El origen de los Reyes Magos de Oriente

Según la tradición cristiana, cada noche del 5 al 6 de enero, los Reyes Magos de Oriente visitan todas las casas para dejar sus regalos a los niños. Esta costumbre pretende reflejar los obsequios de oro, incienso y mirra que recibió el niño Jesús en el relato bíblico. El problema surge cuando revisamos sus orígenes, pues surgen más preguntas que respuestas.

Des/Aparición bíblica

La historia del nacimiento de Jesús es contada tanto en el evangelio de Mateo como en el de Lucas, pero contienen diferencias fundamentales. En el evangelio de Mateo, un número indeterminado de magos visitan la casa de María y José en Belén después de reunirse con Herodes, generando gran atención en Jerusalén. A llegar, les regalan oro, incienso y mirra. En un sueño les es revelado que no deben volver a visitar a Herodes, que luego iniciaría la matanza de los menores de dos años. Por esa razón, María y José huirían con su hijo a Egipto hasta la muerte del monarca.

En cambio, en el evangelio de Lucas, José y María van desde Nazaret a Belén. En vez de tener una casa aquí, da a luz y lo deja en un pesebre porque no había sitio en la posada. En vez de los magos, son los pastores quienes lo visitan. A los ocho día es circuncidado en el templo y recibe su nombre.

Como podéis comprobar,  en el evangelio de Mateo residen en Belén, son visitados por los magos, el nacimiento genera expectación antes de suceder, interviene Herodes y huyen a Egipto, pero no aparecen los pastores ni se habla de su circuncisión. Es un detalle curioso ya que ambos evangelios partirían del evangelio de Marcos y la fuente Q.

Epifanía: 6 de enero

La elección del día no es casual. Epifanio de Salamina, uno de los Padres de la Iglesia, indica que el 6 de enero de celebraba en Alejandría, Egipto, el nacimiento del dios Eón a partir de la virgen Kore. Esta fiesta daba por finalizadas las celebraciones de Año Nuevo, dando comienzo a un nuevo ciclo. En la festividad se bendecía el Nilo, cuyas aguas se decía que se convertían en vino. Las primeras celebraciones cristianas ocurrían en la noche del 5 al 6. El día 6 era cuando originalmente se celebraba en la iglesia de Jerusalén el nacimiento de Jesús. En otras tradiciones orientales, esta fue la fecha elegida para su bautizo en el río Jordán. A las bodas de Caná y a la multiplicación de los panes y los peces también se le asignaron esta fecha. Además, en este día los cristianos orientales bautizaban a los nuevos adeptos y bendecían el agua.

Basándose en ambas hipótesis sobre la fecha de la Navidad, se cree que el papa Julio I decretó en el siglo IV que Jesús había nacido el 25 de diciembre. No solo serían nueve meses después de su supuesta concepción el 25 de marzo, mismo día que murió, sino que coincidiría con la celebración de Sol Invictus y/o también servir de alternativa a los Saturnales. Inicialmente se consideraba que ese mismo día fue cuando recibió la visita de los magos, mientras en la Epifanía celebrarían su bautizo. Sin embargo, desde la época de Agustín de Hipona, la iglesia occidental celebró la adoración de los magos el día 6 de enero.

¿Quienes eran los reyes magos?

Por una parte, debido a su conocimiento astronómico, se ha interpretado que eran eruditos de Caldea, región de Mesopotamia. Atendiendo a la etimología del término mago, se razona que debieron ser sacerdotes persas, sirviendo no solo como demostración de que Persia había reconocido el poderío de Jesús antes que Roma, sino para deslegitimar el zoroastrismo y el mitraísmo a favor de la nueva religión verdadera.

Los reyes fueron una herramienta para demostrar que incluso los paganos legitimaban al Mesías. Por ello, según Orígenes de Alejandría (c. 184-c.253), el vidente pagano Balaam predecía en Números 24:17 la estrella y el nacimiento de Jesús. Según Tertuliano (160-220), en Salmos 72:10-11 predecía la adoración y tributo de los reyes. En Isaías 60 ocurría lo mismo. Dado que mencionan a Madián, Tarsis y Saba, y especias como el incienso y la mirra eran transportadas desde el mar Rojo, se consideró que eran reyes de varias regiones que habían venido desde el sur. Para los primeros cristianos, el oro probaba que Jesús era rey, el incienso que era Dios yla mirra que era un salvador de almas.


