¿Cuál es el origen del carnaval?
Cuando terminan las fiestas navideñas, queda la larga espera hasta la Semana Santa para encontrarse con un festivo largo, pero, intercalada entre ambas, se sitúa la fiesta de carnaval, que contrasta con la significación religiosa de las otras dos. El carnaval se asocia con disfraces y desmadre, pero, ¿de dónde viene? Esta es una oportunidad para revisar sus orígenes
Primera mención
En el Liber Polypticus (1140-1143) de Benedicto, canónigo de San Pedro, en Roma, se menciona de ludo carnelevarii el domingo antes de Cuaresma. Ese día, el papa iba en procesión al monte Testaccio y era testigo del sacrificio de un oso, que representaba al diablo, tentador de la carne; a un novillo, símbolo del orgullo de nuestros placeres, y un gallo, manifestación de la lujuria en nuestras ingles. De esta manera, se vivía con sobriedad y castidad en la lucha espiritual, siéndose digno de consumir el cuerpo de Cristo en Pascua. Estos juegos son el primer testigo de la fiesta de carnaval.
La palabra carnaval proviene de carnelevarius, atestiguada por primera vez en el 965 y luego en el 1050, haciéndose más común en los siglos XII-XIII. Alude a la prohibición de comer carne en Cuaresma, estando compuesta por carne, con el mismo significado en español, y levare, eliminar. Esta también implicaba una abstención carnal.
Origen discutido
Debido al carácter festivo del carnaval y su posición en los meses invernales, inmediatamente se vincula a las bacanales, los saturnales y las calendas. La conexión parece de sentido común si pensamos que, en contraste con Navidad y Semana Santa, esta debe ser una fiesta pagana. Sin embargo, parte de un razonamiento equivocado que se pone de manifiesto cuando se tiene en cuenta el jolgorio de las antiguas fiestas navideñas. En la fiesta de los locos (festum fastuorum/festum stultorum), se invertía la jerarquía eclesiástica y, por ello, participaban sus propios miembros. Eso no evitaba que otros criticaran sus acciones y aludieran a influencias paganas y de la calendas de enero.
Bacanales
Las bacanales fueron suprimidas por el senado romano en el 186 a.C. Esto fue contado en el decreto de la placa de bronce Senatus Consultum de Bacchanalibus y por Tito Livio en Ab urbe condita, que optó por un extenso relato sensacionalista de excesos y salvajismo de origen extranjero. No fue una prohibición absoluta, pues no perseguía el culto individual, sino que permitía el control de la organización por el senado, que decidía individualmente si dar el visto bueno en ordenaciones, celebraciones, ritos, reuniones y gestiones. Sin embargo, Livio afirma que en su obra quiere seguir el proceso de decadencia moral. No se puede saber si, para ello, sus bacanales fueron exageradas por él, como se hizo posteriormente de forma similar con las descripciones de ritos cristianos en las persecuciones religiosas; si se encontró con la descripción propagandística adecuada, en un momento en que Roma aún temía por amenazas extranjeras como Aníbal Barca (247-183 a.C.), o si realmente sus afirmaciones eran ciertas. Por entonces, la retórica crítica contra Baco también se transpiraba en las obras de Plauto (c. 254-184 a.C.).
Sea como fuere, el culto del dios no comenzó a recuperarse hasta mediados del siglo I a.C., combinándose con Liber Pater y convirtiéndose en una deidad agrícola del vino. Incluso las celebraciones báquicas acompañaban a las marchas triunfales, proporcionando una imagen irreconocible respecto a lo que se afirmaba. Por tanto, ¿cómo sería viable una conexión con los carnavales? Ambas fiestas están separadas por siglos y celebradas en épocas históricas distintas. Si ni el culto al mismo dios, en la misma Roma republicana, con apenas un siglo de diferencia, la revivió, ¿por qué lo iba a hacer en la época cristiana? En cambio, a la hora de criticar, se pueden asociar para justificar la condena.
