Lamia, la devoradora de niños y seductora fatal de jóvenes


Los monstruos surgen del temor y la incertidumbre. Una madre que, tras la noche, no sienta a su hijo en su vientre o entre sus brazos necesita encontrar un culpable para racionalizar la situación. Por otra parte, los jóvenes necesitan aprender que no es oro todo lo que reluce y deben eludir los atractivos cantos de sirena que pueden llevarlos a su fin. Ambas situaciones encontraron en el mundo antiguo a un culpable común: la lamia.

Presencia griega


La lamia (Λάμια) es una criatura que aparece abundantemente, con menciones cortas, en la literatura griega desde Estesícoro (630-555 a.C.), quien la consideraba madre de la Escila, y se muestra en vasos contemporáneos. En un lécito de figuras áticas negras atribuido al pintor de Beldam, se le ve desnuda y atada a una palmera, siendo torturada por sátiros. Esta tiene grandes pechos, vientre prominente y colmillos apenas visibles. Los sátiros le tiran de la lengua con tenazas y le queman la zona genital desde abajo, donde tiene el pene erecto. En otro vaso de figuras áticas negras, se muestra peluda, con grandes pechos y talones frente a la esfinge. En un esquifos de Cabirion muestra a un pigmeo huyendo de un monstruo peludo con grandes pechos y talones aún mayores que podría ser también esta lamia.

Tanto la palmera como la esfinge estarían en Libia, donde, según el mito, fue una princesa seducida por Zeus, a quien dio varios descendientes. Cuando Hera se enteró de la infidelidad, los buscó y mató. Incapaz de disfrutar de la maternidad, la princesa comenzó a devorar a niños ajenos para que otras personas sintieran lo mismo, incluso arrancándolos del vientre. El dolor la transformó en un monstruo.

No obstante, tanto los textos e imágenes solo coinciden puntualmente en sus características. En los escritos, aunque era popular, se menciona en pasajes cortos. Por eso, ya en el mundo antiguo, su identidad es un mosaico. Se presentaba como un demonio femenino o hermafrodita, teniendo testículos según Aristófanes, viviendo en las cuevas y saliendo para devorar a niños o a jóvenes a los que seduce. Se trata de una criatura desagradable, con una cara horrenda, con ojos de quita y pon, olor nauseabundo, testículos sucios, grandes pechos oscilantes y que se ventosea al ser capturada.


Este monstruo podría ejemplificar la oposición al ideal femenino, pues las mujeres debían copular con jóvenes y engendrar hijos, no matarlos a unos ni devorar a los otros. No obstante, su origen es desconocido. Para algunos, pudo basarse en el demonio mesopotámico Lamaštu, mientras, para otros, era genuinamente griego, teniendo la misma raíz que "garganta" (λαιμóς, también, aunque menos frecuente, como λάμος).

La lamia estuvo presente fuera de los mitos. En Ética nicomáquea, Aristóteles describe que algunas naturalezas básicas se pueden volver perversas, como una mujer que abre a las mujeres embarazadas y devora a sus hijos. Aquí, la lamia parece una mujer trastornada, antes de transformarse. Aristóteles también nos habla de un tiburón llamado lamia que, según Opiano de Anazarba es muy voraz y fiero. Esta sería una confusión con lamna ("tiburón") o que se usaran indistintamente, pues también se usa en Deipsosofistas de Ateneo de Náucratis.

Desinterés romano


La lamia no captó tanto interés entre los romanos, pues sus citas son puntuales. Varrón la conocía por Eurípides y Horacio la menciona brevemente. En la época imperial, sigue siendo mencionada por autores griegos. Sin decir su nombre, Dión Crisóstomo nos cuenta una leyenda situada en Libia, donde habla de una bestia (θηρῐ́ον) que era una mujer bella de cintura para arriba, quien usaba sus pechos para atraer la lujuria de los marineros. Sin embargo, una vez en la costa, mostraban su mitad inferior de serpiente, terminada en la cabeza de una. Estas vivían en cuevas y olían horrendamente. Filóstrato de Atenas contó en Vida de Apolonio de Tiana que los poderes de seducción de la lamia y demonios similares eran enormes porque son criaturas lascivas, teniendo pasión por hacer el amor y deseando especialmente la carne de los hombres jóvenes. Así, usan los placeres del sexo como cebo para atraer a sus presas.