En el Evangelio del Pseudo-Mateo se cuenta una historia con la misma finalidad. Se dice que cuando Jesús entró en el templo de Sotina, en la región egipcia de Hermópolis, los 365 ídolos cayeron al suelo en signo de adoración. Además, Afrodisio, gobernador de la ciudad, acudió al templo para adorarle.

Pero, ¿y si no fueran ni reyes ni magos? Existe la opinión de que pudo haber un error de traducción en la palabra "oro" una fuente aramea perdida de Mateo incluida en la Septuaginta, la Biblia griega. De esta manera, los tres obsequios habrían sido especias. Esto significaria que los magos podrían haber sido comerciantes.

Influencias romanas

La adoración de los reyes podría haber sido una adaptacion del motivo del triunfo romano. En la iglesia de Rotonda en Tesalónica, Grecia, un escultor del siglo IV copió las imágenes de extranjeros con ropas orientales sometiéndose a Galerio para representar a los reyes magos adorando a Jesús. Se ha sugerido que la descripción de Mateo se inspiró en la coronación de Nerón a Tirídates I de Armenia en el 66 d.C., quien estaba acompañado de tres mil jinetes partos y un grupo de "magos" que iniciaron a Nerón en el mitraísmo. 

Regalos

En en los últimos días de Saturnalia en diciembre y en las calendas de enero, que en el siglo IV se extendía hasta el día 5, era común la entrega de regalos. En las calendas lo habitual era el aguinaldo (Strenae) en las familias y compañeros como símbolo de buena suerte, mientras los nuevos cónsules ofrecían incienso a los dioses en la Colina Capitolina.

En el libro de Set del siglo V, los magos trajeron riquezas de toda la naturaleza que había existido o podría existir en el futuro. Las habrían obtenido de una caverna donde Adán guardó su tesoro del paraíso. El oro había pasado por personajes clave de la historia, como Abraham o Alejandro Magno, y se incluía en las monedas de plata que recibió Judas por traicionar a Jesús. Este oro, como tantas otras reliquias, aparecería en más iglesias de las que sería lógico esperar. Otros relatos contaban que los obsequios recibidos eran una prueba para determinar la naturaleza de Jesús. De esta manera, si era rey habría elegido el oro; si era sacerdote, habría elegido el incienso; mientras que si era doctor, habría elegido la mirra. Desconcertándolos, eligió los tres. 

Según las historias, los magos habrían recibido una mantilla ignífuga o una piedra que producía fuego, luz y podía controlar la naturaleza y la política.

Representaciones

En la basílica de San Apolinar el Nuevo de Rávena, los reyes (arriba) van seguidos por una procesión de mujeres mártires y vírgenes, indicando una comitiva celestial ante la segunda llegada de Cristo.

En las catacumbas romanas eran populares las imágenes de los tres mártires Hananías, Azarías y Misael, del Buen Pastor o del Ágape Divino, pero durante siglos la popularidad de los tres reyes los eclipsó. No siempre eran tres, especialmente cuando se quería puntualizar la extrema caridad del creyente, pero mantenían sus características generales. Suelen mostrarse caminando de forma casi idéntica con sus obsequios, siempre empezando con el oro, hacia la virgen entronizada con el niño. Estas imágenes transmitían que el creyente también había dado regalos a Jesús a través de la iglesia. De esta manera, las imágenes representaban el intercambio de regalos a cambio de la salvación. Este motivo era anterior a que se estandarizara en el arte el tema de la pasión de Cristo.

