¿Los cetáceos tienen sentido del olfato?

Los humanos y muchos otros animales poseemos orificios nasales, receptores especializados en captar olores y un cerebro conectado a estos capaz de interpretarlos y reconocerlos. Incluso tenemos cornetes nasales para aumentar la superficie de contacto. Sin embargo, los cetaceos, permaneciendo toda su vida en el agua y con un orificio nasal sobre su cabeza, ¿tienen olfato?

La respuesta es que depende. Es posible que hace más de 35 millones de años sus ancestros sí lo tuvieran, pero entonces la familia se dividió en dos ramas: los misticetos (Mysticeti) o ballenas barbadas y los odontocetos (Odontoceti), que comprenden a cetaceos con dientes como los cachalotes, orcas y delfines, entre otros. Esta divergencia no solo se manifestó en sus características físicas, sino también en su alimentación y estilo de caza. Mientras los misticetos capturan un gran número de pequeñas presas, los odontocetos fijan su atención en objetivos de mayor tamaño aunque menos abundante.


Las ballenas poseen los rasgos óseos característicos, como cornetes nasales, y tejidos blandos especializados para el olfato, además de los genes necesarios para la detección de olores en el aire. No se sabe con seguridad, pero es posible que cuando las ballenas emergen a respirar huelan el dimetilsulfuro y piridinas de presas como el krill que se difunden por el aire. Otra opción que no descartaría la primera es que lo usaran para encontrar una pareja fértil.

Por otra parte, mientras que las ballenas desarrollaron el olfato, los odontocetos desarrollaron la ecolocalización, con el que pueden conocer la disposición espacial del entorno sin importar la cantidad de luz presente, y situar a su presa. Conforme se desarrollaban y crecían los órganos de producción de sonido, del melón y del cerebro, los orificios nasales se desplazaron a la zona superior de la cabeza. Al reducirse el espacio disponible, los cornetes nasales desaparecieron al igual que los bulbos olfatorios en su cerebro. Estas estructuras aún estaban presentes en odontocetos hace 15 millones de años. Además el delfín rosado (Inia geoffrensis) del Amazonas, aunque no tiene cornetes nasales ni bulbos olfatorios, posee una lámina cribosa perforada, signo de que por estos orificios aún podría pasar el nervio olfatorio.

Fuente:
  • Godfrey, S.  J. (2012). How Dolphins Lost their Sense of Smell. Bugeye Time. 37 (3), 1-3
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