Apuleyo en Metamorfosis llama lamiae a las brujas Meroe y su hermana Pantia que, tras seducir al joven Sócrates, lo apuñalan en el cuello y se beben su sangre, orinando abundamentemente sobre él, con un olor asqueroso. En la misma obra, Cupido llama illae lamiae a las hermanas de Psique, como un sinónimo de bruja o ramera. En el texto de Apuleyo convergen varios seres, pues estas brujas se transforman en rapaces, algo propio de las estriges. Esta relación entre las brujas y las rapaces podría ser antigua, pues Circe podría provenir de kirkos (κίρκος, "halcón").

Demonio cristiano


En Isaías 34:14, el profeta presenta un escenario apocalíptico para Edom, castigado por el Señor en el Día de Yahvé, en el que sus tierras y ríos humearían, convirtiéndose en un yermo apto solo para perros salvajes, gatos salvajes, chacales y sátiros. Entre estos, hay una criatura de traducción problemática cuyo texto original se llegó a interpretar como lilith, pero que posteriormente pasaría a ser una bruja, monstruo o hada nocturnos y, finalmente, un autillo (Megascops). Sin embargo, antes de llegar a eso, la Septuaginta, al traducirlo al griego, intentó encontrar una equivalente usando al onocentauro. Posteriormente, la Vulgata lo traduciría al latín como lamia, posiblemente al deducir que se trataba de un ser equivalente.

No obstante, la propia profecía era interpretada de forma distinta por judíos y cristianos. Mientras para los primeros simbolizaba la destrucción de los enemigos de Israel, desde el siglo IV, la iglesia cristiana se comparaba con Jacob/Israel, mientras Esaú/Edom eran los judíos que no habían recibido la bendición de su padre. En consecuencia, los demonios que habitaban el yermo eran los propios judíos o los fantasmas demoníacos enviados para perseguirlos y castigarlos en las ruinas de Jerusalén.


En la Vulgata, la lamia aparecería de nuevo en Lamentaciones 4:3. En este caso, originalmente se menciona al tannin, un dragón o serpiente, principalmente acuático, pues se incluye en el nombre leviatán (conjunctio draconum, "combinación de dragones"). Esto se debe a que había textos donde se relacionaba con el medio acuático y/o dragonas/serpientes (drakainas). Por eso, Antonino Liberal identificaba a la lamia con Síbaris del monte Cirfis, mientras otros autores lo hacían con Delfina, que custodiaba el oráculo de Delfos. Estas, como Campe, Ceto, Equidna, Poine y Pitón, podían mostrarse como cetáceos o, en su mayoría, como mujeres-serpiente. A pesar de esto, por el contexto, donde está amamantando, probablemente fuera un error de escritura y se refiriera a los tanim, cánidos salvajes, posiblemente chacales. Curiosamente, la estrige habría sido una criatura fantástica más apta para las dos menciones, pero posiblemente entonces, no solo se asimilara con las mencionadas, sino también con Lilith (se llegó a mostrar como la serpiente del Edén), Empusa, Carco, Mormo, las gorgonas y otros seres similares.

Asimilación con brujas y otros seres


Durante la Edad Media, la equiparación con otras criaturas femeninas continúa hasta el punto que resulta difícilmente distinguible. Por ejemplo, entre el 875-1075, la lamia sería mencionada directamente por el Primer Mitógrafo Vaticano, quien la asimilaría con Pena, que en la Tebaida de Estacio no tiene nombre. Pena era el monstruo enviado por Apolo para vengarse de la muerte de su hijo con Psámate, sacerdotisa vestal a quien mató su padre el rey Crótopo porque Apolo la había violado. Era un monstruo concebido bajo el río Aqueronte, en la hedionda guarida de las Furias, con cara y pechos de mujer pero con una serpiente subiéndole por la frente. Como las lamias, tenía conexiones con el inframundo, se colaba en los dormitorios por las noches y quitaba a los bebés del pecho de sus madres para devorarlos, pero esas semejanzas son comunes con otros seres. Tras aterrorizar los territorios argivos, el monstruo es asesinado por Corebo y sus seguidores.

La transformación medieval de la lamia no se limitaba únicamente a difuminar las diferencias entre el bestiarios femenino, sino que le otorgó nuevos atributos. En Otia imperalia, Gervasio de Tilbury las presenta como mujeres que se introducen por la noche en las casas para secuestrar a los niños en sus cunas y atacar a las personas dormidas. No obstante, partiendo de las drakainas, nos cuenta que otros las consideran dragones que asumen forma humana para secuestrar a mujeres lactantes para así amamantar a sus propios hijos o para alimentarse de hombres. Para los filósofos naturales, serían fantasmas nocturnos con el poder de atormentar a las personas dormidas debido a la tosquedad de su complexión humoral, siendo capaces de beber sangre humana y mover a los niños de un lugar a otro.