Estrella de Belén


Antes de Contastino, la estrella solía aparecer con seis puntas. No obstante, en las catacumbas de San Pedro y San Marcelino se muestra de una manera más infrecuente: las letras iota (ι) y chi (χ) superpuestas, iniciales de Jesús y Cristo. A partir del 312, también aparece como el crismón o lábaro, la combinación de la letra chi y rho (ρ). La imagen trasladaba la visión celestial del emperador Constantino antes de la batalla del Puente Milvio y servía como símbolo de victoria. En las catacumbas de Ciriaca, hay una figura con este símbolo que ha sido identificado como un rey mago o un profeta. En base a la visión, donde Constantino se veía junto a su familia bajo el lábaro, Efrén de Siria decía que los magos no eran reyes, sino príncipes que habían visto a un ángel con forma humana en la estrella. Igualmente, en el Libro de Set, sus seguidores afirmaron que tenía la forma de un niño pequeño con una cruz sobre él y que los magos eran una sociedad secreta de oriente, cercana a la costa. En el texto sirio de la Crónica de Zuqnin de 775, los doce magos miran a la estrella y ven a un niño, un joven, un anciano y a Cristo crucificado. Otra variante de la estrella era la cruz con la letra rho superpuesta.

Reyes


Habitualmente se consideraban emisarios o embajadores. Sin embargo, al tiempo que Cesáreo de Arlés señalaba que los magos, por primera vez en occidente, eran tres reyes, en oriente el estado bizantino suprimía la idea de su condición real, considerándolos príncipes o sabios. Sucedía esto aunque fuera aquí donde se originó el concepto de soberanos magos. A pesar de ello, los reyes comenzarían a presentarse como los magos. Justiniano I y su esposa Teodora tuvieron el privilegio de ser los primeros. De hecho, en el vestido de Teodora se puede ver la figura de los tres magos. Desde entonces, los emperadores bizantinos simularían el viaje de los reyes, personificando a la estrella de oriente y seguidos por lo sabios en una procesión hacia y desde Santa Sofía.

En occidente, el motivo también tuvo un uso político, pues en el Sacro Imperio Romanolo imitaba al representar a las provincias como personas que ofrecían sus obsequios al emperador. En imágenes bíblicas, podían aparecer con los gorros frigios, como en el Salmo 72 del Salterio de Stuttgart del siglo X, o con coronas, como en el Saltero de Utrecht. A finales del siglo X es cuando es habitual verlos como reyes en la adoración a Cristo.

Nombres, procedencia, edad y otros detalles


Los nombres Melchor, Gaspar y Baltasar para los reyes magos se usaron ya en el siglo V, pero tardarían cinco siglos en hacerse comunes. Hasta entonces no tenían nombres. Como decía Agustín de Hipona, representaban el mundo pagano, precisando Beda el venerable, refiriéndose a Asia, África y Europa. Además Beda decía que podían ser los hijos de Noé, padres de las razas de estos continentes. A Pseudo-Beda le debemos la clásica descripción de Melchor como anciano y barbudo, Gaspar como joven e imberbe y Baltasar, de barba o piel morena. No obstante, es probable que esta descripción ya la presentara Efrén de Siria. Sea como fuere, los siglos siguientes vieron como los magos eran representados como hombres de distintas edades.

Tercer rey

En la Edad Media se observa como dos son mayores, casi idénticos, ocasionalmente uno con la barba más larga, y el tercero más joven y con otras ropas. A mediados del siglo XIII aparece un paje negro en la adoración. El rey negro aparecería en la década de 1360 y se formalizaría desde 1440, extendiéndose desde las zonas germanófonas. En Italia, donde el tercer rey era rubio, desde el siglo XV lo muestran generalmente con rasgos asiáticos. La popularidad del rey negro en Europa fue tal, que algunos pintores retocaron sus obras, dejando manos y piernas blancas. Aunque los teólogos ya hablaban de un rey negro desde hacía siglos, es posible que este interés se debiera a una mayor exposición de los europeos a personas negras, coincidiendo con la venta de los primeros esclavos negros en el mercado de Lisboa. Además los contactos con reyes, como Mansa Musa, transmitían la idea de que un rey podía ser negro. Curiosamente, a diferencia de los otros, era habitual que apareciera sin corona o equivalente, aunque era el único con pendientes.

...o reina

En el panel derecho del tríptico de Ortenberg se puede ver a una mujer arrodillada frente a Jesús y dos reyes magos. Era una representación simbólica que ofrecía un contraste, al igual que la riqueza y pobreza o la vejez y juventud. El tercer rey podía tener detalles que se consideraban afeminados, como los pendientes, trenzas o corpiño.

