El ogro, un monstruo con capas
Apareció como tal por primera vez en el cuento de Pulgarcito en Les Contes de ma mère L'Oye (1697) de Charles Perrault y en La abeja y el naranjo en Les Contes des Fées (1697) de la baronesa d'Aulnoy. La palabra ya la usó Chrétien de Troyes en Perceval o el cuento del grial para referirse a los antiguos habitantes del reino de Logris.
Jacob Grimm identificó la etimología de ogro con el latín Orcus, deidad romana del inframundo con presencia en la religión etrusca y que en el español antiguo aludía al infierno o al demonio como huerco, por ejemplo, en el perro del huerco o urco del folclore gallego-asturiano. De esta manera, tendría un origen común con los orcos creados por J. R. R. Tolkien. Henri Dontenville lo relacionó con la raíz garg- de garganta, como en gorgona y Gargantúa. Albert Dauzat señaló las raíces protoindoeuropeas kar/kal o gar/gal, "piedra", presentes en topónimos de los lugares elevados de culto de Gargan, demiurgo y Sol celta. Donteville razonaba que era su manifestación negativa, que se tragaba el Sol en el oeste, donde vivían las gorgonas en las górgades.
Su creación responde a una larga tradición de asustaniños, como la lamia y la estrige, que tiene sus cimientos en la mitología griega. Por una parte, en el encuentro de Odiseo y Polifemo pero, por otra con Cronos y sus hijos. En ambos casos, el antropófago devora a los compañeros del héroe, usándose el ingenio para retrasar su consumo y esperar el momento adecuado para salvarlos. Los dos son entidades poderosas que representan una época primitiva, un salvaje vencido por la propia civilización. En los cuentos, el ogro puede ser sustituido por el demonio, la bruja o el lobo, siendo estos dos últimos propios de los cuentos de los hermanos Grimm.
Los ogros son figuras propias de la literatura creadas ex profeso para cumplir una función concreta: ser terroríficos. Para ello, el resto de detalles pueden moldearse para cumplirla. Como es habitual, es inevitable que se acaben desafiando las convenciones pero, ¿hasta qué punto un ogro bueno, o que no suponga una amenaza, es un ogro? El ogro, en primer lugar, es malvado y, para ejercer esa malicia, come personas y es grande, aunque no tenga un tamaño definido. Aparte, para ser vencidos, lo que gana en físico lo pierde cognición, aunque sin ser necesariamente estúpido. Por ello, si un ogro no cumple con estas características básicas, ¿cómo se puede asegurar que es un ogro y no otra cosa? Se podría eliminar la antropofagia, pero se desvincularía de su esencia. Sería un componente adicional en una cadena evolutiva, relacionado, pero no lo mismo.
En otras palabras, es como si la especie tipo, que contiene las características que definen a la especie, tuviera detalles insuficientes para identificarlo. Algo así ocurrió con el Troodon, un dinosaurio conocido por un diente. Podían encontrar especies similares, pero difícilmente acertarían con un diente idéntico. Por supuesto, en la literatura no hace falta ser tan estrictos, pero no deja de ser como la paradoja de Teseo. ¿Cuántas partes se pueden cambiar y que siga siendo un ogro? ¿Sigue siéndolo al arrebatarle su parte más esencial o es una etapa nueva con el mismo nombre? No es al único que le ocurre. Al igual que a sus equivalentes mencionados al principio, tenemos a seres, como los elfos o los dragones, que evolucionan a algo nuevo o se vuelven términos genéricos (en el caso del dragón, para algo ajeno a lo que se refería originalmente).
Y tú, ¿crees que un ogro bueno sigue siendo un ogro?
Fuentes
- Bouloumié, A. (2015). The ogre in literature. In Companion to Literary Myths, Heroes and Archetypes (pp. 912-924). Routledge.
- Koehnemann, A. (2010). The ogre as lycomorph (Doctoral dissertation, University of Missouri--Columbia).
- Warner, M. (1998). Why Do Ogres Eat Babies? Monstrous Paternity in Myth and Fairytales. Paternity and Fatherhood: Myths and Realities, 195-203.
- Champion, G. (2021). Introduction: The Anthropophagus Complex: Despotic and Overbearing Ogre Figures in Ancient and Medieval Texts and in Psychoanalysis. In Interdisciplinary Essays on Cannibalism (pp. 63-66). Routledge.