Miguel Escoto, traductor de Historia animalium de Aristóteles, menciona a la lamia de pasada, asociándola con con los minotauros o hipocentauros. Esta comparación con híbridos equinos no es única, pues Bartolomeo Ánglico y Vicent de Beauvais se basaron en los hipopodios, popularizados por el Romance de Alejandro, y criaturas como Empusa para decir que eran mujeres con patas de caballo que vivían en Escitia. Por una parte, los hipopodios eran un pueblo en los confines del mundo con cascos de caballo en lugar de pies. Por otra parte, Empusa era una criatura femenina cambia-formas a las órdenes de Hécate que tenía aparentemente una única pierna o, en el caso de tener dos, una era de asno o de latón y además seducía y se alimentaba de jóvenes.

En De animalibus, Albergo Magno primero la cita entre varios animales marinos, indicando su aparente cara de mujer, pero luego le dedica una entrada completa. En esta, indica su gran tamaño y crueldad, saliendo de los bosques por la noche, entrando en jardines rompiendo árboles y esparciéndolos con sus fuertes brazos. En su comentario de Lamentaciones 4:3, dice que es un tipo de mono con cabeza de una dama, cuerpo similar al de un cerdo y cascos de caballo. Consultando a varios historiadores, habría sido la más cruel de las bestias, arrancando los fetos de los vientres de las mujeres para devorarlos. Basándose en Miguel de Éfeso, la situaría en Lidia, en vez de en Libia. En referencia a Aristóteles, indica que cuando se le combate, muerde, y que esta herida solo sana al oírse su rugido. Finalmente, la situaría en desiertos y lugares arruinados, teniendo una cara femenina y siendo dedicada en amamantar a sus crías. Es aquí cuando dice que en Caldea están domesticadas y son ricas en leche.

Este punto sería expandido en De natura rerum de su discípulo Tomás de Cantimpré, que también se partiría de la obra de Vicent de Beauvais. Además de lo previamente mencionado, añade que en Oriente y alrededores, donde está la torre de Babel en el campo de Sinar (Mesopotamia), estas bestias son más grandes que las cabras y están repletas de leche, estando domesticadas por los humanos y alimentadas en los pastos. Por eso comenta que podría ser la misma criatura mencionada en Lamentaciones. También indica que los hebreos la llaman lidit y la consideran una de las Furias.

Mientras la lamia cambiaba en unos textos, iría perdiendo su identidad en las normativas sobre la brujería. En Decretorum Libri Viginti, Burcardo de Worms otorgaba características de estriges y lamias a Diana y Hulda, lideresas de las mujeres que volaban por la noche. Esta asimilación continuaría en otras obras, como en Striga de Bartolo de Sassoferrato o en Flagellum Haereticorum Fascinariorum de Nicolas Jacquier. Para el siglo XV, coincidiendo con el inicio de las cazas de brujas, su identidad se fusionaría con estas.

En el folclore, sobrevivió en los Balcanes como una joven que peinaba sus cabellos con un peine de oro junto a los arroyos, un motivo tan común y extendido que está presente en las hadas y la lejana Banshee. De hecho, en el País Vasco se conocen con el mismo nombre y costumbre, aunque con pies de pato. Este motivo surgió en la Edad Media con las sirenas y Melusina.

Fuentes

  • Resnick, I. M., & Kitchell Jr, K. F. (2007). “The sweepings of Lamia”: transformations of the myths of Lilith and Lamia. In Religion, Gender, and Culture in the Pre-Modern World (pp. 77-104). New York: Palgrave Macmillan US.
  • Zochios, S. (2011). Lamia: a Sorceress, a Fairy or a Revenant?. TricTrac: Journal of World Mythology and Folklore, 4(1), 96-112.
  • Ahn Rios, M. S. (2016). La transformación de la lamia antigua en bruja moderna: Edición crítica y traducción del De lamiis etpithonicis mulieribus de Ulrich Molitor (1489).
 

Siguiente entrada Entrada anterior
No Comment
Añadir comentario
comment url

Libre para donar o aceptar cookies