Teatro


Una ilustración de un libro del 814 muestra el drama litúrgico de los magos, pero los guiones más antiguos que nos llegan datan de finales del siglo X. Cabe destacar que en la primera mitad del siglo XIII se escribió Auto de los Reyes Magos, una obra no litúrgica de los reyes magos y la primera obra de teatro escrita en castellano. Aunque fuera un tema religioso, estas representaciones partían del propio pueblo, no de la iglesia.

Rechazo de la iglesia

El papa es el vicario de Cristo en la Tierra. Por lo tanto, si se quería que la religión estuviese por encima del estado, no se debía transmitir que este, como Cristo, necesitaba la legitimización de los reyes. Por ello, en Opus Imperfectum in Matthaeum del siglo V, se aclaraba que los magos evangelizaron e impusieron el cristianismo después de haber sido bautizados por el apostol Tomás, quedando así la iglesia por encima del estado. Otra forma de someterlos era subordinarlos a la sucesión apostólica afirmando, como hizo Jacobo de Edesa, que los reyes no eran tres, sino doce príncipes, como los apóstoles.

Por otra parte, a veces resulta conveniente posicionarse a su favor. La mantilla del niño Jesús, que recibieron los magos en agradecimiento por sus regalos, era una reliquia para el zoroastrismo cuando probaron que era ignífuga. De esta manera, los nestorianos, una doctrina cristiana extendida en Asia, usó a los magos para legitimar su religión frente al zoroastrismo y posteriormente el islam.

Martin Lutero ofreció un rechazo más duro a los reyes magos, afirmando que la iglesia los usaba para lucrarse y aprovecharse de la credulidad de los cristianos. Además cuestionaba sus reliquias en Colonia. Desde entonces los reyes dejaron de representarse como los magos.

Adoración a los magos


Los magos, siempre como grupo, aparecieron en la Edad Media como santos titulares de las posadas que protegían a los viajeros y peregrinos. En el 1164, Federico Barbarroja saquea Milán y se lleva a Colonia el relicario de los Tres Reyes Magos, convirtiéndola en una de las rutas de peregrinación europeas. En las cruzadas, Preste Juan, un mítico rey cristiano de Lejano Oriente, obtuvo legitimidad bíblica al considerarse descendiente de los reyes magos. No obstante, con los siglos, su reino pasó de estar en Oriente a el curso alto del Nilo o Etiopía.

Exploración

Rey negro como cacique americano

Encontrar los reinos de los magos fue uno de los múltiples motivos que impulsaron los viajes de portugueses y españoles. Cristobal Colón estaba interesado en el oro del primer rey. En su primer viaje, un nativo le habló de una región cercana, en la isla de La Española, llena de oro que llamó Cibao. Colón, interpretando que se refería a la tierra descrita por Marco Polo, pensó que realmente se trataba de Cipango, es decir, Japón. En su segundo viaje, al dirigirse a Cuba, anunció a sus hombres que se aproximaban a Saba, tierra de uno de los magos. Cuando uno de los nativos dijeron que se trataba de Sobo, Colón aclaró que no sabían pronunciarlo.

La búsqueda del rico puerto de Ofir, origen de uno de los reyes, alimentó la leyenda de El Dorado. A esto se le sumaban los relatos que afirmaban que el apostol Tomás había predicado en Brasil o que Sem, uno de los hijos de Noé, había recibido esta parte de la Tierra. La búsqueda de reinos opulentos, apóstoles y magos perduró hasta el siglo XVIII, a pesar de las voces críticas. Estas leyendas eran alimentadas por los nativos, desde las cruces mayas a la Nueva Crónica de Felipe Guamán Poma de Ayala, donde decía que el apostol Bartolomé "Tunupa" predicó en los Andes antes de que llegaran los españoles e incluso que uno de sus gobernantes fue un rey mago que había ido a Belén. En su relato, Melchor era indio, Baltasa español y Gaspar negro. En la leyenda de Hernán Cortes como Quetzalcóatl, se muestra a los cuatro últimos reyes de Tlaxcala sometiéndose a Cortés como los magos ante Jesús.

Fuentes

  • Trexler, R. C. (1997). The journey of the magi: Meanings in history of a Christian story (Vol. 362). Princeton University Press.

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