Saturnales
La primera celebración conocida de los saturnales ocurrió el 17 de diciembre del 497 a.C. en el templo de Saturno en Roma. En el siglo I a.C., su celebración se extendía una semana hasta el 23 de diciembre. Se desataban los cordones de lana de la estatua de Saturno, se hacía un sacrificio frente a su templo y se celebraba un banquete público, donde los hombres vestían una ropa cara pero cómoda llamada synthesis, y finalizaba con el grito "Io Saturnalia".
Durante estos días, se cerraban las tiendas, tribunales, colegios; se prohibían las declaraciones de guerra; se permitían los juegos públicos de dados y apuestas, siendo estas monedas y nueces; se intercambiaban regalos en las casas, se comía y bebía en abundancia y, finalmente, los amos y esclavos actuaban, hasta cierto punto, como iguales. En algunas casas, se designaba un rey o príncipe de pega para gobernar sobre los rebeldes. Además, Saturnales de Macrobio sugiere la posibilidad de charlas extendida en la mesa.
En definitiva, con Saturno se volvía a la época dorada de abundancia que presidía y a la inversión de la jerarquía social. Por supuesto, los padres de la iglesia se quejaron de la participación de cristianos, pero cuando la queja más concreta era el estruendo de los banquetes, como indicaba Tertuliano, no debía ser tal el descontrol. De hecho, Séneca afirmaba que la ciudad se llenaba de bullicio, pero para preparar lo que sin duda era una fiesta por todo lo alto. Tan solo pensad en una celebración de una semana, con fiesta y comida, donde todos los negocios vayan a estar cerrados. Los saturnales seguían festejándose como tal durante el gobierno de Constantino y en el calendario cristiano 448-449 de Polemio Silvio, aparece la "feria de los esclavos" (feriae servorum) el 17 de diciembre, coexistiendo con la Navidad.
La ficción también sirvió para criticarla. En Saturnales de Macrobio, un comensal señala el banquete alborotado de las primeras celebraciones en la república, pero estos comensales se presentan como morales y ordenados frente al pasado. La traducción de Erasmo de Rotterdam de Las saturnales de Luciano de Samósata proporcionó más motivos de crítica, pues la fiesta adquiere un tono más lascivo, convirtiendo el "cantar desnudo" en "bailes vigorosos con movimientos lascivos del cuerpo".
Como ocurrió con las bacanales, esto sirvió de apoyo para criticar las celebraciones, especialmente las navideñas, como el belsnickling, asociándolas con los saturnales. En De inventoribus rerum (1499), Polidoro Virgilio conectaba la inversión de jerarquías y los excesos públicos del carnaval a los saturnales y bacanales, respectivamente. Este tipo de quejas servían para la prohibición o restricción de celebraciones como Navidad o Halloween.
En este caso, se intenta relacionar los saturnales tanto con Navidad como con el carnaval. En el primero, apoyado en el intercambio de regalos y la proximidad de las fechas, es una de las hipótesis para la fecha de Navidad, pero ni el intercambio de regalos es exclusivo de estas festividades ni la hipótesis tiene una base firme. En el segundo, se trata de fechas aún más distantes y es una tesis apoyada por la, digamos imaginativa, La rama dorada (1890-1922) de James George Frazer, aunque no haya pruebas de su relación y siglos de diferencia entre sus celebraciones.
Calendas de enero
A partir del 153, se fijó en las calendas de enero la fecha en el que los cónsules romanos ocupaban su cargo y, de esta manera, se inició el año a comienzos de este mes. Los dos nuevos cónsules iban en procesión al senado, donde cada uno sacrificaba un toro y, durante el imperio, juraban lealtad al emperador. En la víspera, en las casas se deseaba un buen año nuevo, se visitaban a seres queridos y se intercambian regalos de valor simbólico o real.
