia y Constantinopla. Hay pruebas escritas y epigráficas de su presencia en el norte de África y Sicilia en el 542 y pruebas escritas de la epidemia en Italia, Ilírico y Galia en el 543. Los análisis de ADN revelan que llegó rápidamente incluso a las islas británicas. La plaga no desaparecería y se repetiría hasta 17 veces a mediados del siglo VIII.
Las evaluaciones indican que se habría originado en la región de Tian Shan en Kirguistán, pero que la Yersinia pestis responsable habría circulado en torno al Mediterráneo sin producir epidemias antes del 541. No obstante, pudo llegar tanto por rutas marítimas como terrestres. Por los linajes que llegaron y por el orden en el que fueron afectándose las distintas regiones, llegando antes a Bizancio que a Persia, es posible que fuera transportada por las rutas a través del mar Rojo.
Aunque Procopio indica que comenzó en Pelusio, Zacarías Escolástico y Jacobo
de Edesa señalan Kush, mientras Evagrio Escolástico indica Etiopía,
quien reconoce su coincidencia con Tucídides, pero remarca los diferentes
síntomas. Este último escribió en el 594, durante la tercera oleada,
incidiendo que aún se consideraba esa procedencia. Juan de Éfeso (507-586
d.C.), además de Kush, la situó en el reino himyarita, en el suroeste de la
península arábiga, algo que parece corroborar una inscripción en Marib. Por
entonces, en donde había prosperado Kush se situaba Axum, con conexiones
comerciales y diplomáticas, para bien o para mal, con Himyar.
Fuentes
- Littman, R. J. (2009). The plague of Athens: epidemiology and paleopathology. Mount Sinai Journal of Medicine: A Journal of Translational and Personalized Medicine: A Journal of Translational and Personalized Medicine, 76(5), 456-467.
-
Huebner, S. R., & McDonald, B. T. (2023). Egypt as a Gateway for the
Passage of Pathogens into the Ancient Mediterranean.
Journal of Interdisciplinary History, 54(2), 163-204.