Los toxicófagos, los degustadores de arsénico de Estiria
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Mujeres estirianas |
En 1851, el médico, naturalista y viajero suizo Jakob von Tschudi dio a conocer al mundo por medio de una revista médica vienesa a los campesinos que tomaban arsénico en Estiria, en la actual Austria. El detonante que le indujo a escribir el artículo fue una prueba de envenenamiento en Celje, entonces en el imperio austriaco, que despertó la pregunta sobre si el sujeto era un "toxicófago", algo prácticamente desconocido hasta entonces en el entorno médico.
Los llamados toxicófagos eran habitantes de Estiria y Baja Austria con la costumbre de consumir arsénico. Irónicamente, lo hacían para disfrutar de un aspecto saludable o para facilitar la respiración mientras caminaban o trabajaban en los terrenos montañosos de la zona. Comenzaban con una dosis del tamaño de una lenteja varias veces por semana, aumentándola cuando esta ya no era efectiva. Tschudi relata sobre un hombre de 60 años que tomaba una dosis mayor de 8 veces la inicial, suficiente para matar a cualquier persona.
Por otra parte, eran dependientes de él y sufrían síndrome de abstinencia si dejaban de consumirlo. Los síntomas de la abstinencia eran la ansiedad, la indigestión, la pérdida del apetito, vómitos, estreñimiento y el dolor espasmódico. A pesar de la tolerancia y la aparente ausencia de síntomas crónicos, Tschudi señaló que el número de muertes por el abuso del arsénico no era insignificante.
La popularidad del artículo de Tschudi llevó a su traducción al francés y el inglés en varias revistas médicas, popularizándose en inglés a través de Chamber's Journal en 1856 y en The Chemistry of Popular Life de James Johnston en 1855. La popularidad y las dudas de los expertos llevaron a Tschudi a publicar de nuevo sobre el tema en 1853. El propio médico W. B. Kesteven, que había traducido al inglés el artículo de Tschudi, procedió a criticarlo y a atacar sus relatos. Aludía que las pruebas del consumo de arsénico se basaban en rumores, más que en una observación sistemática de estos consumidores durante un periodo de tiempo. También criticó a los autores por sus escasos conocimientos médicos, como con James Johnston que era químico, o su poca experiencia, como a Tschudi a quien consideraba más un viajero. También añadió que no se había analizado la sustancia ingerida por los habitantes para confirmar que fuera arsénico.
El debate continuó mientras se intentaban obtener nuevas pruebas. El profesor de química en la Universidad de Owens en Manchester, Henry Enfield Roscoe, publicó un artículo sobre el consumo de arsénico en 1862. Roscoe contactó con 17 médicos de Estiria, quienes le confirmaron que generalmente se considera que algunas personas consumen arsénico regularmente sin perjuicio aparente. Estos proporcionaron casos que habían observado personalmente o que les habían contado "personas fiables". Uno contó el caso de un individuo que tomaba 10 granos (medio grano tiene el tamaño de una lenteja) durante dos días y seguía con buena salud. Uno de los médicos envió una muestra que el análisis químico confirmó como anhídrido arsenioso.
Esta publicidad llevó a la comercialización de medicinas y cosméticos basados en este elemento. En la medicina, su uso tan solo ganó popularidad. De las distintas soluciones con compuestos de arsénico, la más famosa era la solución de Fowler, que introdujo el médico inglés Thomas Fowler en 1786. Se usaba especialmente por sus propiedades tónicas y estimulantes. La obra de Johnston originó su uso coméstico:
Pero la campesina estiriana, impulsada por un creciente apego inconsciente - apenas confiando sus secretos a sí misma y tomando consejo tan solo de la sabiduría heredada - realmente añade, por el uso de hidri [arsénico], a las gracias naturales de sus formas rellenas y redondeadas, colorea con tonos más brillantes sus mejillas ruborizadas y tentadores labios, e imparte un lustre nuevo y ganador a su brillante mirada. Todos ven y admiran la realidad de su belleza creciente: los jóvenes hacen sonar sus alabanzas y se vuelven suplicantes de su favor. Ella triunfa sobre el afecto de todos y obliga al elegido a ponerse de pie.
Por lo que así, el cruel arsénico, tan a menudo el ministro del crimen y el padre del dolor, lleva una joya bendita en su frente y, como despertador del amor, se convierte en ocasiones en cosechador de felicidad, el calmante de los ardientes anhelos, ¡el otorgador de la satisfacción y la paz!
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Anuncio de 1876 |
Con tales afirmaciones, ¿quién podía resistirse? La solución de Fowler se usó con este fin bebida o con friegas. Se vendieron muchos productos cosméticos: sulfuro de arsénico como remedio cutáneo, obleas de arsénico para el cutis del dr. Simms o del dr. Campbell, o incluso jabones de arsénico. Afortunadamente, estos productos contenían poco arsénico.
En el siglo XX se siguieron realizando análisis de esta práctica popular, especialmente con el naciente campo de la farmacología experimental. Se argumentó que posiblemente los estirianos consumían compuestos de arsénico de forma gruesa que apenas se absorbían, librándose de sus consecuencias fatales. No obstante, actualmente se han observado ciertos animales, e incluso células humanas, que pueden desarrollar tolerancia al arsénico, aunque no se entiende completamente su mecanismo. Algunas plantas también han mostrado una tolerancia inusual. Durante el siglo XXI, Thomas W. Gebel, del Instituto Médico de Higiene General y Salud Medioambiental de Gotinga, Alemania, asegura que es posible para los humanos adquirir tolerancia al arsénico.
El desarrollo de esta moda recuerda a la que le siguió después con la radiación, como ya hablamos con el caso del Radithor, la depilación con rayos X o la multitud de objetos cotidianos con radio. También a la creación de la FDA en respuesta a los infames ingredientes de los alimentos.
Fuente: Ultimate history project