Las calendas de enero crecieron en el cristianismo, en torno al 400 d.C., extendiéndose al 3 de enero y hacia todas las ciudades del imperio. Fue tan popular, que en la Europa cristiana siguieron celebrándose en el siglo XII, aunque con menos importancia. Era una fiesta donde se relajaban las normas, incluido para los esclavos, y básicamente pasarlo bien, bebiendo, bailando, jugando a los dados o vagueando. Por supuesto, cristianos como Agustín de Hipona criticaron la participación en las ruidosas prácticas paganas, la asistencia a carreras de carros o teatros. A partir de Juan Crisóstomo en Sobre las calendas denuncia a los "demonios" que se travestían y usaban máscaras de dioses romanos por la noche en el mercado, burlándose de los poderosos. El obispo Pedro Crisólogo hace afirmaciones similares en De kalendis Ianuariis. Estos iban de visita de casa en casa y Crisólogo critica qué cristiano los aceptaría. Estas visitas también son mencionadas por Asterio de Amasea, donde critica que buscan ganarse el favor de los poderosos, a los que avergüenzan para vaciarles los bolsillos. Paciano de Barcelona indica el uso de máscaras de animales, con al menos uno vestido de ciervo, que Ambrosio de Milán conectó a estas fechas.
Los sermones son numerosos, así como los decretos hasta el siglo XI. Hasta La leyenda áurea (c. 1260) del obispo Santiago de Vorágine no se afirma que las calendas son cosa del pasado. No obstante, como se ilustra en un manuscrito francés y otro flamenco de comienzos del siglo XIV con un hombre vestido de ciervo seguido de un músico, probablemente la costumbre no desapareció totalmente.
Potencial influencia
En este caso, a diferencia de las bacanales y los saturnales, las calendas de enero tienen potencial de influenciar al carnaval, pues no solo convivieron temporalmente, incluso en la misma época del año, sino que, en sus inicios, el carnaval era similar. El propio Benedicto, canónigo de San Pedro, decía que, en los juegos carnavalescos, los jóvenes llevaban un escudo, donde uno enmascarado colgaba una maza del cuello y silbaba mientras tocaban el tambor de casa en casa, rodeando el escudo. Cuando recibían una recompensa de la casa, iban a la siguiente.
Antes, describía la participación de los niños en la fiesta de las alabanzas al señor de los cuernos (De Laudibus Cornomannie) del Lunes de Pascua. Por las particularidades de los distintos calendarios europeos, el año podía comenzar entre el 25 de diciembre al 25 de marzo, lo que no solo variaba según la región sino el papa gobernante. Esto daba lugar a que el año comenzara en esta fiesta, por lo que se discute que su fecha original no era el Lunes de Pascua, sino en Año Nuevo, relacionándose más con la concepción, nacimiento, o circuncisión de Cristo.
En esta fiesta, el público aclamaba al papa, los arciprestes hacían tocar las campanas de las iglesias de Roma para llamar a los fieles y el sacristán vestía con alba, sobrepelliz, una corona cornuda de flores y un cetro cubierto de cascabeles. El clero y los fieles se dirigían a la casa del papa y cantaban en corro canciones en griego y latín arcaico, mientras el sacristán bailaba haciendo sonar su cetro. Luego, los arciprestes se turnaban para cabalgar un asno de espaldas, intentando agarrar las monedas que sostenía el camarlengo en un cuenco sobre la cabeza del burro. El arcipreste dejaba coronas de flores a los pies del papa y tres ofrecían ofrendas animales: un zorro, un gallo joven y un ciervo, recibiendo a cambio un besante. Luego, el sacristán lideraba una procesión con un arcipreste y dos acólitos llevando agua bendita, obleas dulces y hojas de laurel de casa en casa. En estas, rociaba el agua, colocaba las hojas en la chimenea y entregaba obleas a los niños.
Actualmente, los carnavales tienen una duración fija y una fecha variable, pero antiguamente, según la zona, podía comenzar entre finales de diciembre y comienzos de enero, acabando el día anterior al miércoles de ceniza, 46 días antes de Semana Santa. La proximidad entre la fiesta de los cuernos y los juegos carnavalescos en Liber Polypticus no implica necesariamente relación, pero no deja de llamar la atención el parecido de la primera con el carnaval, las calendas de enero y la fiesta de los locos. Estas, al contrario de lo que podría pensarse, no nacieron o crecieron ajenas o en oposición a la iglesia, sino como festejos cristianos.
Fuente
- Harris, M. (2006). Claiming pagan origins for carnival: Bacchanalia, Saturnalia, and Kalends. European Medieval Drama, 10, 57-107.p. 58-61).