Cuando los monstruos se convirtieron en ángeles

Los serafines, querubines, ofanines y/o tronos no son ángeles en la Biblia pero las creencias están vivas y, del mismo modo que los ángeles no tenían alas, los fieles asimilaron a todos como un mismo tipo de criatura. Por ello, ¿qué causó que todos los seres celestiales fueran agrupados como ángeles?
Homogeneización celestial
En el periodo intertestamentario, que está comprendido dentro del periodo del Segundo Templo (515 a.C.-70 d.C.), se produjeron numerosos cambios. Tras el regreso del exilio a Babilonia, donde el pueblo judío se sentía abandonado por su dios y trajeron consigo creencias babilónicas, los ángeles ganaron protagonismo. Estos asumían funciones que anteriormente se adscribían a Yahvé, asignándose a ángeles concretos, como Satán, el ángel de la muerte, los vigilantes, los ángeles de la presencia y la santidad del Libro de los Jubileos o los Tronos y Autoridades en los diez tipos de ángeles del Testamento de Leví.
Pasaron los suficientes siglos para que los serafines, querubines y ofanines se convirtieran en un recuerdo lejano. No se habían olvidado, pues su presencia se transmitió en las escrituras, pero se recordaban los detalles justos para que su apariencia cambiase. De esta manera, los serafines, cuyo aspecto era afín a un ureo egipcio con seis alas, son descritos en Apocalipsis 4:8 con el cuerpo cubierto de ojos, sin alusión al cuerpo serpentino, aunque conservando el número de alas. Los querubines, que habrían sido guardianes, como las esfinges y el šedu, o monturas, como los toros de las deidades de la tormenta de la región, se ilustraron literalmente como los describía Ezequiel en su visión. Sus complejas formas expresaban la complejidad de la naturaleza celestial, que no se regía por las normas terrenales. Por ello, en su origen, habría sido impensable la presencia de una criatura antropomorfizada por encima del trono divino.
A través de la exégesis, es decir, el análisis de los textos, se interpretó que, en esencia, compartían posición o función con los ángeles. Por la posición de los ángeles como ministros del fuego (Salmos 104:4), el carbón purificador usado por los serafines, la espada ardiente de los querubines en la entrada del Edén, el humo que llena la casa en la visión de Isaías, la columna de nubes del Ángel del Señor (Éxodo 14:19), etc. Todos tenían asociaciones con el fuego y el humo. Por otra parte, se asociaba con grupos que acabaron compuestos por ángeles. En primer lugar, tras el trisagio ("Santo, santo, santo"), posteriormente conocido como sanctus, los serafines mencionan al señor de los ejércitos que, por otras alusiones en los textos, sería una hueste angelical. No los incluye necesariamente en ella, pero con su aparición también se presenta la pregunta recurrente "¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?" (1 Reyes 22:19-22), usada en el consejo divino. Este consejo divino estaba conformado por dioses (Salmos 82:1), pero es natural que con la adopción del monoteísmo, que dejaba atrás cualquier visión monolatrista o henoteísta, y la importancia creciente de los ángeles, fueran sustituidos por los ángeles. Con esta situación, es fácil comprender que serafines, querubines y ofanines cayeran bajo la misma identificación.
Estos seres eran una muestra típica del poder divino, agentes del caos sometidos al servicio del orden, bajo la visión de pueblos contemporáneos. Cuando los ángeles se ganaron las alas, era razonable asumir que estos que ya las tenían pertenecían al mismo grupo.
Fuente
- de Hulster, I. J. (2015). Of angels and iconography: Isaiah 6 and the biblical concept of Seraphs and Cherubs. de Hulster–Strawn–Bonfiglio, 147-164.